Nuevos ensayos

Los expertos, a favor de vacunar a los menores y las embarazadas

Las dosis que van ensayando varían si los niños son menores o mayores de 2 años

La violencia obstétrica está definida como aquella que sufren las mujeres durante el embarazo o el parto por recibir un maltrato físico
La violencia obstétrica está definida como aquella que sufren las mujeres durante el embarazo o el parto por recibir un maltrato físicoLA RAZONLA RAZON

En la última semana se han registrado importantes cambios en los sistemas de vacunación. Por un lado Pfizer ha comenzado a probar su vacuna en menores de 12 años. Las primeras participantes del ensayo, un par de niñas gemelas de 9 años, fueron inmunizadas en la Universidad de Duke en Carolina del Norte el miércoles. Los resultados del ensayo se esperan para la segunda mitad del año y, si todo sale bien, la compañía espera vacunar a niños más pequeños aún, a principios de 2022.

Al mismo tiempo, Moderna también ha iniciado pruebas en menores, entre seis meses y 12 años y los mismo ocurre con AstraZeneca y Johnson & Johnson, que ha asegurado que planea extender las pruebas de su vacuna a niños pequeños después de evaluar su desempeño en niños mayores. ¿Es habitual que menores de edad participen de ensayos clínicos? Inscribir a menores demasiado pronto puede exponerlos a riesgos de investigación excesivos. Sin embargo, esperar demasiado podría perjudicar los beneficios de una vacunación y tiene el potencial de retrasar la respuesta efectiva a la pandemia por un año o más.

«La verdad es que no se incluyen menores en ningún ensayo clínico, nadie menor de 18 años, porque no pueden decidir por sí mismos» –explica a LA RAZÓN Carmen Álvarez-Domínguez, investigadora en Inmunoterapia e Inmunología de la Universidad Internacional de La Rioja –. «A no ser que sean vacunas para niños. En ese caso se intenta hacer ensayos con menores entre 12 y 18 años».

Estos ensayos son, por razones obvias, diferentes a los que se llevan a cabo en adultos. Tanto la Agencia Europea de Medicamentos, como la FDA y la OMS tienen reglas muy precisas para estos ensayos. Si bien la composición de las vacunas es la misma, tanto para adultos como para niños, la diferencia está en la dosis. Y encontrar la adecuada es fundamental. Los laboratorios buscan llegar a la dosis más baja posible, un equilibrio entre seguridad y producir un nivel adecuado de anticuerpos. Por ejemplo, Moderna usa una dosis de 100 microgramos en adultos y en los ensayos con menores está probando tres dosis diferentes para niños menores de 2 años (25, 50 y 100 microgramos) y dos dosis para niños mayores de 2 años, a 50 y 100 microgramos. Cuando se determina la dosis óptima, el ensayo se amplía a más voluntarios y se hace una comparativa con placebos. «Lo que ocurre con los menores» –añade Álvarez-Domínguez– «es que como no son un grupo de riesgo, excepto aquellos que tengan una patología previa, no son un grupo prioritario en primera instancia. Pero sí lo son para evitar o reducir la propagación de la pandemia. En breve tendremos los datos de estos estudios». De lo que sí sabemos más es de embarazadas. Y son seguras es lo primero que hay que decir»e.

Importancia

Pero no solo son seguras sino que al inmunizar a la madre, también se consigue una respuesta similar en el feto. Y por ello es tan importante vacunar a embarazadas. Durante el periodo de gestación se produce una bajada de la respuesta inmunológica. Se trata de algo natural cuyo propósito es evitar el rechazo del embrión.

«Este descenso en la respuesta inmune» –confirma Álvarez-Domínguez– «hace que sean más sensibles a ciertos patógenos. Lo más recomendable es vacunar a las embarazadas a partir del segundo trimestre porque en este momento podrían transmitir inmunidad al feto. Es imprescindible señalar que todas las vacunas son seguras… En cuanto a recomendables, yo me inclinaría más por las vacunas de ARN porque son las que producen reacciones más débiles».

¿Cómo se produce la inmunización del feto? ¿Qué tipo de inmunidad es? ¿Cuánto dura? ¿Impide contagiar a otros? Todas estas preguntas son las que se intentan responder a través de los ensayos. «Lo que suele ocurrir» –afirma Álvarez-Domínguez– «es que como los anticuerpos los suele transmitir la madre al hijo es más importante vacunar a la madre que al bebé. El bebé se protege a través de la placenta porque pasan anticuerpos y alguna célula inmunológica. Y luego a través de la lactancia se transmiten anticuerpos y se consigue la inmunidad».

¿Podría entonces la lactancia actuar como una solución alternativa para hermanos menores? «Esto no es posible – explica Álvarez-Domínguez –. El tipo de anticuerpo que se transmite con la lactancia es distinto al que se transmite en las vacunas. Curiosamente, el de la lactancia es el mismo que se produce en las vías respiratorias cuando nos infectamos de covid. Pero es muy difícil recuperar estos anticuerpos por el pH de la leche, por las condiciones… Sí se pueden recuperar ciertas células de las lactantes, pero precisamente los anticuerpos son sensibles, por ejemplo, a la congelación, ya que los degrada. Las proteínas de la leche también actúan en contra. Las células de la leche serían como un trasplante y no se pueden pasar a cualquiera, de hecho a un hijo quizás le produce rechazo. Lo puede tomar por la leche, pero inyectado ya puede generar rechazo».

Finalmente está la vacuna que Luis Enjuanes está desarrollando con el CSIC y que solo necesitaría de una dosis y se administraría vía nasal. ¿Es recomendable para menores? «Sin duda» –concluye Álvarez-Domínguez–. «Es similar a las que tenemos en el sistema de vacunación. En este caso se trata de un virus atenuado, como la de la polio, y ese es el gran éxito de ese tipo de vacunas. Y tienen un éxito tremendo. Para niños yo apostaría por estas porque tenemos mucha evidencia científica de que funcionan muy bien».