Intervención
Un histórico trasplante de riñón en el Hospital de La Paz: 15 profesionales de 10 especialidades
Los profesionales de Nefrología, Hematología, Urología... lo realizaron a una mujer que ahora podrá evitar operaciones posteriores y dejar de tomar medicamentos inmunosupresores
Quién diría por su alegría, simpatía y coraje ante la vida que Nora Bastarrica lleva desde los ocho años de edad sometida a cuatro trasplantes de riñón. El último, hace apenas tres meses, se lo practicaron en el hospital público Universitario La Paz, de Madrid, y presenta unas peculiaridades muy definidas con respecto a los anteriores. Se trata del primero en España en adulto ( en 2020 se realizó en el mismo centro el primero en el mundo en un adolescente de 15 años) de donante vivo emparentado y de progenitores hematopoyéticos, cuyo fin es evitar la terapia inmunosupresora. Dicho de otro modo, se pretende desarrollar una tolerancia inmunológica.
El equipo de La Paz mantiene estrecho contacto con el Centro Médico de la Universidad de Stanford, California (Estados Unidos). Naturalmente, lo novedoso es la combinación del trasplante de riñón con el de progenitores hematopoyéticos. ¿Por qué estos últimos? La hematopoyesis es el proceso mediante el que se van produciendo los elementos que constituyen la sangre y está regulado por diferentes etapas que se inician con la célula progenitora hematopoyética. Todo ello se desarrolla en la médula ósea alojada en distintos huesos del organismo.
En la intervención han participado 15 profesionales de 10 servicios y unidades diferentes, como las de Nefrología, Hematología, Urología, Hemato-Oncología, Coordinación de Trasplantes o Servicios Centrales. El injerto, cuando es viable, suele tener una duración media que oscila entre cinco y 20 años, además de intentarse el mayor grado de histocompatibilidad y de estar sometido el paciente a inmunosupresión de por vida.
Como explica la propia Nora para una fácil comprensión, los expertos desarrollan un complejo mecanismo de terapia celular, que dura un año, es decir, de marzo de 2021 a marzo de 2022: “Van paulatinamente administrándome células sanguíneas seleccionadas extraídas a mi hermano para que mi médula ósea las vaya asimilando y haciendo suyas, digamos, a fin de que no se produzca el rechazo del injerto. De este modo, se evita el tratamiento inmunosupresor, que en absoluto es inocuo, pues hay mucho más riesgo de infecciones, anemia, diabetes, eventos cardiovasculares e incluso tumores”.
A causa de una glomerulonefritis, que le condujo a una insuficiencia renal al no hacer la función de filtrado de los desechos los glomérulos del riñón, que son los filtros, tuvo que ser sometida a diálisis peritoneal ambulatoria y desde muy niña aprendió a controlar ella misma el proceso. Esta guipuzcoana recibió su primer riñón en el hospital público Universitario de Cruces, de Bilbao, a los 16 años, pero apenas le duró 12 meses y tuvo que volver a la diálisis peritoneal. A los 20 años fue receptora del segundo en el hospital público Universitario Marqués de Valdecilla, de Santander. Nuevo rechazo agudo al poco tiempo, nuevo trasplante en el mismo centro y, por fin, 28 años seguidos con el mismo órgano y tratamiento inmunosupresor.
“Pero en 2018 –relata esta mujer coraje- me cuentan los médicos que el riñón empieza a fallar. Yo ya llevaba tiempo viviendo en Madrid por mi carrera y mis médicos, Carlos Jiménez y María López Oliva, empezaron a estudiar la última posibilidad. Es verdaderamente increíble cómo ha avanzado la técnica de los trasplantes en estos últimos 30 años. ¡Si es que a veces no tengo ni dolor después de la cirugía! Aparte de lo que hayan progresado las técnicas quirúrgicas y del control del dolor y de la inmunosupresión, los propios cirujanos y todos los especialistas y agentes implicados actúan con una delicadeza y un interés, que jamás podré estar agradecida”.
Nora subraya que, además de adorar a su hermano Iñaki por haberle dado la vida y a su hermana María por haber cambiado de residencia para venir a Madrid a cuidarla, se prestó a esta última y novedosa opción no solo por ella y su familia, sino por gratitud a todo cuanto ha hecho la medicina por ella.
“Mi madre murió con 65 años súbitamente de un ictus –explica- y mi padre a los 17 meses de una rara enfermedad autoinmune. Estamos seguros de que se dejó morir porque no sabía vivir sin ella. Mamá nos infundió el amor entre los cuatro hermanos, por la vida y los demás. También nos enseñó a ser resilientes para salir reforzados de las adversidades. Yo lo he pasado muy mal y hubo un momento en que estuve a punto de morir. Sin embargo, jamás he temido a la muerte. Siempre he pensado que saldría adelante con el apoyo emocional de los que me quieren y, por supuesto, de mis queridísimos médicos y enfermeras, a quienes debo tanto. Siempre me he sentido arropada y cuidada por todos ellos”.
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