Allessandra Smerilli
Esta monja ha roto todos los techos de cristal del Vaticano
El Papa ha convertido a la salesiana y economista italiana Allessandra Smerilli en la mujer con más responsabilidad en el engranaje de la Santa Sede
Son las cuatro de la madrugada. Alessandra se dirige al aeropuerto de París. Un taxista y una monja en un mismo destino. Él pregunta: «¿A qué se dedica?». Ella habla de su experiencia como economista. Los dos conversan largo rato sobre el complejo contexto actual, hasta que el conductor entra en lo personal. «¿Está casada? ¿Tiene hijos?». «Soy una monja», responde como si se tratara de una evidencia incuestionable. «¿Y qué?», apunta su interlocutor. El hábito y el crucifijo no le dicen nada. Ella tuvo que esmerarse todo el camino en hacerse entender con el conductor.
«El eco de aquel diálogo me acompaña hoy, constaté que vivimos en una sociedad postcristiana». Así esponja la realidad Alessandra Smerilli, la salesiana de 46 años que, desde este jueves, es la secretaria interina del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, además de delegada de la Comisión Covid-19, dos departamentos creados ex profeso por el Papa argentino. Estos cargos provisionales le llevarán a concentrar el trabajo que hasta ahora realizaban dos sacerdotes, un liderazgo que supone un ascenso en toda regla, convirtiéndola en la mujer de mayor rango en la Curia, que ya era subsecretaria de este ‘ministerio’ vaticano desde marzo de 2021.
No le faltan méritos. Nacida en Vasto, en la región del Abruzzo, esta economista con doble doctorado en la Sapienza de Roma y en una universidad británica de East Anglia, es profesora universitaria de Economía Política y Estadística. «Cuando me preguntan por qué una monja se ocupa de la economía, yo respondo: ¿por qué no? Que sea religiosa no significa que no sea humana».
Su credibilidad es tal que el Gobierno italiano la seleccionó para el Consejo Nacional sobre el Tercer Sector, así como para un grupo de trabajo del Ministerio de Igualdad. Colaboradora habitual de la RAI, el diario la ‘Repubblica’ la ha incluido en la lista de las 20 mujeres más influyentes del país y recientemente ha sido condecorada con la Orden de la Estrella de Italia por su investigación académica y compromiso ético sobre las finanzas.
Y eso que no fue ella la que eligió estudiar economía, sino su superiora. Con 16 años tenía claro que su vida era para servir a los demás y a los 18 ingresó en el noviciado. Cuando pensaba que la mandarían a trabajar con los jóvenes y con los últimos, la propusieron ampliar formación. Ella pensó en educación o psicología, la enviaron a hacer cuentas. A Alessandra no le hizo mucha gracia, porque literalmente se veía «enterrada entre números de por vida». Entre sus 250 compañeros de clase, solo ella llevaba hábito: «En aquel momento, el gris volvió tendencia y se puede decir que al menos iba a la moda».
El salto involuntario de Smerilli al estrellato eclesial llegó cuando Francisco la convocó como auditora para el Sínodo de los Jóvenes en 2015. A partir de ahí, no le perdió la pista. En 2019 la fichó para varios departamentos en apenas dos meses. Como consultora de forma permanente para la secretaría general del Sínodo. Como asesora del Pontificio Consejo para la Cultura. Y, especialmente, como consejera de la Ciudad del Vaticano. Rompía un techo algo más que de cristal, al entrar a formar parte de un equipo de gobierno que hasta era únicamente masculino. ¿Su encomienda? Velar por la transparencia y una gestión eficaz de las cuentas del Estado más pequeño del mundo, dentro de este órgano que ejerce el poder legislativo del Vaticano.
«Siento la responsabilidad de hacer las cosas bien para que otras puedan continuar», asegura Alessandra, cada vez que se le presenta como avanzadilla de otras tantas. «Quisiera que nos evaluasen por competencias y que el hecho de ser hombre o mujer no sea determinante», señala desmarcándose de una posible guerra de cuotas: «Es necesario que la Iglesia trabaje más en descubrir los muchos talentos que hay en las mujeres».
Aunque se muestra convencida de que «Dios ha entregado la tierra a hombres y mujeres, y hombres y mujeres debemos custodiarla», deja aparcado el debate sobre el sacerdocio femenino: «No creo que el camino a seguir sea abrir el sacerdocio a las mujeres, sino desclericalizar las estructuras eclesiásticas».
A Francisco, le une su común concepción sobre el dinero, que pasa por una «economía con alma» y por rebelarse contra el sistema actual ¿Anticapitalista? ¿Comunista? Ni lo uno ni lo otro, pero sí insobornable, acicate de los paraísos fiscales y de los saqueos a los países en vías de desarrollo, fruto de esa austeridad que llevan en el adn las religiosas salesianas.
«Estamos exprimiendo los bienes del planeta como si fuera una naranja», denuncia de forma pedagógica, desde un pensamiento se alinea con las mayores expertas de la materia del planeta, entre ellas, la premio Nobel Elinor Ostrom, Jennifer Nedelsky, Kate Raworth y Mariana Mazzucato. «La pregunta es, ¿tendremos el coraje de evitar la tentación de volver a la normalidad y atrevernos a ir por la nueva dirección, más humana, más colectiva, más inclusiva, más amigable con la Tierra?», expone en relación al mundo postcovid: «No es posible que la gente siga muriendo de hambre. El Papa ha dicho que el hambre es un crimen».
A pesar de los galones que se ha ganado a pulso dentro y fuera de la Iglesia durante estos años a golpe de esfuerzo alguna ocasión ha tenido que pararle los pies a quien ha osado despreciarla por el mero hecho de ser monja. «Una vez durante una conferencia en Calabria, tuve que decirle a una persona que tenía obvios prejuicios que las cosas que estaba diciendo las había publicado en una revista científica, no en la hoja parroquial».
Con esa misma contundencia, pero con más dulzura, se despidió aquella mañana de su taxista al llegar al aeropuerto, el hombre que le abrió los ojos sobre el escenario en el que se ha de mover la mujer con más cargos en la Santa Sede. El conductor le soltó una última pregunta. «¿Es usted feliz?». Sor Alessandra contestó sin dudarlo: «Sí».
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