Entrevista

Natlí Pintos: «Hay que entender el alzhéimer para no cuidar desde el enfado y la ira»

Entrevista a Natalí Pintos, psicóloga especializada en demencias

Natalí Pintos
Natalí PintosARCHIVOLA RAZÓN

La experiencia personal que vivió con su bisabuela marcó su porvenir, hasta el punto de que decantó su vocación. Natalí Pintos es psicóloga especializada en demencias con una sólida formación que incluye un máster en Neuropsicología y máster en Psicología Forense. Consciente de la falta de información que hay al respecto, acaba de publicar el libro «Cuando llega el alzhéimer» (Alienta Editorial, Planeta), una obra que pretende allanar el camino de comprensión y aceptación de las demencias en las familias que se enfrentan a ello.

¿Cómo fue su primer contacto con la demencia?

Mi bisabuela, con la que crecí, desarrolló una demencia vascular cuando yo era muy jovencita. En aquel momento sentí la soledad del cuidador, sin saber a quién acudir para orientarme en cómo tratarla a ella de una manera adecuada. Eso me hizo entender la necesidad de acompañar a los cuidadores y me formé en ese sentido.

¿Qué aporta este libro en ese camino?

Aporta algo de luz, porque no hay guías de acompañamiento para los millones de personas que cuidan a los pacientes con demencia, que se enfrentan a esta ardua tarea sin herramientas que les permitan entender la sintomatología de la enfermedad y el tránsito que hay que hacer en esa pérdida.

¿Qué papel juegan la comprensión y la aceptación ante un diagnóstico de alzhéimer en un ser querido?

La aceptación resulta básica para transitar este camino, porque cuando uno acepta este proceso progresivo de declive de la persona que queremos nos abrimos la puerta para entender la realidad. Cuidar sin aceptar la enfermedad es muy complicado y tiene efectos muy incómodos en la salud del cuidador.

¿Qué tipo de secuelas deja?

Si no aceptamos la realidad y seguimos tratando a esa persona como era antes, sin entender las características de su demencia y lo que ello implica en su personalidad y en su comportamiento, nos enfrentamos a un duelo muy complejo que se transforma en negación, rabia, rechazo... Esto nos hace cuidar a ese paciente desde el enfado, el miedo y la ira, lo que nos puede llegar a bloquear y generar ansiedad, estrés y problemas más graves como depresión.

¿La sobrecarga del cuidador merma su salud?

Sí, y de una manera doble, tanto a nivel físico como emocional, por eso es esencial que también se cuide a sí mismo, que encuentre espacios para sí mismo. Hay renuncias justificadas, pero no hay que asumir por bueno la sobrecarga, porque es inviable.

¿Cuáles son los errores más comunes que comenten los cuidadores?

Intentar razonar con esa persona y tratarla esperando que actúe como era antes. Eso genera un dolor inmenso.

¿Cómo hay que enfrentarse a este tipo de diagnósticos cuando tocan de cerca?

La tristeza y el miedo iniciales no son malos, pero el problema es cuando no se logra salir de ahí. Tras ese shock, hay que asumir la realidad y entender que el cuidado es un generoso acto de amor por el otro. Vivir esta etapa como un regalo y no como una maldición ayuda.

¿Qué herramientas debemos poner en práctica para sobrellevar lo mejor posible la pérdida progresiva de esa persona?

La más importante es que seamos nosotros quienes viajemos al mundo de esa persona y entender que uno de los síntomas de la enfermedad implica la pérdida de la comunicación, que no tiene por qué extinguirse, pero sí transformarse hacia más caricias o mimos en vez de a las palabras. Y otra lección básica es asumir que esto es un proceso largo en el que la comprensión es un ingrediente fundamental.