Religion

El Papa y su diseño IKEA para Europa: “Reconstruye mi casa”

Francisco reclama a los líderes y a los obispos que reactiven una “visión profética y global” frente a un continente “enfermo de cansancio”

El Papa, hoy, en una misa concelebrada con los presidentes de las conferencias episcopales europeas
El Papa, hoy, en una misa concelebrada con los presidentes de las conferencias episcopales europeasFILIPPO MONTEFORTE / POOLAgencia EFE

Jorge Mario Bergoglio nunca se ha perdido por el laberinto interminable de IKEA. Probablemente nunca haya intentado pronunciar el nombre impronunciable de la práctica totalidad de sus muebles. Tampoco se habrá puesto a montar un aparador con la sospecha de que alguna tachuela se quedó por el camino. Y menos aún se habrá topado con alguien al lado convencido de que nunca lo llevaría a término. Quizá esto último sí, teniendo en cuenta que no pocos contemplan su pontificado limándose las uñas, confiando en que todo vuelva a la antigua normalidad cuando llegue el siguiente con sus trastos.

El Papa no se ha pateado IKEA, pero sí tiene integrada esa filosofía del ‘háztelo tú mismo’ si quieres salir adelante. Y esa misma filosofía es la que invita a aplicarse con tesón a una Europa a la que entrega un particular manual de instrucción de montaje. O de desmontaje, según se mire. “Reflexionar, reconstruir, ver”.

Son los tres verbos que animó a conjugar a los “cristianos y pastores” europeos. Se lo manifestó esta tarde a los obispos participantes en la Asamblea Plenaria del Consejo de Conferencias Episcopales Europeas. En una celebración en la basílica de San Pedro sin apenas presencia de fieles, Francisco entregó a los pastores un particular libro de instrucciones para sacar a flote el viejo continente.

Francisco echó mano del profeta Ageo para hacer suyo un llamamiento de Dios: “Reconstruye mi casa”. “Esto es lo que necesita la construcción de la casa común europea: dejar las comodidades de lo inmediato y volver a la visión de futuro de los padres fundadores, una visión , me atrevería a decir, profética y global”, les encomendó el Papa.

Para ello, recordó cómo en los inicios de la Unión Europea “no buscaron el consenso del momento, sino que soñaron con el futuro de todos”. “Así se construyeron los muros de la casa europea y solo así se podrán reforzar”, insistió.

Ahondando aún más en la urgencia de evitar un resquebrajamiento europeo, subrayó que “cada reconstrucción se lleva a cabo en conjunto, bajo el signo de la unidad. Con los demás. Puede haber diferentes visiones, pero siempre se debe preservar la unidad”.

Habrá quien piense que un Pontífice llegado de América Latina, de la Argentina de los Kirchner, poco puede saber de cómo arreglar el desaguisado de otro continente con coordinadas sociales y políticas distintas. O quizá sí. Ese ojo externo del porteño que ve de lejos la patria de sus abuelos siempre ofrece una perspectiva diferente. Y, por otro lado, Francisco lleva ocho años en suelo romano, olfateando la realidad con los sacerdotes y obispos que pisan Santa Marta, pero también con los presidentes y primeros ministros que recibe en los Palacios Apostólicos. Amén de sus conversaciones con Macron o Merkel, a la que admira como ejemplo de política cristiana de una primer potencia mundial que no ha tenido miedo alguno a abrir sus fronteras a los migrantes y de ejercer de lideresa con mano de hierro pero corazón humano a la hora de afrontar crisis humanitarias, aun con el riesgo de que se descuadran los balances financieros y las encuestas de popularidad se vieran amenazadas.

“Ayudemos a Europa hoy, harta de cansancio -esta es la enfermedad de Europa hoy- para redescubrir el rostro siempre joven de Jesús y de su Esposa”, soñó el Papa.

En un tirón de orejas de puertas para adentro, el Papa lamenta cómo “en Europa los cristianos estamos tentados a estar cómodos en nuestras estructuras, en nuestros hogares y en nuestras iglesias, en nuestras certezas dadas por las tradiciones, en el cumplimiento de un cierto consenso, mientras todos ‘alrededor de los templos están vacíos y Jesús es cada vez más olvidado”. Así, les invitó a no dejarse llevar por la idea de que los ateos “sean malos” o que “la dictadura del consumismo, una dictadura ligera pero asfixiante, intenta extinguir” al cristianismo.