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Crueldad

Carmen Montón es embajadora Observadora Permanente de España ante la OEA y la OPS. Ex ministra de Sanidad, Consumo y Bienestar Social

Una manifestación proabortista en Los Ángeles
Una manifestación proabortista en Los ÁngelesETIENNE LAURENTAgencia EFE

Se ha traspasado la línea roja del respeto a la dignidad de las mujeres. Obligar a las que van a abortar a escuchar el latido fetal, o tan siquiera sugerirlo, es una política de una externada crueldad, planteada a modo de coacción sobre la mujer que libre, consciente y responsablemente ha adoptado una decisión, seguramente nada sencilla, en el marco de la ley. Las mujeres que deciden interrumpir su embarazo tienen sus razones. Cada una de ellas distinta a otras. Incluso algunas de las mujeres que se acogen a la ley del 2010 lo hacen en circunstancias muy dolorosas al tener que interrumpir un embarazo deseado, pero malogrado por inviable.

Detrás de esta política del latido fetal, recientemente anunciada a nivel autonómico en España, que vulnera los derechos y libertades de las mujeres, subyace algo más que la idea mal llamada «provida»; subyace el peligroso machismo que cuestiona la capacidad de las mujeres de tomar sus propias decisiones, como si se tratasen de seres que requieren permanente tutela y no de ciudadanas de pleno derecho en igualdad de condiciones con los hombres en nuestra democracia; con derecho a decidir sobre su propia maternidad y su propio destino.

El planeta está viviendo retrocesos en materia de igualdad y los derechos humanos de las mujeres. Lo vimos en EE UU con la decisión de la Corte Suprema contra la interrupción voluntaria del embarazo. Europa no es inmune a estos retrocesos, por no volver la vista hacia otras regiones como América Latina o los países islámicos. Esto es el lamentable reflejo de que las ideologías que no respetan los derechos de las mujeres entrañan un peligro real y no son solo retórica. Un peligro para las mujeres y para la Democracia.