
Sociedad
Nueva iconoclasia

En el siglo VIII, el emperador bizantino León III decretó bula de excomunión a los iconos o imágenes sagradas, naciendo así la iconoclasia, movimiento que a día de hoy siguen estrictamente el Islam, el judaísmo y parte del protestantismo.
En España, la iconoclasia ya se expresó de manera clara recién comenzada la Guerra Civil, con el fusilamiento del monumento al Sagrado Corazón de Jesús en el Cerro de los Ángeles, inmortalizado en una histórica y cuidada fotografía, como símbolo internacional de la contienda. Culminarían la ejecución expertos dinamiteros días después.
Ahora, el «efecto Floyd» está degenerando en una nueva iconoclasia que amenaza con extenderse a todo lo que toque, de no recuperarse pronto la cordura. Empezó por el cine, pero se esparce como una mancha de aceite, y ya ha llegado a la pequeña pantalla: la creadora de la célebre serie «Friends» ha pedido perdón por la falta de diversidad racial de sus protagonistas dieciséis años después de la emisión de su último capítulo.
El mundo escultórico ha sido el siguiente en ser arrastrado por esta nueva ola iconoclasta, derribando de su pedestal a quienes los censores de la «nueva normalidad histórica» consideran deben ser excomulgados del espacio público.
Desconocemos los cánones de esta «nueva normalidad» artística, cultural y religiosa, pero el dogma de la «corrección política» está muy arraigado, con sus inquisidores prestos a promulgar sus bulas y fatwas de excomunión social. Eso así: con efectos retroactivos y muy selectivos.
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