Psicología
¿Por qué algunas personas son más propensas a creer en teorias conspiraniocas?
Ni son de mente "simple" ni están "enfermas". La militancia con este tipo de argumentos parece estar relacionada con la necesidad de entender el entorno y sentir que el grupo social elegido es superior, según una nueva investigación.
Creer que los "Illuminati" controlan el mundo y sugieren que celebridades y políticos forman parte de las élites, que la tierra es plana, que la pandemia fue un plan orquestado para diezmar a la población mayor, que la muerte de Diana de Gales no fue un accidente o que los atentados del 11-S fueron planeados por el gobierno de George Bush forma parte de un tipo de pensamiento llamado cospiranóico. El término "conspiranoia" se forma a partir de dos palabras, "paranóico" y "conspiración", y sigifica "tendencia a interpretar determinados acontecimientos como producto de una conspiración".
La pandemia de covid desencadenó un sentimiento generalizado de angustia, de desconfianza y de incertudumbre que se convirtió en el caldo de cultivo perfecto para que afloraran un "sin fin" de teorías de la conspiración. El exceso de información, la polarización y la dificultad para filtrar los hechos objetivos de las interpretaciones hicieron el resto. Aunque nada de esto es nuevo.
La ciencia del comportamiento lleva décadas investigando que es lo que hace que ese pensamiento casi mágico y, a primera vista, carente de sentido, se extienda y logre tantos adeptos. Parece que no sólo se trata de rasgos de personalidad más vulnerables a sentise atraídos por estas creencias - como ser inseguros, paranoicos, emocionalmente volátiles, impulsivos, desconfiados, retraídos, manipuladores, egocéntricos y excéntricos- sino también de motivaciones, como confiar mucho en la intuición, tener un sentimiento de antagonismo y superioridad hacia los demás y percibir amenazas en su entorno. Así lo señala una investigación de la Universidad de Emory (Estados Unidos) en la que se analizaron datos de 170 estudios con más de 158.000 participantes, principalmente de Estados Unidos, Reino Unido y Polonia. El trabajo, liderado por Shauna Bowes, estudiante de doctorado en psicología clínica, se centro en analizar estudios que medían las motivaciones de los participantes o los rasgos de personalidad asociados al pensamiento conspirativo.
"No es probable que todos los conspiracionistas sean personas de mente simple y mentalmente enfermas, como suele retratar la cultura popular -afirmó Bowes-. Por el contrario, muchos recurren a las teorías conspirativas para satisfacer necesidades motivacionales carentes y dar sentido a la angustia y el deterioro".
Según Bowes, las investigaciones anteriores sobre lo que impulsa a los conspiracionistas se habían centrado sobre todo en la personalidad y la motivación por separado. El estudio actual pretendía examinar estos factores conjuntamente para llegar a una explicación más unificada de por qué la gente cree en teorías conspirativas, detalla Ep.
Los investigadores descubrieron que lo que motivava a la mayoría de los sujetos a creer en teorías conspirativas era la necesidad de comprender, sentirse seguros en su entorno y reafirmarse en que la comunidad con la que se identifican es superior a las demás. También que las personas eran más propensas a creer determinadas teorías conspirativas cuando estaban motivadas por las relaciones sociales.
Por ejemplo, los participantes que percibían amenazas sociales eran más propensos a creer en teorías de la conspiración basadas en hechos concretos, como la teoría de que el gobierno estadounidense planeó los atentados terroristas del 11 de septiembre, en lugar de una teoría abstracta según la cual, en general, los gobiernos planean perjudicar a sus ciudadanos para conservar el poder.
Según Bowes, "estos resultados se ajustan en gran medida a un marco teórico reciente según el cual los motivos de identidad social pueden dar lugar a sentirse atraído por el contenido de una teoría conspirativa, mientras que las personas motivadas por el deseo de sentirse únicas son más propensas a creer en teorías conspirativas generales sobre el funcionamiento del mundo".
El análisis mostró que los cinco grandes rasgos de la personalidad- Big Five, en inglés- (extraversión, amabilidad, apertura, conciencia y neuroticismo) tenían una relación mucho menor con el pensamiento conspirativo, aunque los investigadores afirmaron que eso no significa que los rasgos generales de la personalidad sean irrelevantes para la tendencia a creer en teorías conspirativas.
Bowes afirma que las investigaciones futuras deberían llevarse a cabo teniendo en cuenta que el pensamiento conspirativo es complicado y que existen variables importantes y diversas que deberían explorarse.
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