Infancia

La pandemia triplica los trastornos mentales en los niños

La fiereza de las redes sociales y la autoexigencia en un entorno educativo difícil afecta a miles de adolescentes

Se ha diagnosticado en 2021 un alza del 1 al 4% en depresiones y ansiedades entre los 4 y 14 años
Se ha diagnosticado en 2021 un alza del 1 al 4% en depresiones y ansiedades entre los 4 y 14 añosEduardo SanzEuropa Press

Decía William Shakespeare que las heridas que no se ven son las más profundas. Tenía razón. El dolor psíquico y emocional que a veces nos inflige la vida no puede verse desde el exterior. Pero invalida, angustia, tortura y, a veces, cuando nuestra capacidad de afrontamiento se encuentra bloqueada o existe una enfermedad mental de base, avoca a considerar la muerte como una solución. Esta idea de poner fin de forma prematura a la vida sobreviene en el seno de las familias más normales y ocurre con situaciones absolutamente ordinarias, como una ruptura amorosa, la pérdida de un trabajo o el diagnóstico de una enfermedad, como es el caso de la covid en estos ya muchos meses.

De acuerdo con el informe Crecer Saludable(mente) que Save the Children dio a conocer esta semana, la pandemia ha incidido sobre este riesgo al triplicar el número de trastornos mentales en niños y adolescentes. Según el documento, un 3 por ciento ha tenido pensamientos suicidas en 2021, periodo en el que se han reducido los diagnósticos y los servicios de salud mental infantojuveniles están saturados. En concreto, los trastornos mentales han aumentado del 1% al 4 % en menores de entre 4 y 14 años y del 2,5 % al 7% en el caso de los trastornos de conducta. Estos datos se extraen de una encuesta realizada por la ONG a 2.000 padres y madres sobre la salud mental de sus hijos, que compara con los últimos datos oficiales disponibles de la Encuesta Nacional de Salud (ENS) de 2017.

Para el doctor José Manuel Montes, jefe de la Unidad de Hospitalización de Psiquiatría del Hospital Universitario Ramón y Cajal, los datos obtenidos durante la pandemia son una progresión que venía desde los últimos siete años. «Las medidas de confinamiento adoptadas durante la pandemia han disparado exponencialmente los casos de acoso escolar. Antes, el chico acosado podía estar aguantando la presión y el aislamiento de sus compañeros durante las horas lectivas, pero salía y tenía actividades extraescolares que le permitían evadirse. Pero el confinamiento y la ferocidad de las redes sociales le avocaron a una situación sin escapatoria»

Cecilia Borrás, fundadora de la asociación Después del Suicidio Asociación de Supervivientes (DSAS), explica que «estos factores estresantes negativos irrumpen en la mente cuando atravesamos un momento frágil y nos hace creer que la situación es irresoluble, lo que trastoca nuestros niveles de tolerancia convirtiéndolo en algo insoportable y que nos lleva al suicidio», comenta.

Su hijo se suicidó con 19 años. En su caso, fue una conducta reactiva a la ruptura sentimental que estaba viviendo en ese determinado momento. «Nos seguimos suicidando por amor. Una ruptura amorosa es una situación de mucha vulnerabilidad personal, pero especialmente entre los adolescentes que están experimentado por primera vez estas emociones afectivas», explica desde su propia experiencia personal y apoyándose en los cientos de testimonios que ha escuchado como presidenta de DSAS.

Su hijo no tenía ninguna enfermedad mental diagnosticada. Forma parte de ese escaso 10% de casos que obedecen a suicidios de tipo impulsivo. Sin embargo, en la inmensa mayoría, el suicidio es un síntoma de la existencia de una enfermedad mental. El doctor Montes considera que «cuando se piensa en la muerte como una posibilidad es porque, probablemente, empiezo a tener un síntoma de una enfermedad, sea en el contexto que sea. No podemos pensar que es una llamada de atención, banalizarlo, ridiculizarlo ni interpretar que la causa subyace en sus circunstancias vitales», indica el psiquiatra.

La presidenta de DSAS añade que la epidemia también ha provocado inseguridad hacia una percepción de uno mismo y de su futuro. «La pandemia ha afectado especialmente a adolescentes que tienen un autonivel de exigencia en su rendimiento académico. A ellos, la pandemia les ha trastocado los hábitos regulados de estudio. No hemos de olvidar que, en la juventud, tu referente es el grupo. Este referente se ha visto afectado por el confinamiento porque las relaciones se han distanciado y ha dificultado esa interacción social y esa compartición de sentimientos o pensamientos entre iguales».

El doctor Montes sostiene que debemos deshacernos de los estigmas que rodean a la enfermedad mental y que, ante esta situación, debemos pedir ayuda profesional. «Igual que acudo a un médico cuando tengo Parkinson porque una zona del cerebro está afectada y dificulta mi movimiento, hay que buscar ayuda profesional cuando la zona del cerebro que regula las emociones puede estar afectada», subraya. De la misma opinión es Cecilia Borrás. «Después de escuchar a muchas personas he aprendido que, además de confiar nuestra curación a una pastilla, necesitamos hablar. Compartir aquello que nos está pasando es muy poderoso. Pero necesitas a alguien que no solo te escuche, sino que también valide tu dolor», señala.

Verónica Forqué, cuyo fallecimiento ha servido para que los medios de comunicación vuelvan a poner el foco en la problemática del suicidio y su estigma, también reclamó esa escucha activa y denunció el aislamiento al que se enfrentan las personas con enfermedad mental en una entrevista que concedió antes de su paso por el concurso en el que reconoció que estaba agotada: «Esto es una enfermedad. Más que banalizarla, lo que hace la sociedad es evitar hablar de ella. Nadie quiere que le hablen de la muerte, y lo que quiere un deprimido es morirse». Pero nadie escuchó su llamada de auxilio en «prime time».

Como el hijo de Cecilia, muchos jóvenes de nuestro país recurren al suicidio como escapatoria a sus circunstancias vitales. De hecho, el suicidio es la primera causa de muerte no natural en los jóvenes, incluso por encima de los accidentes de tráfico. Según el Observatorio del Suicidio en España, 300 personas de entre 15 y 29 años se quitaron la vida en 2020. En lo que respecta a menores de 15 años, el Instituto Nacional de Estadística (INE) contabiliza 14 suicidios. Esta cifra supone un aumento del 50% con respecto a los datos de 2019, año en el que se produjeron siete casos. Un final, quizás, evitable.