Tolerancia cero
Maristas: cómo salir del infierno de los abusos
La congregación se ha convertido en la primera institución española que indemniza con 353.000 euros a un grupo de supervivientes de la pederastia cuyos casos se habían archivado
Badalona. Abril de 2011. Dos grupos de antiguos alumnos del colegio Maristes Champagnat dan un paso al frente para denunciar los abusos de un religioso unos 30 años atrás. Barcelona. Diciembre de 2020. Los Maristas se convierten en la primera institución de la Iglesia en España que acuerda indemnizar a las víctimas de abusos sexuales cuyos casos habían sido archivados por la justicia civil. En total, 353.000 euros para 25 supervivientes de la pederastia de una entidad eclesial, una reparación establecida por una comisión externa e independiente de la que existen precedentes en Francia, Alemania, Bélgica, Suiza y Australia, entre otros.
A ambas fechas les une y separa una década de dolor, lágrimas, presión mediática, visitas a los juzgados… En este tiempo, hasta 18 religiosos, profesores y monitores de los Maristas en Cataluña fueron denunciados por agresiones cometidas a partir de los años 60. Nada se pudo hacer ante los tribunales por tratarse de delitos prescritos, salvo con Joaquín Benítez, maestro barcelonés, condenado a 21 años y nueve meses de prisión por abusar de cuatro estudiantes.
Ante esta laguna jurídica, el pasado mes de enero, los Hermanos Maristas y la asociación de víctimas Mans Petites pusieron en marcha la Comisión de Acogida de Víctimas de Abusos Sexuales Prescritos. Tal es la independencia con el que se ha trabajo en la comisión que los propios Maristas no supieron de su resultado hasta que se expuso a la opinión pública el pasado jueves.
Un equipo formado por un abogado y dos psicólogas. «No hay ninguna indemnización que pague la vida devastada y la felicidad rota de un niño», expresa Montserrat Bravo, la doctora en psicología que ha analizado caso por caso que denunció cómo la prescripción de estos delitos perpetúa «la ley del silencio», en tanto que el lapso de tiempo entre el abuso y el momento en el que el abusado da el paso a verbalizar su calvario.
De ahí que la nueva ley de protección integral a la infancia y adolescencia hará que el plazo de prescripción de los delitos empiece a contar a partir del momento en que la víctima cumpla una edad de 30 años y no 18, como ocurre actualmente.
Un vía crucis, que al menos, en el caso de estos 25 supervivientes se hace algo menos cuesta arriba. «Han tenido una generosidad enorme, porque han confiado plenamente en el proceso abierto. Solo querían hablar con nosotros para que su drama no se volviera a repetir», detallan desde los maristas, que tumban el más mínimo interés en materia económica por parte de los afectos: «Si hubiesen querido sacar beneficio de esto, se habrían puesto en contacto de otra manera».
Esta resolución de la comisión también supone una salida de los infiernos para una de las instituciones religiosas de referencia en nuestro país tanto en el ámbito educativo como en el acompañamiento de niños y jóvenes en riesgo de exclusión. «No vi temblar los pilares del colegio, pero sí a las personas, sobre todo a nuestros profesores, que son víctimas secundarias. He visto a compañeros míos sufrir lo indecible, que han estado años y años en el centro, que ha compartido pasillos con los acusados y las víctimas y no tenían ni idea de lo que pasaba. Nadie quiere en su casa lo que a nosotros nos ocurrió, fueron días muy duros que culminan ahora con este informe», confiesa Raimon Novell, que lleva unas cuantas cruces a sus espaldas, en tanto que es el director del colegio Maristes Sants-Les Corts de Barcelona, epicentro del escándalo por aglutinar la mayoría de las denuncias, en el que un día sí y otro también se llegaron a acumular pintadas, cámaras, amenazas de la retirada del concierto por parte de la Generalitat de Cataluña…
«Hoy, nuestra escuela goza de buena salud y solo notamos en su momento un descenso leve de matrículas, pero no un estruendo. Tuvimos la grata sorpresa de que las familias y los alumnos nos apoyaron muchísimo. De lo contrario, habríamos sufrido mucho más», explica Novell que deja entrever en sus palabras que ha pasado carros y carretas. «Acepto que somos responsables, pero no culpables. Hemos sido un referente de lo que no debió ocurrir y espero que lo seamos ahora de espacio seguro para los menores».
Su implicación en el centro era tal que los hermanos maristas ya habían confiado antes en Novell como coordinador del Equipo de Protección a la Infancia en Cataluña. «De todo el período de ruido en la opinión pública, me quedo con la sensación de que la sociedad se fija más en buscar a quien condenar en un instante que en buscar soluciones al problema de fondo. Está bien que se aclaren las cosas en un colegio o en una congregación, pero los abusos no son un problema únicamente de las escuelas ni de los religiosos, ni siquiera de los centros públicos o deportivos, sino de todos».
Los Maristas han querido llevar hasta el final, no solo «tolerancia cero» marcada por el Papa Francisco, sino convertirse además en referente en materia de promoción, prevención y protección que ya aplican en todos sus centros a varias velocidades. A corto plazo, con protocolos para detectar cualquier situación de riesgo y con pedagogía a cada curso a todos sus alumnos, de 3 a 18 años, para sensibilizar y proteger, para anticiparse al más mínimo indicio.
«Estas herramientas nos están ayudando a detectar abusos fuera de los centros», reconoce Novell. A medio y largo plazo, con un cambio de mentalidad que pasa por una formación integral a los adultos que forman parte de la estructura marista, desde los hermanos al claustro, pasando por el personal de servicio, padres y madres... De hecho, están a punto de obtener un certificado por parte de Keeping Children Safe –auditoria internacional sobre espacios seguros– y un reconocimiento por parte de Unicef. Lejos de sacar pecho –aunque se sienten orgullosos de lo inédito de la comisión–, siguen vigilantes, conscientes de que los pederastas continúan al acecho. Se lo han puesto difícil en sus aulas, albergues, campamentos y demás lugares donde trabajan, pero ahora les preocupan las casas de los menores. Sobre todo, teniendo en cuenta que alrededor del 85% de las agresiones a los colectivos vulnerables se producen en el entorno familiar.
En estos diez años, en paralelo a los maristas, la Iglesia universal ha pasado de negar la mayor, e incluso a encubrir a los depredadores para preservar el nombre de la institución, para mirar de frente a esta lacra. Los 353.000 euros de los Maristas no dejan de ser una anécdota si se amplía la mirada a los escándalos de pederastia clerical que han salpicado otras latitudes del orbe católico. Ahí está la declaración en bancarrota de algunas diócesis norteamericanas, con Boston al frente.
Se calcula que, en su conjunto, la Iglesia en Estados Unidos podría haber pagado en total más de 4.000 millones en compensación a las víctimas. «La prescripción no puede suponer ni el olvido ni la ausencia de responsabilidad», insiste el coordinador del Equipo de Protección de la Infancia de los religiosos, que insiste en que «las víctimas tienen que estar siempre en el centro para escucharlas y acogerlas, tenemos un deber moral con ellos, no se trata de calmar conciencias, de comprar su silencio ni de limpiar el buen nombre de una entidad».
«La prueba de este cambio de mentalidad es la independencia de nuestra comisión, que no buscaba juzgar a nadie, solo acompañar. No ha sido ni juez ni policía porque el acusado estaba ausente y legalmente no se puede actuar contra él al estar prescito. La víctima es el centro. La justicia juzga, nosotros queremos escuchar y compartir su sufrimiento», manifiesta.
De ahí que, además de la compensación, el provincial de los Maristas haya pedido perdón personalmente a cada uno de ellos y, además, les haya sugerido la posibilidad de hacerlo cara a cara.
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