En la misa dominical

«Cercanía y solidaridad» del Papa con los «golpeados»

Francisco reza por los huidos de sus hogares en La Palma

Fue al finalizar el rezo del ángelus. Cuando apenas pasaban quince minutos de las doce del mediodía, el Papa Francisco incluía una plegaría en su oración dominical por el desastre de Cumbre Vieja. «Expreso cercanía y solidaridad a aquellos que han sido golpeados por la erupción del volcán en la Isla de La Palma, en Canarias», exponía el Pontífice desde los Palacios Apostólicos, ante cientos de peregrinos que acudieron a la plaza de San Pedro para acompañarle. «Pienso especialmente en los que se han visto obligados a dejar sus casas», subrayó el Santo Padre a continuación, a las que definió como «estas personas tan afectadas». De la misma manera, quiso reconocer a quienes están trabajando en las labores de auxilio, «en la tareas de socorro». «Por ellos rezamos a la Virgen, venerada en esa Isla como Nuestra Señora de las Nieves», imploró, con la mirada en la patrona de La Palma.

«No estamos solos», exponía en paralelo en misa el padre Domingo Guzmán, que buscaba animar a sus feligreses desde la parroquia de Nuestra Señora de Bonanza en El Paso, a apenas cinco kilómetros del cono roto del volcán. Para el sacerdote palmero, «en estos días estamos aprendiendo algo muy positivo: gente que ha venido de todos los lugares y de todos los colores a ayudar y dar aliento, desde Las Palmas a Sevilla, de la UME a la Guardia Civil, políticos de todo signo…En medio de la dificultad, nos ha unido un proyecto común, todos a una».

Durante la homilía y con el rugir constante de la lava de fondo, compartió que «las diferencias en el caldo de cultivo del amor, nos enriquecen. Así, puso en valor cómo «cada uno está arrimando el hombro como puede, desde los que preparan la comida a quienes se están jugándose la vida analizando de cerca la lava». El cura de 79 años, que ha sufrido en primera persona las tres erupciones volcánicas de La Palma de los últimos años, echó la vista atrás para exponer que «los que vivimos el volcán de los años 50, lo recordamos como algo terrorífico». «Si entonces logramos superarlo sin medios, ahora con tanta solidaridad lo superaremos», añadió.

«Ni un vaso de agua entregado con cariño quedará sin recompensa para Dios», enfatizó, alentando a los presentes a no desfallecer cuando se cumple una semana de la primera erupción: «A estas alturas ya no tenemos palabras que decirnos, pero démonos un abrazo o démonos un apretón de manos, hoy es más necesario que nunca mostrar nuestra cercanía, sabernos escuchar, confortar al otro…».

«Tenemos que pedirle al Señor levantarnos con energía cada mañana para que, cuando nos pregunten cómo estamos, podamos responder: ‘Estoy de pie’», apuntó el presbítero, convencido de que es necesario permanecer «erguidos y no derrumbados» para salir adelante «con gallardía y esperanza».