Sanidad
Prevenir es curar: el lento fin de las mascarillas
El Gobierno ha acertado esta vez al dilatar todo lo posible su eliminación. Es cierto, sí, que se ha pecado de cierta incongruencia
El uso obligatorio de las mascarillas tiene sus días contados en España. Después de resistirse durante meses a seguir los pasos iniciados por otros países, el Ministerio de Sanidad va a dar finalmente su brazo a torcer y los protectores buconasales, tan deseados durante las primeras olas de la pandemia, empezarán en febrero a desaparecer de la escena pública. En contra de la opinión mayoritaria, defensora de retirar las mascarillas desde el pasado verano, el Gobierno ha acertado esta vez al dilatar todo lo posible su eliminación.
Es cierto, sí, que se ha pecado de cierta incongruencia. No parece razonable que Sanidad exigiera su utilización en trenes, metro, autobuses o farmacias, y no hiciera lo propio en panaderías, centros comerciales o espectáculos en espacios cerrados. Desde este punto de vista, la lógica epidemiológica y el sentido común han jugado en contra de Carolina Darias y su equipo. Pero la aún ministra atinó porque mantener la obligatoriedad en algunos espacios ha actuado a modo de recordatorio de riesgos, en un momento en el que todavía pesaban incertidumbres para la salud. Este invierno han vuelto la gripe y los virus sincitiales, y el resultado ha sido la saturación hospitalaria. Si hubiera habido otra ola de covid, el colapso se habría repetido. Desde este punto de vista, la mascarilla ha sido un elemento preventivo y una señal de que no hay que bajar la guardia. También el estallido de casos en China ha sido otro aviso, aunque, de momento, no se ha producido una traslación a España. En Salud Pública, vale más prevenir que curar, lo que no hizo el Gobierno en la primera ola. Bienvenido sea ahora. Esperemos que el anuncio del adiós definitivo responda a eso, a un menor riesgo, y no a un intento de encubrir cuestiones muy diferentes.
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