Tribuna

El dentista, en el primer frente del diagnóstico precoz del cáncer oral

En España tan solo se detecta en fase inicial entre el 25-30% de este tipo de tumores

Joven en el dentista
Desde que el paciente nota los primeros síntomas hasta que consulta a un profesional pasan 80 días de mediaFreepikFreepik

El cáncer oral supone cerca del 4% de todos los tumores en el mundo. El consumo de tabaco y alcohol son considerados los principales factores de riesgo para su desarrollo, y sus efectos son sinérgicos. La dieta, la infección por el virus del papilomavirus humano (VPH), la predisposición genética y una pobre salud oral son otros factores que se han asociado a este tipo de cáncer.

La OMS argumenta que su manejo debe ser parte integral e indisociable de los otros programas de detección de cáncer. Hoy en día sabemos que su tratamiento establecido es muy complejo y multidisciplinario, incluyendo muchas veces la cirugía y la radioterapia, y a unos costes muy elevados. Por el contrario, el abordaje de lesiones incipientes, detectadas en fase precoz, pueden resolverse mediante cirugías más sencillas, menos costosas y, sobre todo, con mejor calidad de vida y supervivencia para los pacientes.

En España, las estimaciones efectuadas apuntan a que solo se diagnostica en fase precoz entre el 25-30% de los cánceres orales.

Por este motivo, desgraciadamente empleamos con demasiada frecuencia el término retraso diagnóstico, que es usado como contraposición de detección precoz del cáncer y se define como el tiempo que pasa desde que el paciente detecta su primer signo o síntoma y su diagnóstico definitivo. El retraso diagnóstico incluye tanto el atribuible al paciente como el que debe ser asignado al propio modelo sanitario. Con el objetivo de homogeneizar este concepto, la Declaración de Aarhus ha sugerido estandarizar los diferentes intervalos de tiempo, a través de unas definiciones claras, y abandonar el término genérico y ambiguo de retraso diagnóstico. Las diferentes etapas contempladas en la mencionada declaración incluyen la detección por el paciente de alguna anomalía, la percepción de la necesidad de una revisión, la consulta con un profesional sanitario, el diagnóstico y el inicio del tratamiento.

En una excelente revisión sistemática, el profesor Varela, de la Universidad de Santiago de Compostela, analiza el impacto de estas etapas. Los principales datos obtenidos muestran un tiempo promedio de consulta del paciente al profesional sanitario en torno a 80 días. Por otra parte, el tiempo promedio de «remisión profesional», es decir, desde la atención primaria (AP) a la asistencia especializada, es de unos 16 días, un plazo cinco veces más corto que el tiempo de consulta del paciente. Como puede deducirse de esta revisión sistemática, el tiempo promedio del paciente es el que se asevera el más largo de todo el proceso clínico analizado. Una apropiada concienciación sanitaria acerca del cáncer oral, con un buen nivel de información y actitud sanitaria, junto a una adecuada accesibilidad del sistema sanitario, condicionan de manera clara el tiempo promedio del intervalo de demanda de asistencia.

Teniendo en cuenta la importancia que tiene el grado de conocimiento de la población sobre los signos y síntomas de alarma y los factores potencialmente peligrosos, parece evidente la trascendencia que tienen las campañas de información sanitaria que tratan de disminuir este retraso en la demanda diagnóstica por parte de los pacientes.

El 95% de la asistencia bucodental se dispensa en el ámbito privado

Otro eje prioritario en muchas intervenciones de este tipo es intentar elevar el grado de conocimientos por parte del personal sanitario (dentistas y médicos de AP, principalmente) acerca del cáncer oral, fundamentalmente en cuanto al examen intraoral, priorizando el mismo en grupos de riesgo. También debe incluirse el fomento de las visitas habituales al dentista como método insustituible para efectuar «screening» oportunista, es decir, aprovechar que el paciente acude para efectuarle el examen intraoral en busca de lesiones potencialmente malignas o cáncer oral. El dentista es de gran ayuda para aumentar la concienciación sanitaria en estos pacientes, informando sobre factores de riesgo con un enfoque individual, particularmente entre aquellos con hábitos potencialmente más peligrosos. Es clave que haya una buena coordinación a nivel de AP entre médicos y dentistas, al objeto de no desperdiciar oportunidades y aprovechar las sinergias para mejorar la agilidad al derivar a un paciente a un centro especializado para su diagnóstico definitivo y tratamiento.

El dentista, por lo tanto, es el factor fundamental en dos grandes frentes: en los aspectos educativos a los pacientes que acuden, muy especialmente en aquellos considerados en situación de riesgo, y en el diagnóstico clínico precoz de lesiones para su posterior derivación inmediata a atención especializada. En cuanto a la educación sanitaria, se han propuesto tres prioridades: informar a los pacientes sobre los signos de alarma (úlcera de larga evolución que no remite, presencia de leucoplasias y/o eritroplasias en boca, entre otros); acerca de los principales factores de riesgo (tabaquismo, consumo de alcohol, VPH, dieta y radiación solar excesiva); e instruir sobre la autoexploración.

En cuanto al diagnóstico clínico, debe incluir una escrupulosa exploración extra e intraoral, buscando lesiones potencialmente malignas o cáncer oral. Todo lo anterior nos marca las esperanzas de supervivencia en cifras poblacionales si el tumor se diagnostica en estadios iniciales: la tasa de supervivencia a los cinco años se aproxima al 80% cayendo estrepitosamente por debajo del 40% en los estadios avanzados.

El abordaje del cáncer oral tiene que ser multidisciplinario, con una clara participación del Sistema Nacional de Salud y su primera línea de prevención y detección son, sin duda, los dentistas de AP. Debe, además, incluir estrategias que permitan trabajar sinérgicamente con los trabajadores sociales para poder alcanzar los subgrupos poblacionales menos favorecidos. Los dentistas de la Sanidad pública juegan un papel fundamental en todo el proceso. Su papel en las funciones preventivas, educativas, de cribado oportunista a través de exploración intra y extraoral, de diagnóstico precoz, de biopsia y de remisión a la atención especializada es innegable.

También tienen gran importancia en el manejo preventivo y terapéutico dental del paciente oncológico, que necesita de una atención protocolizada previa, durante y postratamiento. Sin embargo, en un contexto de modelo de atención dental como el nuestro, donde el 95% de la asistencia bucodental es dispensada en el ámbito privado, la ayuda complementaria, sobre todo en la prevención, detección y derivación temprana de la asistencia privada a la AP y especializada en todo este proceso, es insustituible. No nos olvidemos de ello.