Entrevista
Mar Gómez: «Los factores meteorológicos pueden influir en nuestro estado físico y emocional»
Doctora en Ciencias Físicas y autora del libro «Meteorosensibles», Mar Gómez explica de forma científica cómo el clima nos influye en nuestra salud más de lo que nos imaginamos
¿Cómo afecta el clima a nuestra salud física y mental?
Vivimos inmersos en un océano de aire llamado atmósfera que sufre cambios repentinos, que interactúa con nosotros y que nos afecta en mayor o menor medida. Pero, sobre todo, a los meteorosensibles, aquellos cuyas patologías se agravan con ciertos cambios en las variables atmosféricas. Se estima que entre un 30% y un 60% de la población lo es, especialmente mujeres (sobre todo durante la menstruación y la menopausia) y personas mayores. Por ejemplo, las olas de calor pueden elevar los casos de agotamiento térmico, golpes de calor, deshidratación y agravamiento de enfermedades cardiovasculares o respiratorias.
Junio ha batido récord de calor. ¿Por qué el bochorno nos vuelve más irritables?
Afecta directamente a nuestro equilibrio fisiológico y emocional. Uno de los mecanismos clave es la alteración del sueño, pues impiden un descanso reparador, y eso merma nuestra capacidad de regular las emociones, tomar decisiones y reaccionar con calma. Además, puede afectar a los niveles de serotonina, un neurotransmisor fundamental en la regulación del estado de ánimo. Cuando disminuye, aumentan los síntomas de ansiedad, depresión, impulsividad o agresividad. Diversos estudios han demostrado correlación entre olas de calor y el aumento de incidentes violentos.
El golpe de calor o la congelación son consecuencias obvias del clima en la salud, pero, ¿qué otros fenómenos meteorológicos nos afectan sin darnos cuenta?
Cambios bruscos de presión atmosférica, como los que preceden a tormentas o una borrasca, pueden desencadenar migrañas y empeorar la artrosis y artritis. Ciertos tipos de vientos pueden producir alteraciones en nuestro estado de ánimo, agravar los trastornos de ansiedad e incluso están vinculados con tasas de suicidio. Y días nublados, fríos y húmedos también se han asociado con síntomas depresivos, fatiga o alteraciones del sueño, especialmente en personas con trastornos del estado de ánimo o ansiedad. La falta de luz solar puede interferir en la producción de serotonina y melatonina, afectando al bienestar emocional.
Y ¿de qué forma nos influyen los cambios en la presión atmosférica?
Estudios realizados en Japón muestran la relación que puede existir entre las migrañas y la presión atmosférica. Según ellos, el 75% de las personas con migraña sufren sus ataques cuando baja. Pero ¿por qué? Porque cuando lo hace –como ocurre antes de la llegada de una borrasca– la presión externa sobre nuestro cuerpo disminuye. Esto permite que algunos tejidos se expandan ligeramente, como si se hincharan. En personas con articulaciones inflamadas, este pequeño cambio puede aumentar la presión interna en la zona y causar más dolor o rigidez. En el caso de las migrañas también puede provocar la dilatación de ciertos vasos sanguíneos en el cerebro. Esta alteración en el flujo sanguíneo es uno de los factores que puede desencadenar una crisis migrañosa en personas sensibles a los cambios meteorológicos.
Dice que el 30-60% de la población es meteorosensible. ¿Qué supone esto?
No es solo un dato llamativo, es una llamada de atención sobre una realidad invisible que afecta a millones de personas... aunque muchas aún no sepan que lo que sienten tiene nombre, causa y explicación científica. La meteorosensibilidad es la capacidad del cuerpo humano para reaccionar a los cambios del tiempo o del clima. Todos estos factores pueden influir en nuestro estado físico y emocional. En «Meteorosensibles» lo explico así: vivimos inmersos en la atmósfera, y aunque no la veamos, nos atraviesa. Y lo que cambia fuera también resuena por dentro. No es imaginación, ni debilidad. Es una respuesta del organismo al entorno, avalada por numerosos estudios en neurociencia, bioclimatología y medicina ambiental.
Usted misma lo es. ¿Cómo lo supo o se lo diagnosticaron?
Sí, y lo supe mucho antes de tener una etiqueta para ponerle nombre. No fue algo que me diagnosticaran formalmente, sino que lo fui descubriendo sola, a base de sentir cómo mi cuerpo –y mi estado de ánimo– reaccionaban una y otra vez a ciertos cambios en el tiempo. Una época viví en una zona con viento muy frecuente, y me di cuenta de que los días con más rachas sentía dolor de cabeza, dificultad para concentrarme y un cansancio que no podía explicar. El punto de inflexión fue tras una operación de tobillo hace años. Empecé a notar que cuando bajaba la presión atmosférica o llegaban borrascas me dolía mucho más. Pensé que era casualidad, pero con el tiempo entendí que no. Por eso me puse a investigar… y así nació el libro.
¿Qué patologías o tipos de pacientes pueden sentir más estos cambios?
Depende tanto de la variable atmosférica como de la sensibilidad individual. Pero lo que sí sabemos es que hay ciertos trastornos que responden especialmente a los cambios del tiempo y del clima. Temperatura extrema, presión atmosférica, humedad, viento o cambios bruscos de tiempo pueden actuar como desencadenantes o agravantes en personas con ciertas condiciones. Las más comunes son: migrañas y cefaleas tensionales, muy sensibles a las variaciones de presión y temperatura; dolores articulares o musculares (como los asociados a artritis, artrosis o fibromialgia), que suelen intensificarse con la humedad o el frío; trastornos del estado de ánimo, como ansiedad o depresión, que pueden empeorar con la falta de luz solar, los cambios bruscos o las noches sin descanso; problemas respiratorios, como asma, que se ven afectados por la calidad del aire, el calor extremo y los días con tormentas eléctricas o viento; y trastornos del sueño, que se agravan con el calor persistente o la alteración de los ritmos circadianos por cambios de luz o temperatura o la estacionalidad.
¿Qué es el efecto Föhn y cómo nos afecta?
Se da en regiones montañosas de todo el mundo. En nuestro país, lo observamos en forma de vientos cálidos en el Pirineo o en el Cantábrico, por ejemplo, tras el paso de un frente atlántico. Estudios científicos han observado que este viento puede estar asociado a síntomas como dolor de cabeza o migrañas, irritabilidad, ansiedad o insomnio; empeoramiento de los trastornos de ansiedad y depresión y vinculación con tasas de suicidio. ¿Por qué? Por el exceso de concentración de iones positivos, partículas eléctricamente cargadas que están presentes de forma natural en la atmósfera. Durante fenómenos como el Föhn –un viento cálido, seco y descendente– se produce una mayor concentración de estos y esa carga puede provocar desequilibrios bioeléctricos en el organismo. En cambio, los iones negativos, (abundantes en entornos naturales como cascadas, bosques húmedos o tras una tormenta), tienen un efecto calmante sobre el sistema nervioso y favorecen la sensación de bienestar.