Opinión
El ímpetu totalitario de Mónica García en la sanidad
Hay un intento claro de agitar colectivos y sembrar divisiones
A lo largo de la historia, la ultraizquierda siempre ha intentado allí donde ha gobernado el control de la sociedad. Dos de los mecanismos para hacerlo han sido la hiperregulación de todos los asuntos para oprimir al individuo con una asfixiante burocracia surgida de la maraña de leyes, y la imposición de restricciones y prohibiciones constantes para cercenar su esfera de libertad.
Hace justo una semana, Daniel Lacalle dio cuenta de ello en un excelente análisis publicado en estas páginas que vale que ni pintado para describir la trayectoria de Mónica García al frente de Sanidad. Entenderán con su lectura el objetivo real de la balumba de proyectos normativos y estrategias que emana de este Ministerio y las prohibiciones que incorporan muchos de ellos, siendo la más llamativa la que afecta al consumo de tabaco en las terrazas, y que pretende convertir a la vez al hostelero en cancerbero y policía de sus clientes bajo la amenaza de la pertinente multa.
Esta tendencia a reorientar comportamientos, interferir en la esfera de autonomía del individuo y transformar el Estado en ese aparato impenetrable que tan bien enuncia el economista y describió con maestría Franz Kafka en «El Proceso» va acompañada además de un intento claro de agitar colectivos, sembrar divisiones e instalar la inseguridad en la zona de confort en la que se movían.
La triste negociación del Estatuto Marco, que terminará volviéndose contra la ministra, y la inacción ante las listas de espera, con el Estado desentendiéndose de los problemas de los pacientes, son ejemplos de ello. Con el primero, Sanidad ha sembrado discordia entre los sanitarios sin aportar solución alguna a los numerosos problemas que les aquejan. Con lo segundo busca canalizar el enfado hacia las autonomías poniéndose de perfil.