Una variante peculiar
Así son los “hospitalizados Ómicron”: sin vacunar, más jóvenes, más mujeres y con menos riesgo de acabar en la UCI
Dos de cada tres ingresados, el 66,4%, no se había vacunado y en un 9,4% de los casos no fue posible identificar su estado de vacunación. Solo un 24,2% de los hospitalizados había recibido la pauta completa
La variante Ómicron también puede llevarte al hospital. Es cierto que todos los datos recogidos internacionalmente confirman que esta variedad nueva del SARS-CoV2 produce una enfermedad más leve, que la letalidad final es sensiblemente menor y que la vacunación masiva permite afrontar un panorama de infecciones muy elevadas pero menor tasa relativa de casos graves. Aún así, a la luz de los registros de ingresos y asistencias en Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), la variante extendida por medio mundo no está exenta de riesgos.
Ómicron está dando lugar a una nueva versión de la enfermedad respiratoria aguda grave (SARS) con sus propios patrones de conducta y su evolución singular. Pero ¿cómo de singular? ¿En qué se parece y en qué se diferencia la nueva forma de enfermedad de las conocidas hasta ahora? ¿Hay un perfil de hospitalizado Ómicron diferente al de los enfermos Delta más graves? Una nueva publicación de la revista Journal of the American Medical Association (JAMA) puede ayudar a trazar la respuesta a esas preguntas.
Ómicron presenta el mayor número de mutaciones halladas hasta ahora en ninguna variante de coronavirus de las que han suscitado preocupación entre las autoridades sanitarias. Desde las primeras secuenciaciones de su material genético se ha sospechado que esta variedad presentaba considerables aumentos en la capacidad de transmisión y de evasión de la inmunidad frente a las primas más cercanas. Pero ha hecho falta el paso de algún tiempo para empezar a contar con las primeras evidencias sobre el verdadero efecto de estos cambios en la gravedad de la enfermedad.
JAMA publica ahora el primer estudio en tiempo real sobre la incidencia hospitalaria relacionada con Ómicron. Se trata del análisis de bases de datos de Netcare, una institución que agrupa a 49 hospitales surafricanos especializados en asistencia de agudos. Como se sabe, la variante en cuestión fue detectada por primera vez en Suráfrica y la evolución de los casos en ese país es la de más largo recorrido.
El estudio ha permitido recoger historiales de todo los pacientes hospitalizados en esos centros con pruebas positivas de Covid-19. En los informes se recogen datos personales de cada paciente, necesidades de oxígeno, requerimientos de ingreso en UCI, tiempos de estancia y mortalidad desde el comienzo de los primeros brotes Ómicron en el país hasta el 20 de diciembre.
Los resultados indican que de todos los pacientes que llegaron a los hospitales con síntomas agudos de Covid, el 43 por 100 tuvo que quedarse ingresado, frente al 69 por 100 que lo hizo en las anteriores olas. Los hospitalizados durante la expansión de la nueva variante fueron en general más jóvenes y con mayor presencia de mujeres que en episodios de otras variedades como la Delta. En concreto, la edad media de los hospitalizados fue de 36 años.
De todos los ingresados, el 66,4 por 100 de los enfermos no se había vacunado y en un 9,4 por 100 de los casos no fue posible identificar su estado de vacunación. Solo un 24,2 por 100 de los hospitalizados había recibido la pauta inmunizadora completa.
Es muy significativo que el número de personas que necesitó ventilación mecánica durante el ingreso fue espectacularmente menor entre los pacientes Ómicron (el 17 por 100 frente al 74 por 100 de la anterior ola). Una vez ingresados, el 18,5 por 100 tuvo que pasar a UCI, frente al 29,9 por 100 de las olas anteriores.
La estancia media en el hospital fue de 7 días, tres menos que las anteriores crisis.
El dato más llamativo es el que se refiere a la mortalidad. En las cuatro olas que se han registrado de Covid en Suráfrica la tasa de muertes ha descendido del 19 y 29 por 100 entre las olas 1 y 3 a un 2,7 por 100 en la ola 4.
El patrón de patología asociado a la variante nueva también parece diferente, se presenta un paciente hospitalizado más joven, con más probabilidades de ser mujer y con menos patologías añadidas. El pronóstico es mucho más favorable y los riesgos de complicaciones respiratorias, menores. El trabajo presenta, sin embargo, algunas limitaciones. En primera lugar es difícil extrapolar los perfiles a otros países. La población surafricana es más joven que la europea, por ejemplo, y sus porcentajes de vacunación son menores. Además, no se ha podido establecer el genotipo del virus en todos los pacientes, aunque se cree que en diciembre la variante Ómicron ya estaba presente en el 95 por 100 de los casos hospitalizados.
Al final del estudio, el 7 por 100 de los enfermos seguía aún en el hospital, por lo que su evolución final no se ha podido recoger.
Pero el trabajo es suficientemente representativo como para asegurar que hay un patrón de hospitalización específico relacionado con la última ola de la pandemia.
En este sentido, otro estudio también realizado con pacientes surafricanos, en este caso llevado a cabo por el Instituto Africano de Investigaciones de la Salud (AHRI), arroja un dato curioso y quizás inesperado. Tras analizar los casos de 15 de pacientes vacunados y no vacunados que fueron infectados con la variante Ómicron se ha descubierto que en ambos casos sus organismos pueden haber sido protegidos contra la variante Delta también.
El trabajo (que está todavía a la espera de ser oficialmente publicado) ha sido firmado por el investigador del AHRI Alex Sigal y consistió en el análisis del plasma sanguíneo de los 15 individuos. Como era de esperar, en todos los casos se descubrió una reacción inmunológica potente contra Ómicron con capacidad de neutralización del virus 14 veces superior a las personas que no lo han pasado.
Pero curiosamente se detectó que estas personas también desarrollaron una cierta capacidad de respuesta contra la variante Delta (4 veces mayor que los no infectados).De confirmarse este resultado, se comprobaría que las personas que han sufrido la infección por Ómicron pueden estar más protegidas contra posibles reinfecciones futuras. En este sentido, las teorías que apuestan porque una infección generalizada de Ómicron puede suponer el principio del fin de la pandemia al limitar las opciones de nuevas olas podrían recibir un considerable espaldarazo.
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