Coronavirus

Cuidemos a los mayores: Nuestro primer deber como nación

¿Qué dice de nosotros el hecho de que como sociedad no seamos capaces de garantizar que al menos no mueran desvalidos y solos? LA RAZÓN habla con intelectuales, juristas, políticos y expertos sobre esta lacra colateral que ha descubierto la pandemia que asola al país

A pesar de que la prudencia llama a retrasar las investigaciones sobre la situación de las residencias de ancianos de nuestro país para cuando acabe la pandemia, España vive sobrecogida por la vergüenza y la culpa provocadas tras evidenciarse el estado calamitoso de varios de nuestros geriátricos por el abandono que muchos mayores padecen incluso por parte de sus propias familias y por la incapacidad para evitar que estas personas, cuando contraen la enfermedad, mueran en soledad. ¿Qué nos dice de nuestra sociedad el hecho de que dicha situación esté teniendo lugar en nuestras ciudades? LA RAZÓN ha hablado con intelectuales, juristas, políticos y expertos sobre esta lacra colateral que ha descubierto en esta última semana la epidemia del coronavirus. Así, el escritor y ex ministro de Cultura César Antonio Molina considera que «todo tendrá que analizarse con detenimiento cuando pasen estos días llenos de rumores, falsas noticias, e imprecisiones», pero cuando pase «el maremoto habrá que estudiar qué ha pasado en los centros de mayores, quiénes son los responsables, por qué no se han hecho las inspecciones».

Andrés Pajares
Andrés PajaresLa Razón
Andrés Pajares, 79 años. Actor
«Estoy acojonado». Es la primera y tan elocuente frase que suelta Andrés Pajares, bastante serio cuando se pone serio, a veces cómico de lo puro serio que se muestra. Tiene miedo, terror, de este maldito virus, de lo que pueda pasar después. «El miedo paraliza. Qué horror, por Dios», deja escapar. Se acuerda de sus padres, Andrés y Mercedes, y de esos hermanos que nunca tuvo. «Ahora echo de menos haber tenido uno, fíjate». Se siente solo pero lleno con la compañía de Juani, su mujer, «una joya que se desdobla para atenderme a mí y a sus padres y a sus tres hijos». Para él todos los días son iguales: «Como, descanso, hago mis ejercicios, pedaleo, aunque a los 4 kilómetros ya estoy que no puedo, veo películas, muchas. Y aplaudo a las ocho de la tarde por esos héroes que se están dejando la vida por nosotros. Ellos se merecen todos los aplausos del mundo». Cada día mira la foto de su tatarabuela y se acuerda de toda la familia, de todos los que ya no están. Tiene 79 años largos y el 6 de abril cumplirá 80 «si Dios quiere, y estoy seguro de que va a querer, porque, si no, me oye». Pajares es hipocondríaco, ya no fuma nada, si pisa un corcho seguro que se emborracha y no le gusta estar solo. Pero no lo está.

El también poeta considera que en nuestro mundo apenas hay tiempo para dedicarse, no solo a los mayores, sino tampoco a los hijos. «Es una culpa general de todos y de la sociedad en la que vivimos de capitalismo salvaje que es incapaz de apreciar que se vive por otros motivos más allá de los económicos». Molina señala asimismo que cuando se cerraron los colegios hubo problemas que solo se solucionaron cuando se cerraron las empresas. «Si la sociedad no resuelve esta cuestión veremos cosas infames. Hay que revisar de arriba abajo la sociedad en la que vivimos y el valor de la existencia. «Lo de Holanda es una aberración», considera el ex dirigente socialista sobre las opiniones de Frits Rosendaal, jefe de epidemiología clínica del Centro Médico de la Universidad de Leiden (Holanda), que no dudó en criticar «la posición cultural» respecto a los ancianos de países como Italia y España.

Elia Pérez, madre de Julia Otero.
Elia Pérez, madre de Julia Otero.La Razón

Elia Pérez, 83 años. Madre de Julia Otero (periodista)

“Nací en el año de la guerra, me crié sin madre, en plena posguerra, luego tuve que emigrar... Hemos pasado tantas calamidades que esto lo llevo bien. La naturaleza está harta de nosotros, y con razón. Estoy tranquila pero hay que tomar nota y cambiar de estilo de vida”, añade la madre de la directora de “Julia en la Onda”, en Onda Cero
José Ramón Arteta, padre de Ainhoa Arteta
José Ramón Arteta, padre de Ainhoa ArtetaLa Razón

José Ramón Arteta, 85 años. Padre de Ainhoa Arteta, (Soprano)

José Ramón Arteta tiene 85 años. Cada mañana se levanta y se asea como si fuera a salir la calle. Corbata incluida. Y tocado con sombrero. Y sale al «etarte», el porche. Es un hombre de tradiciones que parieron así, al que la vida dura le ha dado algún puntazo del que ha salido airoso. Su penúltimo encierro, antes de este confinamiento, fue en un hospital. Vivió unos días en la UCI por un fallo multiorgánico justo una semana antes de la colonización del coronavirus. Y allí estuvo su hija Ainhoa, con él. El último aislamiento es el actual. Cada día habla con los suyos por FaceTime y les cuenta lo que hace, lo que come, lo que piensa. Volvió tras el hospital a su caserío de toda la vida este hombre recio que se formó en un convento y que «ha aprendido a saber aceptar las adversidades y a tener espíritu de sacrificio. Y esa es la actitud que yo le intento copiar. Posee el sentido envidiable de su generación que son personas desde el mismo momento en que se levantan. Esa es su gran lección para nosotros». Pensaba José Ramón vivir 120 años, pero se da de prórroga hasta los 140.

«Personas viejas»

Rosendaal ha sido apoyado por varios colegas de su país, y considera que la saturación de hospitales en España se debe a que «admiten a personas viejas en la UCI». César Antonio Molina dice al respecto que «esas cosas se dicen y quedan ahí. Vivimos en un mundo irresponsable con políticos irresponsables. Debemos meditar porque esto volverá a pasar. No estamos preparados para esta guerra. Esa soberbia tecnológica y de todo tipo en la que estamos viviendo no nos va a salvar. Debemos ponernos a pensar, no ya en las medidas médicas, sino en cómo evitar ir cada vez a una mayor deshumanización».

Montserrat Escolá, abuela de Cesc Escolá
Montserrat Escolá, abuela de Cesc EscoláLa Razón

Monstserrat Escolà, 91 años. Abuela de Cesc Escolà (Profesor de «Operación Triunfo»)

«Me acabo de operar de las dos caderas, pero por suerte todo fue bien y estoy como una rosa. Me dediqué a la medicina, tengo 7 hijos y más de 20 nietos. Actualmente vivo con mis hijas, según la temporada. Desde que estalló la crisis sanitaria, mi nieto intenta llamarme más a menudo, aunque como le veo por la tele siento que lo tengo más cerca. Siempre recuerdo que, cuando él tenía siete años, en un viaje a Italia en coche íbamos escuchando la canción ‘Me gustas tú’ y dijimos que siempre que nos viéramos y nos despidiésemos teníamos que cantarla. Y así hemos hecho desde entonces. En estos momentos, tenemos que protegernos y luchar como hicimos durante tantos años».

Otro ex ministro, esta vez del Partido Popular, Jorge Fernández Díaz, secunda la visión de Molina: «Estamos inmersos en una sociedad muy utilitarista: tanto produces, tanto vales. Desde esta lógica los mayores se convierten en una carga. El problema está en que no valoramos a las personas por lo que son, por su dignidad inherente, sino por la ‘’utilidad’’ que aportas a la sociedad. Esto sirve no solo para las personas mayores ‘’improductivas’’, sino para los que no aportan nada. Las leyes de eutanasia, aunque no se quiera reconocer, van en esa dirección. Esta es una misma concepción del hombre que está implícita en la actividad de las administraciones».

Elvira Semper, madre de Borja Semper
Elvira Semper, madre de Borja SemperLa Razón

Elvira Semper, 69 años. Madre de Borja Semper, (Ex político)

Doña Elvira vive estos días muy preocupada, no por ella, sino sobre todo por sus hijos y por sus nietos. Tanto ella como su marido se encuentran en plenas condiciones físicas. Y estar en casa todo el tiempo no es lo que más me asola. «Me parece más duro no poder abrazar a mi familia, aunque acabo de conectarme y he podido hablar con ellos por videollamada, algo es algo». No salen de casa, solamente para lo necesario. «Tengo la suerte de tener la pescadería, la carnicería y la frutería justo debajo de casa», dice. E intenta, a veces, no ver la televisión porque se siente «angustiada» con la gestión que está haciendo el Gobierno del coronavirus.

Asimismo, Teresa Freixas, catedrática de Derecho Constitucional de la Universidad Autónoma de Barcelona, contribuye a este intercambio de ideas de Bruselas donde le ha pillado la epidemia y nos habla «en primera persona, porque tengo 70 años». Para Freixas tenemos un problema de mala administración, que tendrá que ser revisado porque según todos los textos (vinculantes y de orientación, nacionales, europeos e internacionales), todas las personas tienen derecho a la salud sin discriminación. «No puede suceder que los mayores tengan que ser preteridos, social o médicamente, por el mero hecho de serlo. Sobre todo, en aquellas sociedades, como las del sur de Europa, en las que gran parte de la economía y del cuidado ha reposado sobre ellos mientras no lo eran tanto».Una triste polémica ha aparecido en diversos Estados miembros de la UE acerca del trato que las respectivas sociedades dan a los mayores. «A mí», explica Freixas, «me ha pillado el confinamiento en Bruselas, donde la situación no es tan preocupante como en España, si bien es también necesario tomar medidas estrictas sobre los contactos interpersonales».

Rafael, abuelo de Pablo Montesinos
Rafael, abuelo de Pablo MontesinosLa Razón

Rafael, 94 años. Abuelo de Pablo Montesinos, (Vicesecretario de Comunicación del PP)

Él «echa de menos sus paseos diarios por Almería, pero ahora los hace en casa. Pasillo arriba, pasillo abajo. Es tenaz como nadie. Y responsable. Como siempre, está bastante atento a los medios de comunicación. Siempre ha sido una persona muy informada. Su consejo es no pensar en el medio plazo, sino en el día a día. Y en ese día a día no falta nunca la llamada telefónica a la familia. Los buenos deseos para todos», afirma su nieto.

En el fondo de esta cuestión entran en juego factores culturales, de ética y criterios de buena o mala administración según Freixas: «Por ejemplo, la ratio de habitante/cama hospitalaria, decisiva para enfrentar la crisis sanitaria que padecemos, es muy distinta según países. La OCDE constata que mientras que en Alemania es de 8 por cada 1.000 habitantes, en España solo tenemos 3; en Francia, 6; en Bélgica, 5,6; en Italia, 3,2; en los Países Bajos, 3,3; en el Reino Unido, 2,5; y en Estados Unidos, 2,8. No pensemos en Japón, donde poseen una ratio de 13,1, o en Corea del Sur, con 12,3». Y continúa su análisis: «Los que somos mayores siempre tememos ser más vulnerables en todo tipo de crisis. Aunque he comprobado que no en todas partes se tiene la misma actitud hacia nosotros». Freixas recuerda que en España e Italia, donde la familia solía tener estrechos lazos intergeneracionales, se ha ido imponiendo en estos últimos años el hecho de que, sin que fuera estrictamente necesario, a una cierta edad, los padres y abuelos pasen a vivir en residencias o geriátricos. «En otros países más al norte, incluso se ha puesto en duda que los mayores tuvieran que ser atendidos en los hospitales durante esta pandemia porque estaban “quitando” posibilidades de vivir a personas de menor edad y con mejores perspectivas de recuperación», reflexiona.

Encarna del Pozo, abuela de José Manuel Martín
Encarna del Pozo, abuela de José Manuel MartínLa Razón

Encarna del Pozo, 88 años, abuela de José Manuel Martín (Periodista)

Encarna cumplió 88 años el miércoles pasado, en pleno confinamiento, así que ni su hija ni sus nietos pudieron ir a soplar con ella las velas. Queda pendiente la celebración y ya les ha prometido una paella para todos cuando esto termine. Y, de postre, una fuente de torrijas, que no habrá procesiones de Semana Santa, pero dulce no va a faltar. Trabajadora incansable desde que emigró de Ávila a Madrid en busca de un futuro, tiene carácter de sobra para pasar la cuarentena sola en casa. Sabe que es lo «mejor para evitar contagios» y que hay que quedarse en casa, aunque se le haga extraño tenerla tan vacía.

Por su parte, el prior del Valle de los Caídos, el padre Santiago Cantera, explica cuáles podrían ser las causas de fondo de esta situación. Para él, la sociedad occidental contemporánea ha perdido el sentido de la piedad filial, que es un principio de Ley Natural que se ha desarrollado en todas las culturas y civilizaciones en el mundo y está recogido por el Cuarto Mandamiento de la Ley de Dios. «La piedad filial, entre otros elementos, genera respeto a las generaciones mayores y descubre en ellas el valor de la experiencia y de una sabiduría adquirida por los años», explica. Para Cantera, uno de los problemas es que la sociedad occidental contemporánea ha optado por una línea antinatalista. Y esto conduce a una sociedad sin esperanza y muy deshumanizada. Los niños aportan alegría y futuro y son ellos quienes mejor empatizan de un modo natural con los ancianos. En este sentido, «los ancianos son personas, tienen la misma dignidad que un joven o que alguien de mediana edad. La dignidad de la persona no tiene que ver con su edad, ni con su capacidad mental, grado de conciencia o salud, sino que es intrínseca metafísicamente al ser humano por participar del ser y estar hecha a imagen y semejanza de Dios».

María Elba Gómez, madre de Anabel Alonso
María Elba Gómez, madre de Anabel AlonsoLa Razón

María Elba Gómez, 83 años. Madre de Anabel Alonso (Actriz).

«Tuve tres hijos, pero solo me queda Anabel. Vivo en una residencia porque tengo muchas patologías y necesito atención las 24 horas. Estoy a solamente 50 metros de la casa de mi hija, por lo que puedo verla desde la ventana. Desde una semana antes del decreto de alarma la residencia cerró las puertas y no puede entrar ni salir nadie. Desde que empezó el confinamiento me he hecho aficionada a las nuevas tecnologías y hablo con mi hija por videollamada. A veces me irrita que se publique tanta información del Covid-19 porque nosotros los mayores necesitamos entretenernos.Está claro que ahora estamos viviendo muchísimos años y con mejor calidad de vida, y, evidentemente, de algo nos moriremos. Pero resulta difícil asimilar que en tan corto plazo de tiempo esté falleciendo tanta gente mayor», confiesa la madre de la intérprete.

Y es curioso comprobar cómo no pocos de las planteamientos de un ex dirigente político (y doctor en medicina) como Gaspar Llamazares coinciden con la visión ofrecida por el prior benedictino: «Con los ancianos desvalidos frente, por ejemplo, a las enfermedades raras, nos jugamos seguir siendo una civilización», afirma. Llamazares considera que al margen del legítimo debate sobre la gestión de la crisis–que en su opinión debería relegarse al final de la pandemia para tener un mejor criterio y no desperdiciar las fuerzas que hoy deberían estar unidas, para con ello dar un mensaje de liderazgo político y cívico– «si algo nos ha impresionado ha sido la fragilidad de nuestras sociedades desarrolladas donde la economía y la técnica parecía situarnos por encima del resto. Era un espejismo. Desde su doble perspectiva de político y doctor en medicina, explica que «hablando de fragilidad hemos visto las debilidades de nuestro sistema del medio estar que tras la recesión se ha tornado también en malestar social».

Angelina, madre de Sergio Scariolo
Angelina, madre de Sergio ScarioloLa Razón

Angelina, 90 años. Madre de Sergio Scariolo (Seleccionador de baloncesto y ayudante de los Raptors)

«Por lo que me cuenta todos los días, lleva una vida tranquila, un poco aburrida, eso sí, porque lleva desde el 18 de febrero sin ver un alma en donde vive, en Brescia, en Italia. Es una mujer muy prudente, bastante activa, aunque tenga 90 años. Se mueve dentro de casa, no tiene necesidad de nadie, pero la preocupación por su estado está ahí. Mi hermana se acerca de vez en cuando a verla», asegura el seleccionador español desde Toronto. Y es que su madre lleva casi mes y medio de confinamiento muy cerca de la zona cero italiana, a poco más de 50 kilómetros de Bérgamo. «Es muy fuerte, está lúcida y se encuentra bien. Como ha sido farmacéutica y también profesora de química, es ella la que nos da las pautas al resto de la familia».

Llamazares considera que esta fragilidad se manifiesta en particular entre nuestros mayores: «No es aceptable ni la desprotección y mucho menos el abandono. Lo cierto es que lo que mejor ha funcionado y que disminuye un 12% la pobreza ha sido nuestro sistema público de pensiones a pesar de las críticas. Pese a todo, en sanidad, si bien tenemos un sistema público de calidad, la epidemia nos ha cogido con el pie cambiado cuando tan solo empezaba la transición del modelo de curación de pacientes agudos al modelo de cuidados a enfermos crónicos, geriátricos y pluripatológicos. No hay más que ver las carencias que tenemos en geriatría y enfermería». Sin embargo, es la «fragilidad en materia residencial y de atención a dependientes la que más nos avergüenza y escandaliza. Más que fragilidad, es carencia. Porque el tipo de familia ha cambiado, pero el desarrollo de la red social de protección ha ido más lento. Somos más individualistas pero sin red social», sentencia el ex coordinador general de Izquierda Unida, para quien el modelo carece de la calidad y los recursos materiales y humanos necesarios debido entre otras cosas a que dedicamos a servicios sociales la tercera parte de la media de la UE.

Elena Herrero Barros, abuela de Rocío Esteban
Elena Herrero Barros, abuela de Rocío EstebanJesus G. FeriaLa Razón

Elena Herrero Barrios, 96 años. Abuela de Rocío Esteban, (Periodista)

Cree que si el último «susto» que vivió en diciembre no pudo con ella, este virus tampoco lo hará. «Y, si nos ataca, prefiero que sea a mí, no a mi familia». Ello no significa que Elena no esté preocupada por el atroz avance de esta enfermedad. Sin embargo, la óptica desde donde lo mira es diferente. Sigue muy atenta cada día las noticias que recogen los medios de comunicación sobre el avance del Covid-19. Lo primero que pidió a sus nietas, bisnietas, hija y yerno es que se quedaran en casa. «No quiero que se contagien», afirma.
Elena ha vivido en medio de una guerra y ha sufrido sus consecuencias posteriores, era la mayor de cinco hermanos, de los cuales tuvo que hacerse cargo para que sus padres pudieran trabajar, por ello la voz de quien ha sufrido tantas situaciones precarias ofrece un consejo: «Mi familia y yo superamos los continuos desafíos cuando unimos fuerzas, cuando entre los vecinos nos cuidábamos». Si le preguntan cómo vivió esa situación y cómo la vive ahora, encontramos una similitud: entonces era quien debía cuidar de su gente, y esa preocupación, más de 40 años después, es la misma. «Cuando era joven vivía con el miedo de mantener a mi familia por la Guerra Civil, pedí a Dios que me diera fuerzas y que no enfermera porque era yo quien tenía que sacar adelante a mis hijos junto a mi marido. Hoy sigo pidiendo lo mismo cada día, que el virus no llegue a mi familia».

En cualquier caso, «no solo se trata de recursos. Se trata también de replantearse el modelo actual como aparcadero. Se trata de una mayor participación, responsabilidad y control público sobre unas residencias masificadas y deshumanizadas. Pero también de una mayor participación y exigencia cívica de las propias familias para combatir la soledad y el abandono».

El experto en bioética José Ramón Amor recuerda además que el caso mencionado anteriormente del doctor holandés no es el único y nos relata otro triste precedente: «El vicegobernador de Texas, Dan Patrick, que cumplirá en unos días 70 años, aboga claramente por priorizar la economía sobre la supervivencia de los mayores. «Los que tenemos 70 años o más edad nos cuidaremos nosotros mismos, pero no sacrifiquemos al país», contestó Patrick cuando le preguntaron por el coste humano del levantamiento de medidas que él preconiza. «Creo que hay muchos abuelos que coincidirían conmigo en que quiero que mis nietos vivan en el Estados Unidos en el que yo viví. Quiero que tengan una oportunidad de alcanzar el sueño estadounidense». Supremacismo y neoliberalismo en estado puro».

Padre Ángel
Padre ÁngelLa Razón

Padre Ángel, (Sacerdote), 83 años

«Vivo muy preocupado, pero no es nada nuevo, sigo rezando mucho esperando encontrar esperanza entre tanta desolación. Saldremos todos juntos, porque la solidaridad que vemos es infinita»

Para José Ramón Amor, la discriminación de las personas por la sola razón de su edad (cuya denominación es el ageísmo, edadismo, etaísmo) es igual o peor que el racismo o el machismo. «Es una inmoralidad como la copa de un pino. Pero, además, injusto: porque esas personas, hombres y mujeres que en circunstancias muy difíciles –nuestra guerra civil, la segunda guerra mundial– supieron sacrificarse por el bien común, para construir el estado de bienestar del que hoy disfrutamos». Este experto considera que «no podemos asistir impasibles ante hechos como este, que no son más que el resultado del derrumbe y la deconstrucción del modelo ético y antropológico tradicionales».

Emilia Sánchez y Ramón Cascos, padres de Emiliano Cascos
Emilia Sánchez y Ramón Cascos, padres de Emiliano CascosLa Razón

Emilia Sánchez y Ramón Cascos, 86 y 88 años. Padres de Emiliano Cascos (Periodista)

Ya no llevaban un buen año antes de iniciarse la crisis del coronavirus. “Hace dos meses me pusieron un marcapasos y dos semanas después me rompí una muñeca. Pero esto del virus sí que me da miedo y no lo otro”, comenta Emilia. Su hijo, que les lleva la comida y las medicinas, les ha insistido en que no salgan ni a la puerta de la calle. “Si hay que quedarse en casa pues qué le vamos a hacer”, comenta Ramón resignado y con tristeza: “La semana pasada murió mi hermana Encarna y no he podido ni despedirme de ella”.

Por su parte, el dramaturgo Albert Boadella considera que «la longevidad de nuestra población es algo que ha pillado por sorpresa a nuestro Estado de Bienestar» y lo cierto es que José Ramón Amor está de acuerdo con que ésta sea una de las causas de fondo de la crisis latente que nos ha desvelado el coronavirus. «Tener 80 o 90 años hoy es algo común. Llegar a los 100 años ya no es ninguna cosa de otro mundo: sin ir más lejos, en Galicia, la Comunidad que me vio nacer y en la que vivo, hay ya unas 1.800 personas con esa edad, y casi todas con buena calidad de vida», explica.

Felipe López Martín, padre de Cristina López Schlichting
Felipe López Martín, padre de Cristina López SchlichtingLa Razón

Felipe López Martín de Loeches, 80 años. Padre de Cristina López Schlichting

Me preguntaban recientemente qué haré cuando termine el confinamiento y me salió de inmediato: abrazar a mis padres. Están solos y, ahora, sin la empleada doméstica. Mi padre -toda la vida en su despacho de abogado- ha aprendido a hacer el desayuno, recoger la cocina, poner el fregaplatos, barrer y fregar. “Lo único que no consigo es planchar –dice, muerto de risa- seguro que después de esto puedo volver a trabajar, esta vez en la hostelería, todos los oficios son indispensables, como ahora se demuestra”.
Mantener el ánimo no es fácil: “A veces estoy contento, pero otras, preocupado, con altibajos. Veo actuar a verdaderos héroes y me gustaría imitarlos, pero no puedo. También veo actitudes malignas, espero que las erradiquemos cuando todo esto pase”. Ha desarrollado una rutina que le ayuda. Utiliza media hora la bicicleta estática, lee cuanto puede, sale al balcón a tomar el aire y por las noches ve alguna película que le permita tomar distancia. Confiesa que no duerme bien: “Pienso en mi gente más próxima, pero también en la multitud de familias con hijos pequeños, con poco espacio…por eso sé que no debo quejarme. Cuando mi antigua secretaria y amiga me llama y me cuenta los fallecimientos o ingresos de conocidos, me sorprende la gran cantidad de noticias funestas”.
Este viejo titán, que ha levantado una familia enorme y sólida, no pierde oportunidad para pedir a la gente que resista. “Que resistan, resistan, resistan. Y que confíen en Dios, que Dios existe, ahora se ve más que nunca. Si alguna vez flaqueo en la fe, al final del día pido perdón y rezo. Es lo único que me hace dormir.

Amor también ha ofrecido en la revista «Vida Nueva» un intento paralelo al de Cantera para analizar cuales son las causas de fondo de lo que está sucediendo con nuestros mayores. Para este experto es fundamental que nos demos cuenta de que «no podemos asistir impasibles ante hechos como estos, que no son más que el resultado del derrumbe y la deconstrucción del modelo ético y antropológico tradicionales». Y contra el «ageísmo» y la cultura de la muerte hace falta una «cultura de la vida, y un sí a una sociedad inclusiva en la que todos sus miembros valen lo mismo porque tienen dignidad y no precio».

Juan, padre de Rubén Pinar, Torero
Juan, padre de Rubén Pinar, ToreroLa Razón

Juan, padre de Rubén Pinar. Torero

El diestro albaceteño, afincado en Valencia, narra cómo sufre estos días los kilómetros que le separan de sus padres. Desde la distancia, así vive el matador Rubén Pinar la crisis sanitaria que amenaza especialmente a personas como sus padres, que a pesar de su edad mantienen intacto su instinto de protección paternal. «Es impresionante, ni con setenta años se preocupan antes por ellos que por nosotros. Está claro que los padres nunca dejan de ser padres, ni una pandemia frena su entrega por sus hijos», reconoce Rubén. Al menos, al diestro le alivia saber que viven lejos de las masificaciones, en una aldea cerca de Tobarra (Albacete).
Aunque las noticias que recibe diariamente no le tranquilizan, sí lo hace saber que sus padres están en casa. «Afortunadamente están muy bien de salud, pero sobre todo me calma que estén rodeados por los suyos y que siempre habrá alguien dispuesto a atender sus necesidades». Los padres de Rubén, Juan y María, aseguran que viven la situación más surrealista de sus vidas, y que a pesar de nacer en tiempos de necesidad y hambre, no recuerdan una situación tan dramática como la que ahora atravesamos. Pero al menos hoy la tecnología les permite olvidar durante unos minutos de conversación los kilómetros que separan Albacete de Valencia. Juan y María demuestran que los padres de un torero parecen hechos a prueba de cualquier amenaza, viviendo en vilo cada tarde en la que torea su hijo, lo que según asegura Rubén «les dota de una fortaleza sobrehumana capaz de resistir cualquier adversidad».