Homicidio
Así se cometió el primer asesinato de la historia
Tras la reconstrucción de los 17 cráneos encontrados en la Sima de los Huesos, Atapuerca, los investigadores buscaron indicios que pudieran explicar qué los llevó hasta el pozo. Fue el último de los encontrados, el Cr-17, el que presentaba unas lesiones inusuales
La violencia interpersonal, tanto letal como no letal, en la historia de la humanidad es de especial interés para el ser humano ya que abre una ventana a las relaciones sociales en el pasado que puede estar asociada a contextos de subsistencia como la competencia por recursos escasos, la densidad de población o la defensa territorial. La violencia interpersonal puede manifestarse de diferentes formas en el registro arqueológico, incluido el traumatismo en huesos, lo que hace que sea susceptible de abordar en un contexto paleoantropológicos mediante la aplicación de métodos forenses modernos.
La violencia interpersonal está bien documentada desde al menos el Neolítico. En la prehistoria reciente, la manipulación humana perimortem, aquella ocurrida alrededor del momento de la muerte, en forma de cortes o fracturas de huesos a menudo se ha interpretado como canibalismo y podría indicar violencia entre grupos sociales humanos. La evidencia del canibalismo también está presente durante el Paleolítico y se ha documentado en homínidos fósiles que datan al menos del Pleistoceno temprano, la comúnmente conocida como Era de Hielo. Sin embargo, no hay evidencia de lesión traumática directa como posible causa de la muerte en ninguno de los casos ocurridos durante este periodo.
Tras la reconstrucción de los 17 cráneos y los 28 individuos encontrados hasta el momento, a partir de los más de 6.700 pedacitos encontrados en la Sima de los Huesos. Los investigadores revisaron minuciosamente los cráneos en busca de indicios que pudieran explicar qué los llevó hasta el fondo de un pozo vertical de 13 metros de profundidad, situado 30 metros bajo la superficie terrestre y a más de 500 metros de la entrada más cercana de la cueva kárstica que forma el yacimiento de Atapuerca. Fue el último de los encontrados, el Cr-17, el que presentaba unas lesiones inusuales.
Debido a que la descomposición de los tejidos blandos ocurre algún tiempo después de la muerte del individuo, es posible que las lesiones en Cr-17 se produjeran durante la caída libre, el modo de entrada de los cadáveres al sitio, o dentro de la cámara después de que el cuerpo llegara al lugar. Los pocos casos de fracturas perimortem halladas en los restos pueden atribuirse a que el cadáver aterrizó sobre un objeto duro (por ejemplo, un bloque de piedra caliza) en la parte inferior del pozo. Sin embargo, en el caso de Cr-17, el mismo objeto probablemente produjo las dos fracturas presentes en la parte frontal izquierda del cráneo. Por lo tanto, cualquier escenario relacionado con la caída libre requeriría que el mismo objeto golpeara el cráneo dos veces, un hecho altamente improbable. El mismo criterio es válido para excluir la caída de bloques de piedra caliza dentro de la cámara una vez que el cráneo fue depositado. De manera similar, “es poco probable que el desplazamiento del cráneo sobre los sedimentos dentro del lugar explique las fracturas perimortem en Cr-17. Además, parece muy improbable que procesos tafonómicos, como su transporte en el interior de la cámara, pudieran haber producido dos episodios de traumatismo idénticos en un mismo individuo”, explican investigadores del Centro de Evolución y Comportamiento Humanos de la Universidad Complutense de Madrid y del Instituto de Salud Carlos III, en un trabajo publicado en la revista científica “PLOS ONE”, donde se documenta el primer asesinato conocido de la historia.
Si se descartan los procesos tafonómicos en el interior del sitio como causa del traumatismo craneal, se pueden considerar otros escenarios posibles. La ubicación y el tipo de lesión son útiles para distinguir entre las posibles causas de traumatismo siguiendo criterios forenses. Los traumatismos accidentales o no intencionados suelen afectar a los lados de la bóveda craneal, mientras que las lesiones intencionadas se encuentran con mayor frecuencia en la región facial. Además, las caídas suelen asociarse a un traumatismo craneal generalizado que tiende a producir grandes fracturas lineales, especialmente a nivel de la “línea del borde del sombrero”. Aunque las fracturas por depresión craneal pueden ser consecuencia de accidentes, es más probable que sean el resultado de violencia interpersonal. En el caso del Cr-17 también es posible descartar las lesiones como autoinfligidas o como resultado de un accidente de caza, principalmente porque las lesiones involucran múltiples golpes. En base a la ausencia de marcas de corte, otras posibles manipulaciones post-mortem parecen aún menos probables y más especulativas.
Una agresión letal
Los traumatismos por depresión craneal múltiple en la región frontal por encima de la “línea del borde del sombrero” son compatibles con lesiones por violencia entre seres humanos. “Por su tamaño y forma consistentes, los traumatismos claramente no son involuntarios, sino que parecen haber sido producidos por el uso de una herramienta de tamaño y forma estandarizados. Además, la ubicación de las lesiones justo a la izquierda de la línea media de la escama frontal también reafirman la teoría, ya que la mayoría de los individuos que muestran lesiones en el lado izquierdo del cráneo reflejan el predominio del lado derecho durante un conflicto cara a cara”, explican los investigadores. Curiosamente, la población de la Sima de los Huesos se considera mayoritariamente diestra. La gravedad de las lesiones, tanto los golpes en la cabeza como la ausencia de cicatrización, “nos lleva a considerar que este individuo no sobrevivió a estos eventos traumáticos craneales. De hecho, cualquiera de los dos eventos traumáticos probablemente fue mortal en sí mismo, y la presencia de golpes repetidos podría implicar una clara intención de matar. Por lo tanto, la explicación más plausible de las fracturas perimortem en Cr-17 es el resultado de golpes intencionales y repetidos durante un acto letal de violencia interpersonal”, explican en el estudio. Esto representa el primer caso claro de agresión interpersonal deliberada y letal, lo que demuestra que se trata de un antiguo comportamiento humano.
Por último, el presente estudio ha establecido que el individuo Cr-17 ya estaba muerto antes de su llegada a Sima de los Huesos, y es posible descartar una caída accidental como posible explicación. La única forma posible por la que un individuo fallecido podría haber llegado al sitio es si otros homínidos arrojaron su cadáver por el pozo. Por lo tanto, la interpretación de Sima de los Huesos como un lugar donde los antiguos seres humanos depositaron a los miembros fallecidos de sus grupos sociales parece ser el escenario más probable para explicar la presencia de cuerpos. Esta interpretación implica que se trataba de una práctica social común entre este grupo de homínidos del Pleistoceno medio. Por lo tanto, se trata del comportamiento funerario más antiguo que se conoce.
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