Religión

«Me cabreé con Dios, pero estuvo a la altura»

Cisco García recibe este miércoles el Premio CEU Ángel Herrera en Ética y Valores por su resiliencia vital tras una lesión medular por un accidente con su tabla de snowboard

Cisco García, subcampeón de España de tenis en silla de ruedas
Cisco García, subcampeón de España de tenis en silla de ruedasAlberto R. RoldánLa Razón

Cuando Cisco pisó por primera vez la capilla del Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo para ir a misa, un sacerdote entonaba el Evangelio en el que Jesús cura a un parapléjico. A la salida, le comentó extrañado a Raquel –entonces su novia, hoy su mujer– que quizá todos los días escogerían la misma lectura el centro. No. Era la que tocaba. Nunca ha llegado a entender del todo si aquello fue una casualidad o un toque de atención de lo alto. Simplemente lo dejó ahí, grabado en su memoria, como atesora otras tantas tardes que pasó en silencio y soledad en ese espacio de oración meditando y preguntándose el porqué de la lesión medular que truncó su vida.

«Me ponía a rezar y a hablar con Dios. Me cabreé con Él. Llegué a dudar de su existencia. Y si existía, estaba muy despistado conmigo», reconoce Cisco García, sobre esa primera fase de rehabilitación tras la caída que sufrió en 2015 practicando snowboard. «Se me pasó pronto, di el salto a pensar que solo me detenía en lo que me falta para recriminárselo y no en todo lo bueno que sí me había dado siempre: una familia, una estabilidad económica, nacer en el primer mundo… Ahora, creo firmemente que Él me mandó las fuerzas para aguantar todo esto. Si no, no me explico cómo solo un año después del accidente, ya estaba perfecto y no he tenido un bajón desde entonces. Dios estuvo a la altura», completa el deportista que este miércoles recoge el Premio CEU Ángel Herrera en la categoría de Ética y Valores.

Han pasado seis años de aquella pérdida de equilibrio en la localidad austríaca de Mayrhofe y hoy este cordobés de 39 años es subcampeón de España individual y subcampeón del mundo por equipos en tenis en silla de ruedas. Eso, sin contar que además es abogado, tiene un hijo de cuatro años y otro que viene de camino. Con buen saque de humor se quita mérito de todo. Máxime cuando se hace a la idea de que toma el relevo de Rafa Nadal, premiado en 2021. «No me gusta verle perder, como a ningún español, pero sí admiro verle cuando pierde. Demuestra lo grande que es. Tiene una compostura para admitir la derrota que no es normal. Es ahí donde demuestra que es un número uno», comenta sobre el valor que el jurado ha apreciado en él: la resiliencia.

«No me castigo ni me machaco por haber subido aquel día a la tabla. Es un salto que había hecho muchísimas veces. Lo hice consciente de que practicaba ‘freestyle’, un deporte de riesgo. No fue la caída más peligrosa que tuve, pero pasó lo que pasó», apunta al rememorar aquel 28 de diciembre. «Me sentí responsable y sabía que tenía que asumir las consecuencias».

Ahora lo comenta con serenidad, pero eso no edulcora el infierno inicial. «Durante los tres primeros meses albergas la esperanza de recuperar algo de movilidad a medida que se desinflama la médula, pero al ver que no es así, entras en crisis. Pensé que no podría hacer ningún deporte más y me dejó por los suelos pensar que los demás eran mejor que yo porque podían caminar». El punto de inflexión tuvo lugar en esa Semana Santa, en una escapada a la playa con su chica. «Ahí decidí que por mucho que llorara y me quejara no podría recuperar lo anterior. La única opción era vivir». Y así lo hizo, recuperando su pasión: el deporte. Cambiando la nieve por la raqueta. Aunque en un principio tuvo cierto temor a que eso significara una «huida hacia adelante» parcheada, pronto vio que simplemente había apostado por ser feliz abrazando su nueva realidad. «El tenis me salvó la vida», dice sin pestañear, con la misma naturalidad con se marca set y partido en redes sociales.

Cuenta con 300.000 seguidores en Instagram, tumbando la tesis de que solo se puede llegar a ser «influencer» a golpe de postureo. «Tengo una relación amor/odio, porque para mí ha sido un cauce para compartir, reflexionar y concienciar, pero me da pena que haya quien solo lo use para hacer ostentación: restaurantes de lujo, reservados de discotecas, yates de ensueño… No tanto por quien lo hace, sino por los jóvenes y adolescentes que no lo ven con criterio y pueden llegar a pensar que eso es un modelo al que aspirar o que refleja una vida real cuando no lo es».

En estos consejos con móvil en mano, el tenista trasluce esa ética que ahora la Fundación Universitaria San Pablo CEU reconoce como ejemplo de superación: «Antes tu ética solo tenía eco en tu entorno más cercano. Pero ahora tienes la oportunidad de contagiar tus principios a través de las redes. Y ahí es donde nos la jugamos».

«Los golpes también te enseñan a vivir»

Cisco tiene claro sus mandamientos de dentro y fuera de la pista: «No tirar la toalla, asimilar la derrota, no hacer daño y ayudar al otro». Por eso, no es de extrañar que sus seguidores en redes le busquen como ‘coach’. «Les hablo desde lo que vivo. Me escriben personas, no solo con lesiones medulares, sino con cáncer, por un duelo... Es lo más bonito que me ha traído la lesión». Amén de la paternidad y del amor de su mujer. El accidente pudo separarle, pero no dejó rasguño alguno. «Nunca me hizo sentir que estaba conmigo por pena o por compromiso». Esta libertad la aplica a su hijo. «No soy sobreprotector y no le impediría que practicara el snow. Los golpes te enseñan a vivir».