África

El diario de una médico española en un hospital del Chad: “Abandonar al enfermo y acompañar al difunto. Así es y así seguirá siendo”

Paula Peña, médico rehabilitador del hospital Universitario de Fuenlabrada y patrona de la Fundación El Compromiso nos cuenta su experiencia en este país africano

El diario de una médico española en el Chad
El diario de una médico española en el ChadLa Razón

Hace 5 años llegué a este país y lo que viví me sacudió tanto que ya no fui capaz de mirar a otro lado. Soy Paula Peña, médico rehabilitador del hospital Universitario de Fuenlabrada, patrona de la Fundación El Compromiso y miembro del proyecto EnganCHADos, iniciativa pionera en España de hermanamiento entre dos hospitales: el Hospital Universitario de Fuenlabrada y el Hospital Saint Joseph de Bébédjía, en el sur de Chad. Ambos atienden a una población similar pero con medios muy diferentes.

Programamos varias misiones al año de un mes de duración cada una. Los voluntarios (médicos y enfermeras) trasladamos material médico y fármacos (la mayoría donado por el Hospital Universitario de Fuenlabrada) y , sobre el terreno, desarrollamos actividad asistencial, formación y supervisión de los proyectos implantados.

Y detrás de todo esto hay muchas historias que, año tras año, me gusta contaros. Ponerle nombre a la miseria, a la felicidad, a la enfermedad, a la vida y a la muerte nos ayuda a acercarnos a estos rincones olvidados del mundo.

10 febrero de 2022

Bébédjia
El tsunami
La muerte aquí se celebra más que la vida.
No se festejan los nacimientos.
No se celebran los cumpleaños.
Si alguien enferma, la familia intentará ahorrarse hasta el último franco aunque le cueste la vida al doliente.
Se llevarán a los enfermos a la aldea a morir, como pasó con Orphine, la niña con quemaduras graves que debería haberse quedado para seguir con las curas y para que Elisabeth le amputara la mano, necrosada e infectada. Morirá sola en la aldea, aislada porque cada vez olerá peor su mano putrefacta, ignorada porque la enfermedad en alguien que no ha completado su ciclo de vida “normal” es debida a un mal de ojo o a un pecado cometido por otro miembro de la familia, y debería purgarse.
Si la vida de alguien se ha detenido antes de casarse y de tener descendencia, no se celebrará funeral. Creen que volverá de nuevo a la tierra y se volverá a repetir su malograda vida una y otra vez. Por eso, si te marchas demasiado pronto, puede que te entierren con agujas o pinchos en las plantas de los pies, para que no vuelvas nunca.
Pero si el que fallece no es un niño o un adolescente, comenzará la locura: las jornadas de funeral. Vendrán a celebrarlo los familiares de todos los rincones de Chad. Teniendo en cuenta que se practica la poligamia y que uno puede tener más de 30 hermanos sembrados por aquí y por allá, imaginaos la convocatoria.
Hay madres que dejan a sus hijos en casa para acudir a un funeral remoto de un primo para comprobar, a su regreso, que alguno de los pequeños ha muerto de inanición. Esto ha pasado. Pero se acepta porque la madre iba a festejar un entierro y eso, mes amis, es lo que verdaderamente importa. Siempre.
La comida la proporcionará el familiar más directo (mujer, marido, madre, padre, hermano…) durante los días que duren las exequias (variable según el poderío).
Nos cuentan las hermanas de Bebotó que , últimamente, está muriendo mucha gente de todas edades y que hay familias azotadas con 3 o 4 bajas en un espacio corto de tiempo. Si ya les resulta difícil vivir de lo que cultivan, imaginaos cómo se enfrenta una familia a 4 decesos seguidos. Los dos sacos de milo con los que podría vivir una madre y sus hijos hasta que terminara la época de lluvias, se esfuma. Y no hay manera de intentar razonar con ellos. Lo primero es el muerto. Aunque el fallecido se lleve por delante, finalmente, a todos los miembros de una misma familia.
Por eso igual tiran la toalla tan pronto.. Porque si se endeudan con los tratamientos y finalmente el paciente muere, no podrán enfrentarse al funeral.
Abandonar al enfermo y acompañar al difunto. Así es y así seguirá siendo. Y hay que conocer el por qué de las cosas y aceptarlo para no enzarzarte en una discusión inútil cuando luchas para que no dejen morir a una niña sola, muerta de dolor y estigmatizada.
Que la muerte te lleve pronto, pequeña.
El diario de una médico española en el Chad
El diario de una médico española en el ChadLa Razón

9 de febrero de 2022

Bébédjia
La formation
Todavía recuerdo el día que impartí mi primera formación en Saint Joseph. Hablé (bueno, quizá eso es mucho decir) sobre la terapia Vojta en el manejo de los niños con daño cerebral.
Me expresaba tan mal en francés que tuve que hacer teatro. Mucho. Tanto que parecía que estuviera jugando a uno de esos juegos en los que uno interpreta y el resto de su equipo intenta adivinar una peli o una profesión. Afortunadamente el contenido era más práctico que teórico (porque explicar las bases de la locomoción refleja me parecía too much), así que con pocas diapositivas (muy visuales) creo que la mayoría entendió lo esencial de la charla. No conseguí ningún voluntario (todos agachando la cabeza y mirando el cuaderno), así que utilicé a la pobre Nerea (que se colocó sobre una mesa) para que al menos entendieran las posiciones de partida. Desconcierto inicial, muchas risas al final. También llevé material plastificado para que pudieran pegar en las paredes de la pediatría y, los enfermeros que tuvieron curiosidad, pudieron aprender la técnica con modelos de verdad durante unas semanas.
Las sesiones que imparto suelen ser así. Prácticas e interactivas. Ya no tanto para subsanar las lagunas lingüísticas en francés (que también) , sino para que se despierten (porque la hora es criminal), para distender un poco el ambiente y , de paso, que pasen un buen rato riéndose de la nazara.
Sin duda, la sesión más divertida fue la de las disfunciones del suelo pélvico. Tuve al personal respirando y concentrándose en contraer los elevadores del ano durante más de media hora. Épico total.
Dejemos para otro día la dificultad que entraña prepararte sesiones en francés (tarea titánica donde las haya).
A lo largo de estos años, los voluntarios de enganCHADos hemos llegado a impartir más de 40 sesiones sobre temas muy dispares. Después de cada día de formación, les entregamos el correspondiente diploma y, posteriormente, les invitamos a comer y beber.
Este año hemos simplificado un poco el menú porque el tema cabra o pollo es de complicada gestión. Una mujer emprendedora “Bébédjiana”preparó unos deliciosos bocadillos de carne para todos. Hemos hablado del manejo del paciente politraumatizado, de la malaria congénita, las convulsiones en pediatría y los accidentes cerebrovasculares (ACV en lo sucesivo, que me duele el dedo).
Me pareció una idea estupenda el tema de los ACV porque aquí son cada vez más frecuentes. Pero claro, todo hay que adaptarlo a esta realidad. Aquí se debe manejar esta patología sin pruebas de imagen, sin posibilidad de trombolisis, trombectomía o neurocirugia, sin medicamentos para el colesterol o la diabetes, sin anticoagulantes o antiagregantes diferentes a la aspirina, (que además es muy difícil de encontrar) y sin profesionales formados para tratamiento rehabilitador…el panorama es desolador.
Lo que SI podemos hacer es controlar las constantes, evitar factores de riesgo cardiovascular (muchos inevitables sin el tratamiento específico) y rezar.
Pero claro; cuando les hablas de hacer deporte te dicen que no pueden porque no tienen zapatillas y porque además casi todos tienen anemia (sin olvidar el calor tórrido durante muchos meses al año). Si insistes en una dieta sana, te recuerdan lo caro que resulta comprar frutas y verduras aquí.
Todo el mundo da el OK a la parte de rezar (menos mal).
A pesar de la complejidad de los temas, este año han preguntado más y creo que todos se han beneficiado del debate. Que aumente la curiosidad es buena señal.
Tenemos planes para empezar otra vía de formación…¡que se preparen nuestros amigos y compañeros sanitarios porque necesitaremos apoyo y muchos voluntarios!
Un abrazo, gente
El diario de una médico española en el Chad
El diario de una médico española en el ChadLa Razón

8 de febrero de 2022

Bébédjia
El mes de la gloria
Así llama mi hijo Juan al mes que me marcho a Africa. Se libra de la que él considera “la mujer más pesada del mundo”.
Él realidad creo que yo descanso más que él ;)
Me dice que el mes se le hace corto. Y no le falta razón. Siempre se queda corto.
Es fácil olvidarse de las necesidades de otra persona si uno no se pone en su lugar, si no lo conoce bien.
No se trata de venir con el convencimiento de que tu manera de trabajar es la mejor, de intentar imponer tus cambios para que ellos se den cuenta de que lo que hacían hasta ese momento estaba mal pero que, gracias a Dios, han llegado los nazaras a abrirles los ojos.
No. No es eso.
Aunque a Juanito se le pasa el mes en un abrir y cerrar los ojos, a muchos les parecen nuestras misiones demasiado largas. ¡Un mes! ¡Y cada año!
Parece mucho pero no sobra ni un minuto de nuestra estancia.
Debes que pasar visita con ellos para conocer las patologías más frecuentes, darte cuenta de que falta personal o detectar dificultades de manejo de determinadas enfermedades (lo que facilita la elección de temas para las sesiones generales). Es el momento también de la formación practica, a pie de cama, donde muchas veces el que aprendes eres tú. Y, sobretodo, es el rato en el que aprendes a aceptar que los familiares se nieguen a que el enfermo consuma más tiempo y dinero y que quieran llevárselo a la aldea a morir. Eso hay que vivirlo y asumirlo. No hay otra.
Tienes que haberte hecho cargo de un paciente, haberle pedido pruebas (para comprobar que lo que pides no se puede realizar en el laboratorio o que si se puede pero desde hace más de un año no hay reactivos), y haber prescrito tratamientos (y escuchar la temida frase: “en rupture depuis…” ).
Es importante que hayas estado en las distintas áreas del hospital en diferentes momentos para comprobar cuándo hay luz y cuándo se apaga..
Debes haber dedicado tiempo charlar con tus compañeros de distintos servicios para poder conocer sus inquietudes y necesidades, sus problemas y sus sueños.
Y al menos haber intentado mezclarte con la gente de la calle y hablar largo y tendido con misioneras que llevan años aquí para conocer y entender sus creencias y su cultura para después, integrando todo lo vivido, lo luchado y lo aprendido, poder dialogar y, con humildad y respeto, ofrecer tu apoyo para lograr un objetivo previamente consensuado.
Y ese trabajo de campo no se puede hacer en dos semanas, ni siquiera en una sola misión. Por eso venimos el mayor tiempo posible y por eso repetimos. Y eso lo podemos hacer porque el hospital donde trabajamos en Madrid nos lo permite (y nos lo facilita) y porque el ayuntamiento al que pertenece nos apoya. Bueno…y también porque hemos casado bien :)
La reunión con la dirección de Saint Joseph ha sido muy agradable y fructífera. Nos hemos sentido familia.
Cuentan con nosotros para seguir mejorando la atención sanitaria de los pacientes del distrito (aunque la verdad es que vienen de todos los rincones de Chad) y nos agradecen , de corazón, nuestro apoyo. Y con ese motor estamos deseando volver para arrancar nuevos proyectos y para volver a la carga, que el COVID nos ha dejado alelaos.
El mes de la gloria va llegando a su fin y, aunque haya días en que hemos podido aportar (y mucho) y otros que borraríamos del cerebro, creo que el balance es absolutamente positivo.
En breve…¡a por los 11 meses de furia Chadiana en España!

7 de febrero de 2022

Bébédjia
Depassée
Desbordada, agobiada, superada por los pacientes y por sus patologías.
Mi mañana estaba programada para el tratamiento de 3 pequeñas en la pediatría y para la recogida de datos sobre ingresos, estancias y manejo de los pacientes tuberculosos, pero ha acabado con llorera encima de la mesa de comedor.
No hay luz. Es un problema de cables y comidos o chamuscados, pero lo cierto es que no llega la corriente a la pediatría, medicina, maternidad o a las camas de cirugía. Y cada vez que falla algo eléctrico siento que he vuelto a fallar, que soy experta en poner parches pero incapaz de coger al toro por los cuernos.
Ha ingresado otro pequeño con un traumatismo craneoencefálico. Otro más. Con el cráneo fracturado y semicomatoso. Y ni oxígeno podemos ponerle porque no hay luz.
En medio del complejo manejo del pequeño, me ha enviado Francis (auxiliar de fisioterapia de Handicapes de Doba) una preciosa niña de 6 años para valorar una espalda “pas droit”. Si. Escoliosis tiene. Pero también 6 gr de hemoglobina, masas abdominales y una auscultación patológica. Es hija única. Y el juicio diagnóstico en este momento es el de probable linfoma. Y con ese juicio se quedará porque aquí no hay ni posibilidad de confirmación anatomopatológica ni de tratamiento. Solo queda intentar encontrar un donante de sangre compatible y trasfundir para intentar remontar la hemoglobina antes de intentar llegar hasta N’Djamena en busca de una unidad oncológica.
Su madre, Grâce, está separada y el ex no quiere saber nada de ellas. Es elegante, educada y, durante todo el proceso de diagnóstico ha mostrado una serenidad impactante.
También han traído un bebé de un año escaldado al que han tenido que sedar con ketamina para realizar la cura. El pequeño tiene alrededor del 35% de la superficie corporal afectada.
Las quemaduras, en nuestro medio, representan la cuarta causa de muerte accidental. Aquí son lamentablemente más frecuentes. Sobretodo en esta época “fría”, en la que las familias intentan calentase a golpe de fogata.
Sigue ingresada Orphine, la adolescente epiléptica con quemaduras graves producidas al caerse sobre una hoguera en plena crisis. La niña que nos impresionó a todos al principio por su tolerancia al dolor, cada vez aguanta peor las curas y los intentos de movilización. Se juntan el miedo y el dolor. Por eso, y porque los familiares están comprobando que este proceso será mucho más largo y costoso de lo que creían, se la quieren llevar a la aldea. Y no puede irse porque va a morir de una sepsis si se va. Porque pronto habrá que amputarle al menos dos dedos y le quedan semanas de curas.
Aparte de la trauma(y de la primera ola de COVID, donde una hizo lo que pudo), no estoy acostumbrada al manejo del paciente agudo. No sé. Me siento como una R1 en su primer mes de residencia. Se me hace bola. Me angustio porque siento que, probablemente, no estoy ofreciéndole el mejor manejo al paciente con los medios de que disponemos.
Teniendo en cuenta mi base perfeccionista, mi signo del zodiaco y el cansancio acumulado, creo que es normal que haya días que me venga abajo “por rebosamiento”.
Javier me intenta animar, siempre, a pesar de que se que a veces duda de que este sentimiento sea 100% real. Pero lo es. No busco adulaciones. Busco desahogarme, recomponerme y seguir.
Cree que sufro más porque me aprendo el nombre de cada paciente, de las madres, de los cuidadores. Pero es que no sé funcionar de otra manera. Y si fuera ese el motivo del sufrimiento, no querría que fuera de otra manera. No lo hago solo aquí. Lo hago en mi otra casa, Fuenlabrada.
Que este “solo se que no sé nada” sirva de motor para mejorar. Aunque de cuando en cuando me desmorone un poco.
¡Mañana será otro día!
Beré!
El diario de una médico española en el Chad
El diario de una médico española en el ChadLa Razón

6 de febrero de 2022

Bébédjia
La kaká
Si en nuestra burbuja las abuelas son IMPRESCINDIBLES, aquí más.
Las abuelas, a las que llaman “kaká”, ya han superado la infancia y la mutilación genital femenina. Han sobrevivido a la maternidad (tanto a las gestaciones como a los partos), a la menopausia y a incontables malarias. Sus arrugas son las medallas que han ido recibiendo en su paso por vida. Ellas han sido las vencedoras de la implacable selección natural.
En cuanto vi a Jackeline, supe que iba a ser una de esas abuelas. Supe, de inmediato, que iba a esforzarse para sacar adelante a la pequeña Ivette, de dos añitos de edad. Y no me equivoqué.
Su nieta ingresó con malaria cerebral poco después de que nosotros llegáramos. Convulsionó durante días y despertó como despiertan mis pacientes después del duro trance. Incapaz de fijar la mirada, de sostener la cabeza, de sentarse, de controlar el movimiento de sus pequeñas extremidades, de comer por si misma, de tragar. Candidata a recibir el temido apelativo: serpiente.
El primer día que trabajé con Ivette, le expliqué a Jackie (así es como me pidió que la llamara) un par de técnicas y ella las entendió rápidamente. Le indiqué que debía hacerle los ejercicios a su nieta cada día. Y así lo hizo.
En tiempo récord Ivette lograba sentarse y ponerse en pie. Aunque todavía no es capaz de fijar la mirada ni controlar su brazo derecho, la he dejado marchar. Jackie conoce la reptacion refleja de Vojta, técnicas de facilitación y técnicas de restricción del lado sano.
Estaba deseando marcharse porque aquí no tiene nadie que pueda comprarle comida, así que con el compromiso de seguir trabajando con la niña y con el compromiso de enseñar a las mujeres de su aldea todo lo que había aprendido, esta mañana se ha marchado..
Estoy segura de que sacara lo máximo de la pequeña Ivette quien, con alta probabilidad, quedará con secuelas. También estoy segura de que si a algún niño de su aldea le sucede lo mismo, será capaz de pasar el testigo y crear así una escuela de kakás.
Se fue contenta.
Sabe que le ha salvado la vida a su nieta.
Y ahora, además, tiene una misión.
Merci Jackie.

5 de febrero de 2022

Emmanuel est parti.
Lo primero que hice esta mañana es ir a buscarle a su camilla. Quería regalarle unas caricias para desayunar. Pero ya se había ido.
Dios se lo llevó a su lado durante la noche. Ya había sufrido demasiado su hijo. Y ya había cumplido su cometido en este mundo.
Personas que no lo conocían, rezaron, lloraron, lo quisieron.
Corazones sacudidos salieron de su tibieza. ¡Tantos quisieron apadrinarlo!
Padres que amaron más que nunca a sus hijos. Madres que los observaron dormir cada noche, embelesadas.
Besos, abrazos, achuchones, juegos en familia.
Alcanzó almas de grandes y pequeños: ¡Que suerte tenemos! ¡Gracias por tanto!
Ya tenemos otro angel en el cielo.
Vete a buscar a Survi, pequeño.
Que tus regalos sean eternos, Emmanuel.
Que nunca te olvidemos.
El diario de una médico española en el Chad
El diario de una médico española en el ChadLa Razón

4 febrero de 2022

Brotes verdes
Es muy difícil hacerse a la idea de una situación si uno solo mira una foto de un momento determinado, sin saber muy bien qué pasó segundos antes, meses antes, años antes de que la instantánea fuera tomada.
Analizando la foto en cuestión, uno puede hacer un trabajo descriptivo de ese instante, pero poco más.
Por eso es una pasada poder escuchar lo que tiene que contar Sor Pilar, misionera Comboniana en Saint Joseph, que conoce esta zona del planeta desde hace unos 40 años. Cualquier rato con ella es mejor que el mejor libro que os hayáis leído. Su vocación, la reacción de su familia, el primer viaje a Chad…debería escribir un libro. ¡Hay historias de vida tan interesantes que nunca serán contadas!
En este país, origen de los primeros homínidos, conviven pueblos nómadas, islámicos (del norte) y los sara, animistas (del sur). Esta mezcla de culturas forma parte de la riqueza de Chad, aunque también ha sido motivo conflictos civiles en diferentes momentos de la historia.
Cuando Pilar llegó aquí, no había casi de nada. Ni infraestructuras básicas (aunque ahora tampoco es que estemos boyantes), ni campos de cultivo (salvo el algodón), ni posibilidad de comunicarte por teléfono o por correo. Comían alubias rojas, arroz, mijo y, ocasionalmente, cabra. Fin de la variedad. Debían viajar a República Centro Africana para enviar una carta a sus familiares y, si había suerte, igual podrían hacer la ansiada llamada telefónica. Cuando algún misionero de cualquier otra comunidad viajaba a otros países limítrofes, volvía con verduras y hortalizas y las distribuía para que nadie se quedara sin disfrutar de tan exóticos bocados. La práctica totalidad de la población vivía en el medio rural sin acceso a escuelas o servicios sanitarios. Las misioneras se trasladaban de una aldea a otra por caminos de tierra (caminos que en época de lluvias son impracticables), en unos “cuatro latas” de lo más apañados.
Pilar vivió parte de la guerra entre Libia y Chad, que se desarrolló desde mediados de los 70 hasta finales de los 80. No ha sido éste el único conflicto armado que ha sufrido este país, que ha encadenado un enfrentamiento con otro hasta prácticamente 2010.
¡Con razón los chadianos son tan fuertes, duros y sufridos!
Que me voy por las ramas. El caso es que, en medio de ese conflicto, la destinaron 16 años fuera de Africa, y cuenta cómo, al volver (ya pasada la guerra), no podía creer el cambio tan importante que había dado el país y su población.
Recuerda, emocionada, su sorpresa al ver colas de niños esperando a matricularse en la escuela. Campos de cultivos, ganadería…¡Todo había cambiado tanto!
Yo no llevo 40 años aquí pero desde que conocí estas tierras en 2017, he podido ver cómo ha cambiado el paisaje y la población. Aunque queda mucho camino, las infraestructuras van mejorando: hay más kilómetros asfaltados, vuelos internos, cada vez más red…
He visto menos mujeres cargando bebés, más motoristas (y alguno de ellos incluso con casco), más niños jugando cerca du casa, más deporte en los colegios, más risas y curiosidad (sin terror) por ver cómo funcionamos los nazaras. Las mujeres siguen tan bellas, tan elegantes, tan poderosas. Todos llevan las cabezas mas altas. ¡Ese orgullo chadiano! . No han sido ellos, esta vez, los que han más han sufrido durante la última pandemia. Menos mal.No tienen miedo al COVID y nosotros si.
Me enamoré de este país en 2017. Es mi otro lugar en el mundo. Y aunque con altibajos, aquí soy feliz.
Imagen del hospital
Imagen del hospitalLa Razón

“ENGANCHADOS” . OBJETIVO: NO TENER QUE COOPERAR

Desde que empecé a estudiar medicina, ya hace 40 años tuve fascinación por los médicos que dedicaban un tiempo de su labor profesional a viajar a países lejanos y pobres a ayudar a mejorar la salud de sus ciudadanos. Todos hemos visto cientos de fotos de cooperantes tratando pacientes en Africa o sudamérica. Bonitas fotos...: pacientes agradecidos y felices de haber tenido la suerte de que ese blanco haya empleado sus vacaciones en viajar a ese recóndito lugar del mundo en el momento en que él más lo necesitaba. Ese cooperante habrá salvado muchas vidas, operado a muchos pacientes o aliviado muchos sufrimientos, pero despues de ese mes o meses de estancia....se vuelve a su mundo... y esas gentes vuelven a quedar huérfanas de atención sanitaria.Todo sigue igual...
EnganCHADos me apasiona por que damos continuidad en el tiempo a nuestro apoyo al hospital St.Joseph de Bébédjia en Chad.
Somos diferentes a muchos otros proyectos: Consideramos compañeros a su personal, tenemos contacto estrecho con ellos. Compartimos conocimientos y les aportamos medios materiales, económicos y les financiamos infraestructuras para mejorar su trabajo y fomentar que puedan ser autosuficientes..
Me gustaría que el próximo viaje al Chad fuese solo para saludarles como amigos y ver que funcionan perfectamente y de manera autónoma, con medios y personal capacitado . Estamos cerca de conseguirlo....
Sor Elisabeth, el alma del hospital , ya no es sólo la única doctora del hospital. Hay ya tres médicos chadianos ...y dos estudiantes de último año.
Yo ya no salgo en las fotos del pase de visita....me quedo en un segundo plano. Son ellos los que salen en la foto se han ganado el protagonismo..como debe de ser. !Fotos sin blancos ...! Médicos, enfermeros y estudiantes chadianos...
Los observo ver comunicarse con los pacientes en su lengua, comprendiendoles y entendiendo sus problemas mejor que un médico europeo que sólo chapurrea francés Desde la perspectiva que me da ese segundo plano ,sonrío muy , muy encantado y feliz viéndoles trabajar .
JAVIER
Seguimos necesitando apoyo. Ahora sobre todo económico Necesitamos socios y donaciones para que ellos continúen trabajando y salvando vidas. Comparte nuestro proyecto.
!Somos el tipo de ONG a la que siempre has querido apoyar!
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Siempre ha habido cierta simpatía entre Iluminafrica y enganCHADos porque la verdad es que son pocos los que se animan a desarrollar proyectos en este país.
Siempre ha habido cierta simpatía entre Iluminafrica y enganCHADos porque la verdad es que son pocos los que se animan a desarrollar proyectos en este país.La Razón

3 de febrero de 2022

Bébédjia
Simbiosis cooperante
Desde hace años, la Fundación Ilumináfrica organiza misiones quirúrgicas en Chad, tanto en Saint Joseph como en el hospital de Donomanga.
Casi siempre hemos coincidido - al menos unos días- con algún voluntario de su Fundación en Saint Joseph. Generalmente se trata de optometristas o enfermeras que están preparando el terreno para cuando lleguen los oftalmólogos a operar un paciente detrás de otro durante casi dos semanas. Los cooperantes que vienen de avanzadilla trabajan codo con codo con Edouard, el óptico chadiano contratado por ellos. Sensibilización, consultas, “captación” de pacientes y organización de las estresantes jornadas quirúrgicas.
Siempre ha habido cierta simpatía entre Iluminafrica y enganCHADos porque la verdad es que son pocos los que se animan a desarrollar proyectos en este país. En el sur, si te cruzas con un blanco, en el 99% de los casos es un religioso. Hombres y mujeres (la mayoría) de distintas congregaciones y países de procedencia, sosteniendo gran parte de la educación, atención sanitaria y social de esta parte de la población. Por eso a todos los blancos nos llaman “ma sœur”.
Si. A Javi también.
Aunque nuestro concepto de proyectos es muy distinto, son los dos compatibles y necesarios.
Ellos devuelven la vista a cientos de pacientes cada expedición. Operan, operan, operan. Mañana y tarde, hasta que cae la noche y caen ellos mismos de puro agotamiento. Queda poco tiempo para mezclarse con compañeros o Bébédjianos, pero se dejan la piel para llegar al mayor número de pacientes posible.
Nosotros apoyamos económicamente al hospital a través de nuestros proyectos, traemos material y nos integramos en los distintos servicios para dar formación “face to face” y mediante sesiones formativas. Ponemos cara al maravilloso hermanamiento entre el Hospital Universitario de Fuenlabrada y Saint Joseph.
Y aunque nos apreciábamos desde la lejanía, nunca habíamos coincidido (al menos en mis viajes) con una de sus maratones quirúrgicas.
Hasta este año.
Durante casi dos semanas nuestra expedición minimalista ha compartido espacios, comidas, risas y viruses varios con los 5 miembros de Ilumináfrica. Ha sido enriquecedor y divertido. Y un placer haber puesto, por fin, cara a nuestros colegas del globo ocular: Enrique, Rhut, Isabel, Olga y Ana. Bueno, en realidad a Ana la queríamos y admirabamos desde que coincidió con nosotros en 2018 (¡y no vemos el momento de que decida compartir algo de su tiempo y alegría cooperante con EnganCHADos!).
Los ilumináfricos han resultado gente buena, maja, trabajadora y competente con la que me encantaría volver coincidir. (Además, traen comida muy rica)
¡Gracias por todo, Iluminadores de Saint Joseph!
Los niños de la APMS han salido felices de su clase de refuerzo y me han rodeado, a modo de melé, para que les hiciera a cada uno su foto
Los niños de la APMS han salido felices de su clase de refuerzo y me han rodeado, a modo de melé, para que les hiciera a cada uno su fotoLa Razón

2 de febrero de 2022

Ça marche
Que si.
Que hay buenas nuevas en Saint Joseph.
Que la pequeña Bienvenue (que llegó en brazos de Constatino buscando una cirugía imposible que salvara su pierna) evoluciona tan bien, que hoy mismo se marcha a continuar las curas y cuidados en el Centre de Handicapés de Doba.
Que el niño que cayó del árbol y se fracturó el cráneo y llegó inconsciente y tetrapléjico, aquel que tan pocas posibilidades tenía de no hacer una meningitis o de volver a caminar, se ha marchado hoy de alta con un cabestrillo en el brazo derecho (que retíraré la semana que viene) y una parálisis facial como únicas secuelas. Se llama Modeste, pero su madre y yo hemos acordado que a partir de ahora se llama Modeste Miracle. Porque, ciertamente, es un milagro que siga vivo.
Que los padres de la niña que se cayó de otro árbol y que quedó también tetrapléjica por una lesión medular cervical, han accedido a que permanezca ingresada en Handicapés de Doba y realice tratamiento rehabilitador. Hay esperanza.
Que los niños de la APMS han salido felices de su clase de refuerzo y me han rodeado, a modo de melé, para que les hiciera a cada uno su foto. Abrazada por todos, he sentido su alegría, su cariño y sus catarrazos con mocos.
Ça marche!

1 de febrero de 2022

Bébédjia
Sin fobias y a lo loco
Siempre vengo con las uñas de los pies pintadas con esmalte permanente de color rojo. Y no lo hago por estar más glamourosa (bueno, igual un poco si). Lo hago porque de esa forma evito ver la suciedad acumulada bajo las uñas. Inevitable la roña, permanente, rebelde a cualquier intento de aniquilación por tu parte.
Si. Sigue allí. Pero al menos yo no la veo.
No me importan las uñas negras ajenas.
Me contento con mirar abajo (que siempre hay que mirar, no vaya a ser que se te cruce una cobra escupidora y la liemos parda) y ver destellos rojos perfectamente delimitados en medio de la mugre.
La suciedad en los pies se podría evitar llevando calzado cerrado, pero la verdad es que conforme te vas relajando, vas dejando de usar zapatillas de deporte. Se te cocinan los pies y acaban hechas un asco también.
Al menos los pies se pueden lavar.
También he sido criticada por ir con el morramen pintado. Si voy a trabajar así en España ¿por qué no un rouge en Saint Joseph?. Es cierto que desde que tenemos que ir con la boca tapada utilizo tonos más claritos, así este año más pastel también aquí.
Bastante zarrapastrosos vamos los nazaras en comparación con los compañeros de aquí. ¿Qué menos que uñas, pintalabios y un pañuelo en la cabeza para intentar subir un puntito en la escala de elegancia?
Me pregunto cómo consiguen ellas estar tan limpias y planchadas todos los días cuando aquí la lavadora y la plancha son pura fantasía (vamos; que no hay).
Los aprensivos y escrupulosos no podrían pasar aquí más que unas horitas (si eso) . Absténgase también musofóbicos, entomofobicos y herpetofóbicos. Tampoco aptos los que no toleran olores de procedencia humana y de diferente índole.
Para los que viven con el móvil o el ordenador enchufados a la corriente, esto sería una pesadilla.
En nuestros cuartos tenemos electricidad 2 horas por la mañana y 3 por la tarde. Tiempo suficiente para que, en tu ausencia (ya que apenas disfrutamos de la luz en el cuarto por tema de horarios), se haya cargado la batería externa.
Generalmente hacemos todo a golpe de linterna. Tiene sus ventajas el tema, porque no ves los bichos que acechan desde las esquinas más oscuras. Ojos que no ven….
El lavabo lo utilizas para lavarte la cara o las manos. Para los dientes, mejor agua embotellada. Agüita fresca en minichorro para la ducha (con boca sellada) y cero cremitas, no vaya a ser que el olor atraiga a los mosquitos.
El drama “electrodomestiquil” mayor (a mon avis) es el tema de la lavadora. Lavar a mano es un infierno para los perfeccionistas. Nuestro lavadero es ideal para que la ropa se ensucie de nuevo después de aclararla; o bien se escurre y se cae de nuevo a la tierra o bien le caen hojas y bichos mientras la tienes en el montoncito de espera. Además, el jabón que utilizamos aquí es como la roña de la que hemos hablado antes. JAMÁS consigues aclarar bien lo que lavas. Si para un calcetín tardas un ratillo, imaginaos para los pijamas de hospital o para las sábanas. Lavadora, I miss you.
Al lado de lo de la lavadora, lo del frigorífico es lo de menos. Hemos mejorado en este sentido porque ahora tenemos uno nuevito que, aunque funciona solo 5 horas al día, consigue mantener bastante bien el frío si no lo abres mucho.
A pesar de todas las incomodidades, me siento como en casa. Mi “yo” pijo aceptó esta forma de vida desde el primer momento. Uno se acostumbra a todo si está feliz en un sitio. Y yo lo estoy.

31 de enero de 2022

Bébédjia
Emmanuel
Acostumbrados a que lleguen los niños demasiado graves o malnutridos, no queda otra que aceptarlo e intentar hacer lo que está en tu mano. Así funcionan nuestros compañeros del hospital. Ya no gastan energía en reprender a los padres. Se ponen en marcha y punto.
Pero hay casos tan extremos que se revuelve el estómago, el alma y el corazón.
Eres capaz de aguantar el tipo toda la mañana, porque todos llevamos una armadura cuando estamos trabajando que nos sostiene y nos protege, pero cuando llegas a tu guarida, te despojas del pesado atuendo hasta que solo queda tu “yo” más frágil, que se va desmoronando hasta quebrarse por completo.
Creo que un misionero se los encontró en su camino y los trajo al hospital. Es difícil enterarse bien de la historia, porque las mujeres que cuidan al pequeño (y digo cuidan con la boca minúscula) no hablan francés. La abuela tiene 35 años. La madre es joven, muy joven. Parece que el padre del niño les ha abandonado. Según David, uno de los enfermeros, el tipo ha huido. Parece un verbo más acertado. La abuela quiere marcharse a la aldea con el bebé porque aquí no tienen familia ni nada que comer. Del ingreso y del tratamiento del niño no hay que preocuparse porque lo asume el proyecto de malnutrición de enganCHADos.
Así que llegas a la pediatria y te encuentras con el dantesco panorama. No puedo evitar recordar dos imágenes. La primera, aquella terrible fotografía de Carter donde se veía un buitre que acechaba a una famélica niña sudanesa. En la segunda, antagónica, Santa Teresa de Calcuta sostiene a un niño enfermo con infinito amor.
Yo nunca había visto a un niño tan enfermo, frágil y deteriorado. Intento adivinar cómo es posible que un ser humano llegue a esto. Busco motivos para poder exculpar a sus cuidadores, pero me cuesta. La falta de educación, la dificultad para ver el deterioro lento cuando uno está con la persona que está muriendo día tras día, la pobreza extrema…y sigo buscando porque no lo entiendo.
Me consuela saber que nuestros compañeros de la pediatría nos dicen que no son muchos los que llegan en este estado.
Emmanuel tiene 15 meses y pesa 5 kilos. Ha perdido el globo ocular derecho, no sabemos cómo. Ambos ojos están hundidos profundamente en sus cuencas y su mirada es de espanto, de sufrimiento. Está despierto, no puede cerrar los párpados, no tiene fuerza. Un absceso en su glúteo derecho le provoca dolor, pero su llanto, que más bien es un gemido entrecortado, es intermitente e insuficiente. Mientras le drenamos la colección de pus, los quejidos aumentan ligeramente de frecuencia, pero no aumenta la intensidad ni hace por escaparse de tan doloroso proceso. Sencillamente no puede.
Cierro los ojos y busco en mi memoria al dulce Patrice, que llegó al hospital tan malnutrido y se marchó tan lindo y recompuesto.
Respiro.
Me veo a mi misma meciendo al pequeño Survi, que buscaba el latido de mi corazón para calmarse cuando lo habían abandonado en aquella pequeña sala de cuidados intensivos hace algo más de dos años. Y lejos de entristecerme, me reconforta. Se lo que me pide el corazón, y es precisamente lo que me ayudará a vehiculizar la ira y la tristeza que me consumen en este momento.
Emmanuel.
No podía llamarse de otra manera.

30 de enero de 2022

Mbikou
Sor Paula
En 2017 conocí a Sor Paula. Misionera mexicana que pertenece a la congregación de las Hermanas de los pobres, Siervas del Sagrado Corazón.
Enterada de que había aterrizado una especialista en discapacidad en Bébédjia, vino a verme acompañada de 3 de sus alumnos. Estas misioneras, con ayuda de los familiares de los alumnos, trasformaron los chamizos donde inicialmente daban clases en una escuela maravillosa, diferente y bien cuidada donde los niños dan sus primeros pasos educativos pintando, recortando y jugando mientras va mejorando la psicomotricidad. Trabajar así no es normal en este país. Aqui no queda hueco para lo lúdico. La comunidad lo sabe, y por eso cuida este oasis de esperanza y de color como si fuera suyo.
La sensibilidad de Sor Paula hacia los discapacitados hizo que adaptara el colegio para ellos. Una fantasía. Sin barreras arquitectónicas y educando en la inclusión desde la comunidad, en esta escuela estudian una decena discapacitados a los que forman y cuidan como si cada uno de ellos fuera lo más importante de este mundo, y no les sueltan la mano hasta que están trabajando y totalmente integrados en la sociedad.
Ahora Paula regresó a su tierra, pero sus hermanas siguen ocupándose de ellos con mimo y alegría, haciendo de taxistas, trabajadoras sociales o enfermeras, asumiendo muchas veces los costes de ingresos y cirugías.
Era noviembre de 2017 y ahí estaban Paula y Paula, mano a mano, tramando…
No quedaba otra que buscar a estos alumnos tan especiales unos padrinos muy especiales. Y como tengo amigos tremendamente especiales, poco tardamos en apadrinar a los pequeños. Educación , cirugías, radiografías, ayudas técnicas…lo que necesiten.
Sigo con la tradición de revisarlos a todos cada viaje, y a valorar casos nuevos para orientar tratamiento o ampliar apadrinamientos.
A veces lo hacemos en SaintJoseph, otras en sus casas, y en esta ocasión, uno a domicilio y el resto en la casa de las hermanas. Reconozco que casi me da un chungo al ver tanto paciente esperándome en los bancos bajo la sombra de un árbol, pero todo es empezar. Las consultas de rehabilitación no son rápidas, y menos cuando la anamnesis es complicada, los casos son tan extremos y no disponemos de camilla ni de pruebas complementarias.
Unos ligeramente aburridos por mi ritmo caribafricano, y otras con tripas rugientes, comimos a una hora absolutamente española con los deberes hechos y las cuentas perfectas.
Es maravilloso poder ver cómo crecen y maduran nuestros niños. Cómo, a pesar de sus limitaciones y de las condiciones de vida que les ha tocado, siguen vivos (que es mucho) y sintiéndose amados y acompañados.
Ha sido un domingo feliz.
Lo único que me faltó es el superabrazo de mi amiga Paula Yapur. Y su pedazo de sonrisa gamberra.

29 enero de 2022

Bébédjia
Bienvenue
Ayer os contaba que aquí todo llegaba tarde. Uno de los motivos es que confían más en la medicina tradicional que en la occidental, y cuando todo ha fracasado y los pacientes constatan que las escarificaciones, los brebajes de hierba y los emplastes de arena mezclada con bostas de vaca no han sido efectivos, entonces es cuando deciden venir al hospital, muchos de ellos a morir.
La otra razón es que los chadianos son fuertes y con un umbral del dolor altísimo.
Hace unos días llegó el padre Constantino con una pequeña de unos 3 años con un vendaje pútrido en la pierna derecha. El pie derecho caído e hinchado. Estaba muy sucia (toda ella) y vestía una sudadera mugrienta que escondía su abdomen abombado por los parásitos y la malnutrición. La tripa llegaba a apoyarse sobre sus delgados muslos, atrofiados por el desuso. Antes de saludar a la pequeña en nganbae, ella ya estaba con el ceño fruncido y con la mirada fija en mis rodillas.
- ¡Tobanúa!
Y sin contestarme el “tomayé” de turno, ya había alzado su diminuta manita devolverme el saludo.
Al parecer la pequeña tenia una infección desde hace un año (¡UN AÑO!) y en el hospital de Mondou (el más grande de la región) le habían indicado la amputación. Aún así, le habían recomendado que viniera a ver a Sœr Elisabeth, porque si ella consideraba que no había otra opción, definitivamente no la había.
Constantino miraba impotente a Elisabeth. Una amputación la convierte en una handicapée para toda la vida. Aquí casi nadie se puede permitir una prótesis. Imaginaos que hay que ir cambiándole la prótesis periódicamente a medida que crece. Pura fantasía.
Entonces le soltó el pesado fardo a nuestra cirujana.
- Eres nuestra última esperanza.
Y ahí, sobre la marcha, Elisabeth retiró el vendaje para comprobar que la niña había tenido una fractura abierta (que es cuando el hueso se rompe de dentro hacia fuera, desgarrando la piel) de tibia, que se había infectado (normal, porque nadie se lo había colocado y seguía el hueso fuera, necrosado), afectando ya a todo el hueso.
Volviendo al principio: una niña que a los dos años tiene una fractura abierta de tibia no tratada (no entremos en detalles de cómo se la hizo), osteomielitis crónica, malnutrida…¿cómo aguanta el dolor? ¿Cómo es posible que no hiciera una sepsis y se muriera?
Pues ya lo veis. Aquí suceden cosas así.
Aunque tengas tierra hasta en el carnet de identidad, no comas todos los días y vivas en una aldea recóndita en la sabana africana.
- Si. Es Posible. ¡Abduuu! …..
Y así se inicia el proceso del preoperatorio. Con Abdulaye incluyéndola en el parte.
Bienvenue está operada. La madre, tras varias broncas “Elisabethianas”,
mantiene a la niña bastante limpia (no así a su hermano pequeño, igual de malnutrido y con la misma tripota que la otra). Un par de curas y podrá irse al Centre de Handicapés de Doba, desparasitada (igual que el hermano), con tratamiento antituberculoso puesto y con la pierna en su sitio.
(Y esto así, entre tú y yo….¿será que las boñigas tienen algún poder curativo?)
El día a día en el hospital de Bébédjia
El día a día en el hospital de BébédjiaLa Razón

28 de enero de 2022

Bébédjia
RehAfrique
Mucha gente se sorprende de que un médico rehabilitador pueda hacer algo en Africa, y es cierto que así, a bote pronto, puede extrañar, porque uno diría que lo que importa por aquí es salvar vidas y no mejorar su calidad.
Eso es precisamente lo que me vino a la cabeza cuando David, pediatra de mi hospital que pertenecía al proyecto enganchados, me propuso que fuera a Saint Joseph en una de las misiones médicas que organizaban. Al parecer, las misioneras encargadas de la pediatría querían que fuera alguien para enseñar  al personal sanitario técnicas de rehabilitación neurológica para los niños con daño cerebral. Hay gente que los llama niños serpiente. A mi me gusta verlos como los verdaderos supervivientes, los más fuertes de entre los fuertes..
Ser niño aquí no es fácil. Hasta que cumples 6-7 años te consideran un “embá”, que significa extranjero, que no pertenece a la tierra. Es como si aceptaran que, hasta que alcanzas una edad suficiente, puedes estar de paso.
Las madres tienen una media de 7 hijos, y el objetivo es que esos hijos sirvan para trabajar y para ganar dinero para la familia. Solo unos pocos irán a la escuela. Se come una vez al día. Si una familia tiene un puñado de mijo y una patata para comer, primero comerá el padre. Posteriormente la madre, luego el hermano mayor, el siguiente, el siguiente…y, si queda algo, comerá el mas pequeño. Si un niño llora de dolor (porque aquí pocos lloran por rabietas o por capricho), no se le suele abrazar o besar. Eso los convertirá en débiles, y deben ser fuertes para afrontar todos los reveses que les dará la vida. Y si. Los niños aquí son fuertes y valientes y soportan el dolor alucinantemente bien.
La sanidad no es gratuita, a las familias les cuesta gastar dinero para curar o salvar la vida a un niño que no produce nada, que no es capaz de trabajar invertirán dinero en salvar a aquellos que traen la comida a la mesa. Y eso no quiere decir que no los quieran. Ojo.
Con razón las misioneras estaban tan preocupadas por estos niños que, por un problema durante el parto, por una malaria cerebral o por una meningoencefalitis, quedan con problemas motores o cognitivos.
Son una carga demasiado pesada.
Además, este tipo de enfermedades son consideradas, con frecuencia, un castigo por algún acto cometido por alguien de la familia. Hasta que no muera el niño, la deuda no se saldará. Y ahí lo dejo.
Con esto no quiero generalizar, y repito que no decir que no se les quiera. Pero la vida aquí es otra cosa, y hay que conocer bien su cultura para ponerse en su lugar sin juzgar. En el primer mundo todo gira alrededor de los niños y aquí no.
El caso es que primero vino mi compañera Gema, fisioterapeuta del hospital y luego empecé a venir yo. Y en este camino, hay un montón de personas que me han enseñado mucho para poder cumplir con nuestra misión primera: la neurorehabilitación infantil. Tratar a un niño con daño cerebral y que consiga desplazarse o comer solo, es MuCHO. Conseguir que deje de ser una carga aumentará sus posibilidades de supervivencia y disminuirá el sufrimiento de la familia. Mucho.
Llegas aquí con la idea de dedicarte a tu cosa y ¡zas!. Te enfrentas con cuadros complejísimos y con patologías que estudiaste en un apartadillo de un libro, destacado sobre el texto por resultar interesante y anecdótico. Así que abres tu maletín de conocimientos (algunos en la memoria RAM de tu cerebro y muchos otros en la nube) para poder ayudar en la medida que puedas.
Nuestra formación como médicos rehabilitadores (especialidad de la que estoy absolutamente enamorada) nos permite fusionar la neurología y la ortopedia, lo que resulta muy interesante en un país donde encontrarás ni neurólogos ni traumatólogos.
Ademas, antes de ser médicos especialistas hemos sido médicos generales. Hemos tocado tripas, visto gargantas y auscultado. Está en la nube, pero sigue ahí.
Tardas un par de viajes para darte cuenta de que lo que pensabas hacer es irrealizable y que lo realizable va a resultar tremendamente tedioso. Pero al tercero ya sabes que terreno pisas.
Ahora mi sueño es otro pequeño proyecto que puede llamarse HandiChad (o cualquier otra cosa; ya me ayudaréis a bautizarlo). Escuelas de madres y formación a el personal del Centro de Handicapés de Doba. Y apoyo económico para estudios y cuidados médicos de los paciente. Y… Y…
Buenas noches, gente buena
Beré!
El día a día en el hospital de Bébédjia
El día a día en el hospital de BébédjiaLa Razón

27 de enero de 2022

Bébédjia
Marie-Mar
En los años 90 se estrenó una telenovela mexicana basada en una radionovela de los 70 llamada “la indomable”. Esta adaptación a la televisión, protagonizada por Thalía, es uno de las series de éxito que se proyectan en el cine de Bébédjia, y toma el nombre de nuestra pediatra, Marimar. Por eso, cuando ella se presenta, la gente canturrea su nombre, descomponiéndolo en dos: Marie - Mar. Les divierte conocer a una nazara llamada como la protagonista de ésta versión moderna de la cenicienta, en la que un par de brujas pasan el día humillando a la bella, pobre y analfabeta pretendiente del guaperas de turno, hijo de una de las malas malísimas.
A mi me hace especial gracia todo el tema, porque mi Marimar es antagónica a aquella (salvo por lo de bella, que lo es).
Creo que nunca había conocido a alguien que, sabiendo tanto (tantísimo), fuera tan humilde y tuviera tantas ganas de aprender.
Pediatra especializada en intensivos, ha formado parte del equipo de UCI en tiempos de COVID. No porque sea osada, sino porque es valiente, curiosa, estudiosa y una trabajadora incansable. Tiene una capacidad de estudio increíble, y su CPU está tan llena de ciencia, que es capaz de integrarlo todo para posteriormente aplicar lo aprendido sin titubear.
Yo me imagino su cerebro lleno de algoritmos y tablas de dosis por kilo de cada uno de los medicamentos del vademécum. Debe tener una zona de capacidad ilimitada donde se guardan cosas por aprender. Dentro de ese área (podríamos llamarla área de la curiosidad), hay un rincón donde estoy con ella. “Apprentissage de la langue française” se llama.
Él área del lenguaje expresivo es ENOOOORME. Muchas veces me pregunto cómo es posible que sea capaz de emitir tantas palabras por minuto durante tanto tiempo seguido.
Su sistema límbico está muy desarrollado. Hay siempre sitio para el voluntariado, el amor, la amistad y unas cañas en una terracita.
Lo que le gusta es el paciente agudo, y se nota. Es una auténtica pasada verla trabajar. Seguridad, calma, sabiduría y profesionalidad. Si a eso le sumas la prudencia y el respeto, la conviertes en la médico perfecta para estar en SaintJoseph. Me maravilla su forma de aceptar que aquí solo dispone de los concentradores de oxígeno, un guedel, un ambú y algo de medicación ( casi nunca la que ella utilizaría) para sacar adelante a los pacientes. Lo acepta y se adapta. Como directora de orquestra, va intentando marcar los pasos, y cuando no es posible, por falta de medios, dar alguno de ellos, habla con los enfermeros para buscar la mejor alternativa. Cuando algo se hace mal, intenta explicar cómo se puede mejorar el manejo, siempre desde el respeto y con absoluta delicadeza. Hay quienes quieren absorber todo lo que dice como una esponja (véase:YO), y hay otros que sabes que nunca le darán una oportunidad al tema. Pero ella siempre está dispuesta a “partager sa sagesse”.
La encontrareis en la pediatría, pasando visita con el Dr. Esaie (responsable de la pediatría actualmente) y el personal de enfermería. Si no está atendiendo a algún paciente o discutiendo alguna analítica o tratamiento, estará explicando al personal los protocolos de tratamiento que ha traído plastificados, listos para empapelar las paredes de cuidados intensivos. En cuanto hay un momento de tranquilidad, la verás haciendo esquemas , estudiando patologías frecuentes aquí y excepcionales en Madrid, lavando sondas y cámaras de inhalación o haciendo orden y limpieza en el almacén. Y así , enganchando una actividad con otra (y todas ellas orientadas al paciente), llena su “horror vacui” temporal y de actividad porque cada minuto es precioso.
Marimar es una de las mejores cosas que me pasó en el 2018. Y este año vuelvo a tenerla para mi solita tooodo un mes.
Así funciona el hospital de Bébédjia
Así funciona el hospital de BébédjiaLa Razón

26 de enero de 2022

Bébédjia
“Janvier”
Es así como lo llaman aquí. Les cuesta la jota, como a la mayoría de personas que no hablan castellano.
Es la quinta misión del Dr. De la Torre y la cuarta conmigo como compañera. Ganándose el cielo, el pobre. No sé muy bien cómo me sentiría si él no me acompañara. No conozco el Chad sin Javier.
Vivir esto es como participar en un reality, pero quitando todo lo feo (que es mucho) de este formato. No hay competición, somos equipo. Aprendemos los unos de los otros y nos acompañamos en los momentos malos, en los peores y en los geniales. Compartimos mesa, pacientes, dinero, escoba, cerveza y la alfombra de 6 plazas donde escuchamos música y admiramos las estrellas en este lugar sin contaminación lumínica.
Aquí yo lo llamo “le koró” - el jefe- y nuestros compañeros de aquí se mueren de risa cuando lo llamo así, pero en realidad es eso. El jefe quitándole los atributos tiranos, el veterano, el hermano mayor que a veces gruñe, pero cada vez menos, la verdad. El dice que gruñe menos porque nos estamos portando mejor, lo que significa que nos hemos llegado a portar mal. Yo creo que soy un angelito siempre, pero él sabrá.
Todos los años curra como el que más, pero este se está llevando la palma.
El pobre no para de operar, ¡hay lista de espera quirúrgica en Saint Joseph!
Se enfunda su pijama, se pone su delantal de plástico (gracias al cual pierde unos kilos de líquido cada día) y se mete en faena desde primera hora.
Pero no solo opera. Con paciencia y a pesar de las limitaciones - nada tiene que ver éste quirófano. con los de nuestro hospital- explica al Dr. Rodrigue, paso a paso, cada técnica, cada cirugía. Se trata de compartir conocimientos y acompañar. Eso libera a Elisabeth. Y digo libera pero en realidad lo que consigue es sacarla del quirófano para que pueda dedicarse a hacer ecografías, drenajes torácicos o gestionar el continuo goteo de pacientes que buscan su buen hacer.
Y por las tardes o por la noche, aunque Elisabeth sea la primera llamada, Javier toma las riendas para que ella pueda descansar u orar, lujos que no puede permitirse cuando no hay otro cirujano por aquí. Su sensatez, prudencia y experiencia le permiten ayudar a Elisabeth a tomar decisiones; otra mochila fuera para ella.
Han pasado 5 años desde nuestro primer viaje “ensemble”, y puedo confirmar que nuestro koró sigue siendo un ser humano generoso, bromista, trabajador, divertido y maravilloso.
Y a pesar de que la convivencia en nuestro rincón africano puede llegar a ser intensita, ha sobrevivido nuestra amistad. Hasta ha crecido yo diría.
Así que hoy (y casi siempre), ¡tres hurras por Javier!

25 de enero de 2022

Marie
En medio de la vorágine matutina, me viene a buscar Deo, la matrona. Fue ella la me me contó lo de Blanchie y se comprometió a avisar a la tía para que me trajeran a su hija.
- Paula. Elle est arrivée.
Como estoy empanada y a mil cosas, tardo en darme cuenta de que habla de Marie.
Se me acelera el corazón.
Salgo al pasillo que lleva al bloque quirúrgico. Veo a una preciosa mujer, sería, delgada y esbelta, sentada de lado en el borde del pasillo. Viste un vestido negro con grandes flores en distintos tonos de azul. Es ceñido, un cuello barco que deja ver sus marcadas clavículas. Lleva un pañuelo negro en la cabeza y unos pendientes dorados. El calzado está en buen estado también. Y por fin, detrás de sus piernas, asoman unos pequeños deditos por delante de la tira ancha de plástico de sus sandalias.
Me acerco. Me agacho. No huye. Le saludo en nganbae y ella, empujada por su tía, me devuelve el saludo en volumen casi imperceptible y me da la mano. Su manita es tan pequeña…
Lleva puesto un elegante vestido verde agua, con mangas farol, limpio. Esta bien cuidada pero su pelo delata cierto grado de malnutrición crónica.
Le acaricio la cara, le digo cuánto ha crecido y lo guapa que está. La abrazo. Y mientras hago el teatro hablando lo poco que se en nganbae, tengo un nudo en la garganta. La pequeña zalamera de ojos vivos ha desaparecido. Jamás había visto una mirada tan triste, tan vacía.
Les pido que me acompañen a la APMS, centro dentro del recinto hospitalario donde las misioneras de Cristo Resucitado realizan el seguimiento a los contagiados por el VIH y a sus hijos, aunque poco a poco van incluyendo en sus programas a madres no enfermas en situación de pobreza extrema, maltratadas o abandonadas por sus maridos y sin familia que las atienda. El apoyo es global: sanitario, nutricional, social, psicológico y educativo. Y desde la Fundación el Compromiso apoyamos su labor con el proyecto Estudiar en Chad.
Me gustaría que Marie formara parte del grupo de niños a los que apadrinamos, asegurando su educación y alimentación pero, sobretodo, porque sé que las misioneras estarán muy pendientes de su nueva familia y de ella. Pero claro, los tíos tienen que querer.
Irene - asi se llama su tía- está casada con un hermano de Blanchie con el que tiene dos hijos de 4 y 2 años.
Los niños acogidos por familiares al fallecer uno o los dos progenitores no siempre son queridos ni tratados como los biológicos. Suponen una carga más. Así que a veces tienen que “pagar” ese acogimiento ellos mismos con trabajo en casa, abandonando, poco a poco la escuela. Teniendo en cuenta que aquí , culturalmente, los niños son los últimos en una familia, imaginad la suerte que pueden correr los niños si son “impuestos”. Gracias a Dios, el padre de los niños se quedó con Beau, que tiene daño cerebral por malaria. El último de los últimos.
Para que Marie pueda entrar a formar parte del programa, los tíos tienen que aceptar y traerla cada vez que se ponga enferma y así, poco a poco, ir incluyéndola hasta que se la pueda apadrinar. Sor Ines suele ofrecer a las madres escolarización para los hijos biológicos. Así hay más probabilidades de que se acojan al programa.
Mientras Ines tomaba los datos y nos enterábamos de que la pequeña es seronegativa (¡viva!), le enseño a Marie vídeos suyos de los pasados años (cuando la peque era la alegria de la pediatría), fotos con su hermano y sus padres, conmigo. Observo su mirada. Nada. Vacío. Ninguna reacción. Es como si estuviera mirando a través del móvil. Y yo no puedo evitar emocionarme así que me levanto y me refugio tras el móvil para hacer fotos.
Marie ha perdido mucho más que una madre, un padre y un hermano. Con ellos se fueron su curiosidad, su vitalidad, su sonrisa, su felicidad.
Si la traen de nuevo, Sor Teresa, Sor Ines y Sor Laura se asegurarán de que Marie es querida, está bien cuidada y que recibe la mejor educación.
¡El primer paso ya está dado!

24 de enero de 2022

Ella
El día empieza muy pronto en Saint Joseph. A las 7 de la mañana todos los trabajadores se reúnen en sus respectivos servicios (pediatria, medicina o maternidad-Cirugia) para el pase de guardia , la oración y el canto matinal. Una vez terminada la reunión, se hace el pase de visita.
Los que me leísteis en el último viaje, sabéis que la pediatria estaba al 200% y que tuve días bajos, muy bajos. Llegamos a tener más de 100 niños ingresados, cuando el número de camas es de 50. La pequeña sala de cuidados intensivos pediátrica estaba hasta los topes, con niños convulsionando en cada una de las camillas compartidas, otros en el suelo o ya fallecidos en brazos de sus madres. Todos los días 2, 3 pequeños dejaban este mundo por culpa del paludismo.
Los parásitos son resistentes a casi todos los fármacos porque la gente los compra en el mercado y los toma anárquicamente, así que el plasmodium va haciéndose más y más resistente. ¿Qué esperanza hay si ya ni los tratamientos son efectivos?
Parece increíble que todavía estemos esperando a que se desarrolle una vacuna eficaz. ¿Cuándo empezará a ser esta enfermedad importante el mundo desarrollado?
El caso es que este año, gracias a Dios (y a qué hemos venido en época seca), hay pocos niños ingresados. Casi todos malnutridos y tienen malaria o se contagian aquí, porque los mosquitos que vuelan por nuestro hospital están llenitos de parásitos. Pero afortunadamente, nos mantenemos por debajo de 50 pequeños hospitalizados.
Cómo está más tranquilo ese “ala” del hospital, empiezo el día con Sor Elisabeth , Javier y el Dr. Rodrigue, contratado por enganCHADos.
Es un espectáculo ver trabajar a esta misionera dia tras día. Es el alma de Saint Joseph. Demasiado delgada para la inmensa carga que soporta, ágil, atlética, llena de energía. Se atreve con todo. Tan pronto opera una peritonitis como una ruptura uterina. Atiende partos complicados, hace cirugías traumatológicas sin escopia y amputa un miembro cuando es estrictamente necesario (porque salva más miembros de los que amputa). Con absoluta destreza en el uso del ecógrafo, es capaz de hacer tanto el seguimiento de un embarazo como el diagnóstico de una leishmaniasis visceral o un hepatocarcinoma. Es fuerte, exigente, políglota y trabajadora. Su doble vocación de médico y misionera la convierten en un ser humano tan extraordinario, completo y potente, que una no puede evitar sentirse minúscula a su lado.
Vienen pacientes de todo el país, muchas veces traídos por misioneros, casos casi siempre complejos, imposibles, desesperados. La proporción de “puros” a los que atiende se aproxima al 95%. Y me quedo corta.
Mujeres de parto desde hace 5 días con el feto muerto en su vientre, fracturas abiertas de un año de evolución, peritonitis superpasadas, tumores de mama enormes y necrosados, osteomielitis crónicas, fistulizadas desde hace 4 años, complicaciones de los tratamientos tradicionales…
El caso es que no hay un día normal.
Alterna esta actividad con el pase de planta, diagnósticos ecográficos, la organización del hospital, la oración y el estudio. Duerme unas cinco horas al día. Y está de guardia 365 días del año, 24/7.
Se cansa, se exaspera por lo tedioso que resulta todo aquí, pero remonta porque ama lo que hace. Y porque la necesitan tanto, que no tiene otra que remontar.
Le admiran los ngambae, los árabes, los mbororó y los delicados caucásicos. Echa broncas a los pacientes y familiares con firmeza y educación , pero se asegura de que todos puedan pagar y recibir su tratamiento.
Si los familiares no dan de comer a los pacientes, o no quieren donarles la sangre que necesitan: bronca.
Que los pacientes no se lavan o no caminan: bronca.
Si las las madres no dan de mamar o no limpian a sus hijos: bronca.
Si la médico europea no recicla un vendaje y lo corta con tijeras: bronca.
Todas merecidas.
Todas sin subir el tono o perder los modales.
Todas necesarias.
Acepta -aunque con tristeza - cuando los pacientes o los familiares rechazan el tratamiento prescrito y deciden acudir al curandero, aún sabiendo que su paciente morirá en su casa o reingresará con un cuadro todavía más complicado que el anterior.
Ella sigue, sigue, sigue.
Mis abuelos eran ambos médicos rurales, y mis padres me cuentan que ellos no pasaron nunca hambre, porque los pacientes les regalaban gallinas, huevos o conejos como agradecimiento y único medio de pago.
Ayer el padre de una paciente árabe le regaló un par de pollos a nuestra Sœur, aunque bien merecería una granja entera
Ayer el padre de una paciente árabe le regaló un par de pollos a nuestra Sœur, aunque bien merecería una granja entera
Ayer el padre de una paciente árabe le regaló un par de pollos a nuestra Sœur, aunque bien merecería una granja enteraLa Razón

23 enero de 2022

Bébédjia

El mango

Fue la directora de mi colegio, Mrs. Mazón, la que me contagió el amor por los árboles. Uno de mis lugares favoritos en Madrid es el jardín botánico. Dentro de él hay unos bancos escondidos bajo unos tilos exuberantes. Si tuviera que elegir un sitio dentro del botánico, sería ese: tumbada en uno de esos bancos un día de primavera, mirando las hojas de esos tilos.
Aparte de los tilos, me chiflan los árboles frutales y aquí he descubierto dos que me fascinan: el mango y el anacardo.
El mango es un árbol imponente y frondoso que da una sombra extensa y densa. A los chadianos les gusta cobijarse en su penumbra, sobretodo a partir de finales de febrero, cuando empieza el calor del infierno. Y es que la temperatura debajo de estos gigantes cae unos grados y se agradece.
En el patio de nuestras habitaciones hay uno precioso, pero nunca había visto sus frutos hasta este viaje. Dentro de un mes caerán al suelo, ya maduros, pero por el momento están verdes y duros. Y aunque todavía inmaduros, cuando el hambre aprieta y algún madrugador ya se ha comido los frutos que están más a mano, los niños intentan alcanzar sus frutos golpeando sus ramas con largos palos. Si fracasan, trepan para conseguir lo que, probablemente, será lo único que coman en el día. Los niños son más ágiles que los adultos, pero también más osados, así que con demasiada frecuencia resbalan y caen desde alturas cada vez mayores.
Este año lo que más me ha llamado la atención es, precisamente, la cantidad de traumatismos cráneoencefálicos y lesiones medulares traumáticas que ingresan por caídas de este tipo (o caídas de la moto, que aquí nadie va con casco). Solo en una semana hemos atendido siete pacientes de este tipo: dos niños pequeños (uno de ellos ya fallecido), una adolescente y dos adultos con traumatismos craneoencefálicos graves así como dos casos de tetraplejia por lesión medular (en este caso una niña de 16 años y un adulto).
El manejo de estos pacientes es muy complejo en nuestro medio; la mayoría requieren un TAC urgente, ingreso inicial en una unidad de cuidados intensivos, muchas veces neurocirugía y casi siempre un tratamiento rehabilitador intensivo y multidisciplinar prolongado.
En Saint Joseph, el tratamiento se simplifica de forma dramática. Básicamente consiste en el control de las constantes, paracetamol, corticoides y antibióticos. Y rezar. Mucho.
Los médicos del primer mundo estamos tan acostumbrados a las pruebas complementarias que ya apenas sabemos manejarnos sin ellas. Nuestros ojos contactan fugazmente con los ojos del paciente. Luego vuelven a la pantalla, siempre. El teclado es una prolongación de nuestros dedos, y cuando logramos despegarlos de las teclas, los cubrimos de látex o vinilo para explorar, de forma somera, a los pacientes. Tenemos todavía el comodín de las pruebas que nos ayudarán a realizar el diagnóstico y orientar el tratamiento, que será el mejor y el más completo que podamos ofrecer al enfermo.
Venir aquí ayuda a recuperar esa parte de la medicina ya olvidada. La parte de la anamnesis la quitamos del algoritmo. Para empezar, casi nadie sabe la edad que tiene. Los niños que no se tocan la oreja contraria por encima de la cabeza tienen menos de 6. Pero los adultos son otra cosa. Muy muy difícil acertar.
Por otra parte, la noción del tiempo aquí es relativa (cuántas veces escuchamos ese “depuis….” tan poco preciso!) y siempre son necesarios los traductores que hablen Nganbae o árabe para medio enterarte de qué va la cosa. Es como si la mayoría de los pacientes fueran neonatos; no pueden contarte lo que les pasa pero la observación de su cuerpo, su forma de moverse y la expresión casi siempre te ofrecen información suficiente.
Y, aunque volver a la esencia de la medicina tiene su morbo, es frustrante no poder hacer más. Aquí la discapacidad es una carga tan, tan grande, que, en muchos casos, la familia decide llevarse a los pacientes de alta para que mueran en casa. Quizá intenten un tratamiento tradicional antes de tirar la toalla (aunque la mayoría ya ha agotado ese cartucho antes de tráelo aquí), pero generalmente ya no disponen de medios para costeárselo.
¿Cómo convencerlos de que paguen el mejor tratamiento disponible cuando sabes que el pronóstico funcional es infausto?
De los 7 casos de este tipo atendidos esta semana ha fallecido un paciente aquí y a dos de ellos se los llevaron a casa a morir. Estamos negociando con el padre de la niña tetrapléjica para que permanezca ingresada en el centro de Discapacitados de Doba pero en realidad, ¿que vida le espera? ¿Quien le cambiará la sonda, o evitará que se escare cuando sabemos que va a permanecer tendida en el suelo todo el día? Era ya la una de la tarde y la niña llevaba un día sin comer ni beber. ¿Ya ha comenzado el lento proceso de dejar morir?
Y al joven con secuelas de conducta y del lenguaje, ¿que tratamiento le podemos ofrecer? Ninguno. Absolutamente ninguno.
Otra vez, las diferencias abisales e injustas.
Seamos capaces de reconocer la suerte que hemos tenido al nacer en el primer mundo, capaces de apreciar la atención sanitaria de máxima calidad que podemos recibir en España, independientemente de nuestro nivel socioeconómico o cultural.
Hagamos eso al menos.

22 de enero de 2022

Bébédjia

El mosquito

¿Hay algo más molesto que escuchar un mosquito merodeando alrededor de tu oreja cuando te metes en la cama?
Hay algo más molesto que escuchar un mosquito merodeando alrededor de tu oreja cuando te metes en la cama.
Y yo lo he vivido.
Porque te has metido en una pequeña crisálida y estás atrapada en ese pequeño espacio con el vector del paludismo. Y no entiendes cómo ha logrado colarse, porque creías haber tapado todos los agujeros de la mosquitera con cinta americana, has sido muy cuidadosa metiéndola bien bajo el colchón y cerrando la puerta con mosquitera incorporada. Además apenas utilizas las linternas para evitar atraer la atención del maldito bicho y te embadurnas con el relec extraforte desde primera hora de la mañana para resultar CERO apetecible para el peligroso díptero. Sin mencionar que antes del viaje, has rociado toooooooda tu ropa con una solución de permetrina que deja un olorcillo apestoso y unos cercos grasosos en todas tus prendas.
Y, aun habiendo tomado TODAS las precauciones, ahí estás, buscándolo con tu linterna de luz roja porque no quieres estimularlo demasiado, pero te das cuenta que no ves un pijo, y te pones de los nervios porque cada segundo cuenta y puede estar ya posado sobre tu epidermis y tú no ser consciente de ello. Necesitas encontrarlo YA porque el primer objetivo es cargártelo de una palmada. Pero nooo, él se esconde entre los pliegues de la mosquitera, se confunde con las rayas de tu manta y vuela en modo silencio para que pierdas definitivamente los nervios y te lances fuera de la mosquitera. La dejas completamente abierta. Luego la cierras porque te parece que está demasiado abierta y pueden entrar otros seres si tienen tanto espacio para transitar. Mientras piensas cuál será el tamaño de apertura ideal para que salga tu enemigo, enciendes las linternas (todas) en su punto de máxima blancura y las dejas lejos de la cama, muy lejos.
Decides que probablemente no lleves encima una capa de relec lo suficientemente generosa y, sin desnudarte del todo, te vas aplicando una cantidad ingente en cada milímetro de tu piel, incluida la cara. Y en tu ropa. Y en tu pelo. Y te pones la sudadera porque prefieres cocinarte a contagiarte. Y dejas que pase un buen rato (cada vez menos horas de sueño) y decides intentarlo de nuevo. Entras rápidamente y metes histéricamente la mosquitera por debajo del colchón. No se oye nada. No se ve nada. Ha salido. Objetivo alcanzado.
Pero claro, con tanta tensión se te olvidó apagar la fuente múltiple de luz masiva que está en la otra punta de la habitación.
Sales de la mosquitera abriendo un agujero ridículamente minúsculo (que se amplía enseguida porque aunque quieras moverte como una ninja eres una blanca normalita que está agotada y atacada) y metes de nuevo la mosquitera bajo el colchón. Rápidamente te aproximas al rincón, apagas todas las luces y ya si que no ves nada de nada, porque se te olvidó dejar el farolillo rojo encendido antes de salir de la cama.
A tientas tocas las superficies y se te engancha el meñique del pie izquierdo con la pata de la silla. Pero el dolor no te paraliza. El instinto de protección es así. Una vez tocas la cama repites la maniobra de la mosquitera emulando a la Z -Jones y te encierras de nuevo en tu habitáculo traslúcido. Golpeas la ropa de cama contra el colchón por si se hubiera quedado el insecto agazapado bajo tus sábanas, aunque dudas mucho que con la sobredosis de relec el pobre sobreviviera. Encuentras el farolillo. Te has dejado el móvil fuera pero abandonas la idea de recuperarlo. Te pones los tapones, el antifaz y te cubres por completo con la sábana. Empiezas a sudar y te abandonas a la modorra, que si no no hay quien se levante a las 6 mañana.
La planta fotovoltaica da luz a parte del hospital algunas horas al día
La planta fotovoltaica da luz a parte del hospital algunas horas al díaLa Razón

21 enero de 2022

Bébédjia
Que la Lumière soit
Es fácil imaginarse unas horas sin luz. ¿Quién no ha vivido un apagón?
Un día es más complicado; las cosas del frigorífico se estropean, no se puede poner la lavadora ni el friegaplatos, imposible cargar los móviles, no funciona el WIFI…
Extrapolad eso a un hospital. Y que solo puedas tener electricidad unas 6 horas al día, durante todo el año, gracias a un grupo electrógeno. Esto supone un gasto inasumible en combustible pero, sobre todo, tiene unas repercusiones médicas, clínicas y asistenciales nefastas.
En Saint Joseph no disponemos de oxigeno o respiradores, no podemos intubar a los pacientes en quirófano pero sí hay que monitorizarlos durante las intervenciones. Para intentar paliar parcialmente la imposibilidad de ofrecer a los pacientes oxigenoterapia, enganCHADos ha ido llevando, en las distintas expediciones, concentradores de oxígeno. Estos dispositivos médicos alimentados por electricidad, extraen aire del medio ambiente y logran concentrar el oxígeno hasta alcanzar concentraciones terapéuticas para administrarlo al paciente, en nuestro caso a través de unas gafas nasales.
Esto permite que se desarrollen las cirugías y, en el caso de la pediatría, los niños graves (con anemias severas tras malarias repetidas) sobreviven mientras tienen este aporte extra de oxígeno. A la hora o dos horas de haberse apagado la luz, fallecen.
Ver esto día a día es insoportable. Aceptar que se mueran los niños por falta de medicación o de medios extraordinarios es complicado, pero que se mueran por falta de energía eléctrica, es trágico e inaceptable. Por eso ha sido nuestra prioridad solucionar el tema del voltio.
En 2016, una ONG Italiana, con fondos de la Unión Europea instaló una planta fotovoltaica en el hospital que funcionó unas semanas para, posteriormente, dejar de funcionar correctamente. Estuvo proporcionando unas 4-8 horas de energía eléctrica al día hasta que dejó de funcionar por completo el 12 septiembre de 2018. Intentamos ponernos en contacto con las personas responsables de la instalación para que mandaran a un técnico/Ingeniero, pero nunca hubo respuesta. La ONG había desaparecido del mapa. La empresa de los equipos tampoco ofrecía ninguna solución.
Ahí empezó la odisea solar.
Primer paso: fotografiar cada componente de la planta fotovoltaica y alrededores sin ningún criterio. Volví a España con cientos de fotos de equipos varios, de los paneles solares, de las flores de alrededor y de los nidos de termitas, por si alguna de esas fotografías pudiera ofrecer una información relevante en el diagnóstico y tratamiento de la “maladie des panneaux”. Si, también me llevé unas tarjetas con datos que alguien tendría que analizar.
Aterrizada en España, ahora debía encontrar un ingeniero que entendiera del tema, me explicase cómo funciona una planta (así, facilito) y me indicara de qué se podía tratar. Lamentablemente, todos mis amigos ingenieros sabían un montón de temas ingenieriles pero nada de las instalaciones fotovoltaicas. Gracias a un amigo de un amigo de un amigo, contacté con una empresa española que había trabajado en muchos países Africanos (aunque nunca Chad) y me recomendó que trabajáramos con una empresa chadiana situada en N’Djamena. Perfecto. Empresa local.
Gracias a esta empresa, al apoyo técnico del ingeniero español y a donaciones de amigos y una empresa privada española, construimos un local donde alojar las baterías, inversores y demás apechusques, ya que antes de dicha construcción, todo estaba alojado en un contenedor, bajo un sol de justicia. Encargamos los equipos que, a juicio de los ingenieros, eran necesarios para lanzar de nuevo la planta y cuando estaban a punto de enviar los equipos desde Alemania a Chad, el COVID detuvo el mundo. No fue hasta octubre de 2020 que llegaron los equipos a destino y en noviembre de ese año se puso en marcha de nuevo la planta (tremendo subidón).
No. No os emocionéis demasiado que aquí las alegrías duran un par de ratos.
Antes de que se cumpliera un año desde la puesta en marcha, los paneles murieron de nuevo. Vuelta a grupo electrógeno a tope de combustible, vuelta al derroche y a la muerte.
Dado que la empresa local no era capaz de averiguar qué le sucedía a nuestra pesadilla, me reuní a principios de diciembre con uno de los patronos de Energía sin Fronteras , el ingeniero Chadiano (que estuvo comiendo en mi casa una paellita estupenda) y otro ingeniero cinturón negro en fotovoltaicas. De esta reunión (si hubiéramos sido todos médicos lo llamaríamos sesión clínica) surgió la primera hipótesis diagnóstica. Se planteó un tratamiento (más aparatejos que compramos y llevamos en nuestras maletas entre medicamentos y sondas) y…voilà!
Vuelve a funcionar la planta.
No aporta electricidad a todo el hospital (pero si a las zonas imprescindibles) ni cubre las 24 horas del día, pero hasta el siguiente dispendio fotovoltaico, estamos felices.
Fuera de nuestro recinto (en el pueblo) no hay luz. Cada uno se debe comprar un pequeño grupo electrógeno para que los comercios funcionen a partir de las 18 horas, cuando anochece.
Como las habitaciones y nuestro comedor (donde tenemos una nevera) dependen del grupo electrógeno y este apenas se utiliza porque ya funciona el fotovoltio, los cooperantes hemos salido perdiendo claramente. Entre semana podemos cargar nuestros móviles, leer o utilizar el ordenador 2 horas por la mañana (de nada sirve porque estamos trabajando) y 3 horas por la tarde.
Vivimos a oscuras. Las linternas permiten que veamos los bichos del cuarto. Mejor apagar. El frigorífico, por el momento, es más bien un armario. Pero ellos tienen luz, y eso lo compensa todo.
Un abrazo a todos de la Doctora Lumière
Imágenes de la localidad de Bébédjia, donde trabaja Paula Peña con la fundación El Compromiso
Imágenes de la localidad de Bébédjia, donde trabaja Paula Peña con la fundación El CompromisoLa Razón

Os presto mi humilde diario por si queréis viajar conmigo…

20 enero de 2022

Bébédjia

Blanchie

Siempre pasa lo mismo. Después de un día de subidón te llega la bofetada de realidad.
Conocí a Blanchie en 2018, cuando su hijo Beau, de entonces 2 años, ingresó por malaria grave. La afectación cerebral le dejó parcialmente ciego y sin poder mover piernas o brazos. Tuvo convulsiones durante casi tres semanas y cuando despertó, se limitaba a rechinar los dientes. Trabajé con él gracias a todo lo que me enseñaron “mis fisios” y Blanchie aprendió a tratarle también. Lo hacía muy bien, firme y con cariño, sin dejar de sonreír y con la pequeña del clan, Marie, siempre colgada de su espalda. Y consiguió que su hijo gateara y comiera solo. Supervivencia facilitada.
Durante 3 semanas compartimos los cuatro camilla, juegos, trabajo e historias. Antes de que se fuera de alta, conocí a su marido Narcise, padre de Beau. Me llamó la atención la manera como trataba a sus hijos. Era muy cariñoso y jugaba con ellos, una actitud para nada común por estos lares.
Tanto nos quisimos Blanchie y yo, que desde ese año hablábamos esporádicamente por teléfono y en 2019, cuando se enteraron de que estaba en Bébédjia de nuevo, vinieron a visitarme y a mostrarme con los avances espectaculares de Beau.
Hace un año recibí una llamada del papá. Generalmente él me llama y yo cuelgo y le devuelvo la llamada, pero en esta ocasión no conseguí
Ahora se que me llamaba para contarme que Blanchie murió en diciembre de 2020, que él se fue con Beau Claire a Mondou y que dejó a Marie con unos tíos en Bébédjia.
Lo que en nuestro mundo es un drama absolutamente excepcional, aquí es algo cotidiano. Y aunque ordinario, es terrible que haya desaparecido una mujer tan extraordinaria y que se haya roto otra familia. Otra más.
Llamé a Narcise para pedirle que me trajeran a Marie a Saint Joseph. Algo podremos hacer, digo yo.
Os mantendré informados.
Imágenes de la localidad de Bébédjia, donde trabaja Paula Peña con la fundación El Compromiso
Imágenes de la localidad de Bébédjia, donde trabaja Paula Peña con la fundación El CompromisoLa Razón

19 de enero de 2022

Bébédjia
Un sábado de octubre de 2019, Rocío y yo donábamos sangre sin ser conscientes de lo que nos vendría una hora después. Ese relato que algunos conocéis se llamaba “Saturday Night Fever”.
La escena central era la siguiente:
“Paritorio de unos 11 metros cuadrados. Charcos de sangre en el suelo . Una niña de 13 años en una mesa de partos, semiincorporada. A su lado, su madre y abuela. La matrona de guardia buscando un guedel. Una niña de 17 años, embarazada de 36 semanas, tumbada y convulsionando en una segunda camilla con perneras. Rocío intentando hacerle un tacto vaginal con ayuda de Julia. Dos acompañantes de la mujer embarazada, sosteniendo la cabeza y cogiéndole la mano, respectivamente. Javier saliendo del paritorio mientras llama a Abdulaye para que prepare el quirófano urgente. Yo sosteniendo contra mi cuerpo a una prematura de 1,900gr, hija de la adolescente, intentando darle calor. Asomándose al paritorio, tres hombres árabes”.
Ese sábado se salvaron 4 vidas.
Aunque todo lo que sucedió esa noche era digno de un episodio trepidante de la serie “Urgencias” (más bien Urgencias sin medios), lo que más me conmovió fue la madre adolescente que dio a luz, con muchísima dificultad, a su primogénita, una pequeña prematura de menos de dos kilos.
Una niña enfrentándose a su primer parto, probablemente aterrorizada de ver tanto Nazara alrededor. Estaba semisentada en esa camilla de Paritorio, sudorosa y pálida, en silencio durante los pujos y contracciones. No cambiaba de expresión, no lloraba, no gritaba a pesar de que Rocío, finalmente, tuvo que hacerle una episiotomia generosa que luego hubo que suturar. No se desmayó a pesar de que partía de una hemoglobina de 6 y a pesar de que tenía malaria (aunque entonces no lo supiera). Esa niña era de la edad de mi hija Marina y yo no era capaz de dejar de pensar las diferencias abismales (o más bien abisales) entre la vida de una y la otra. Y, mientras intentaba calentar el cuerpo de la pequeña en mis brazos, mientras la mecía y canturreaba para que se sintiera amada y segura, no podía dejar de sentir una profunda tristeza y una enorme gratitud al mismo tiempo.
Esta mañana, al entrar en la pediatría, las he visto a las dos. Ella me ha reconocido, sobretodo cuando le he enseñado las fotos de los días postparto. Me ha preguntado por Rocio (señalando su imagen con el dedo, porque no habla ni papá de francés y yo digo solo 4 cosas en árabe) y se ha puesto triste cuando ha entendido que su ginecóloga no ha viajado con nosotros en esta ocasión.
La pequeña Zara ha preferido esconderse tras la falda de su madre y ha llorado en cuanto yo me he acercado un milímetro más de lo debido. Lo normal, vamos. El demonio es blanco para ellos, y que se aproxime una cosa que probablemente es demoniaca sonriendo y acercándole un aparato a la cara para enseñarle una imagen de un bebé, no mola nada.
Estos son los pequeños e increíbles regalos que nos ofrece este país. Poder contemplar cómo dos niñas que conoces y que sobrevivieron (de milagrito) hace dos años siguen aquí, en la tierra, y caminando de la mano.

18 de enero de 2022

Bébédjia
Amaneces nervioso cuando lo que te espera es reencontrarte con tus compañeros después de dos años.
Como siempre, la bienvenida más que cálida es tórrida. Estoy bailando, encadenado abrazos. Una me suelta y me recoge el siguiente. Casi todos llevan mascarilla, aunque más bien para protegerse del polvo. No les preocupa el virus, pero casi todos nuestros colegas tienen la segunda dosis de vacuna puesta.
La población general no lleva mascarilla. El COVID es algo que ha sucedido en el primer mundo. Nuestra primera ola de COVID es su tsunami de malarias. Es cierto que si no se realizan tests diagnósticos, la enfermedad no existe. Ademas, la edad media de los chadianos es de 15 años, así que es poco probable que haya mucho COVID grave. Así y todo, se han movilizado muchisimos recursos económicos y materiales desde los organismos internacionales para luchar contra el virus. Es sorprendente que,
in embargo, no llegan los medicamentos para tratar la infección por VIH ni la tuberculosis (que, además, deberían ser gratuitas). Sin stock. Increíble. También resulta imposible encontrar tests rápidos de VIH o medicación para tratar la leishmaniasis.
¿Cómo es posible que estemos tan ciegos, que seamos tan bobos?
En fin. Respira hondo, Paula. Inspira…espira…
Aquí sigue la misma historia: malaria, tuberculosis, muerte, enfermedad crónica teóricamente tratable…
¡Pero bueno!¡Si estaba yo tan contenta contándoos la danza de abrazos y me he venido abajo!
Más cosas buenas: que no hayamos podido venir no significa que no hayamos trabajado a distancia. Gracias al envío de dinero para mejorar la atención sanitaria a cargo de nuestros proyectos, hemos podido ampliar la sala de cuidados intensivos de pediatria. Si, la sala donde se hacinaban los niños moribundos en época de lluvias, ahora es una estancia amplia y luminosa. Da menos disgusto entrar (porque gusto no da nunca). Además, para los enfermeros hemos construido un edificio nuevo que da al patio. Hay una espaciosa sala donde se hace el pase de guardia y dos vestuarios. Un lujazo.
Otro de nuestros logros del teletrabajo: el contrato de médicos. Menos mal que son cuatro ahora, porque la carga asistencial es enorme. El número de facultativos es muy irregular a lo largo del año. Se marchan para seguir formándose, o les integra el estado al hospital del país que más convenga. Pero vivamos el hoy y el ahora. ¡4 médicos! Fli pan te.
Termina el día. Poco a poco, desembalamos las cajas y deshacemos las maletas que trajimos llenas de medicación y material y los organizamos según categoría y lugar de destino. Este es nuestro momento “Reyes Magos”. Sabes lo mucho que se van a alegrar porque traemos exactamente lo que habían pedido en la carta. Como aquí van como locos, al equipo de Sor Elisabeth también se le olvidó pedir alguna cosilla a sus Majestades. Pero como pretenden volver por aquí antes del verano, seguro que subsanan el descuido.
La nuit tombe. La mesa, sillones y suelo del salón de nuestro refrectoire están llenos de esperanza bien clasificada.
Crisálida. Buenas noches

17 de enero de 2022

N’Djamena- Bébédjia
El (temido) viaje
¿Caben 5 personas, 4 mochilas, 1 cartera de ordenador, 7 maletas, 4 cajas de 23 kilos, 4 macromacutos y un par de halógenos en una Toyota?
Si, caben.
Y casi todo (nosotros no, se entiende) cubierto bajo una lona azul.
¿Que cuántas cuerdas se necesitan para mantener todo en su sitio, bajo la lona azul? MÍNIMO 3.
¿Y eso es suficiente? EN ABSOLUTO.
Paradita de rigor cada vez que sobrevolamos o nos metemos en uno de los numerosos cráteres de la carretera, cada vez que pasamos por un badén modelo colina (los peajes que aseguran el mantenimiento de la carretera - JE) para comprobar de que todo sigue ahí, en su “casi” sitio.
Vamos apretadillos (como siempre) y las del asiento de atrás realizamos cambios posturales cada 3 horas (nos turnamos el sitio de en medio).
Es cierto que es bonito ir por tierra, perdiéndote en el paisaje. Este año está todo más seco (dejamos lejos la época de lluvia), los ríos con poco caudal, la tierra menos compacta, suspendida en el aire. Hay más dromedarios - aunque dejan de verse una vez nos alejamos de la capital-y mucho nómada con el ganado. Los preciosos niños Chadianos corriendo por el borde de la carretera o jugando cerca de sus chozas con un neumático, con sus ropas sucias y desgarradas. Hay unos árboles que nunca había visto, pelados pero con unas flores de un naranja vivo en los extremos de las ramas. También plantaciones de mijo y, según nos acercamos al sur, los majestuosos árboles de mango, con sus frutos todavía demasiado pequeños y verdes.
Suena música africana a un volumen considerable. Según Ambrosie, son cantantes de Costa de Marfil, Nigeria y Senegal. Algunas recuerdan a Georgie Dann, pero molan más porque consiguen que aterrices en el continente de verdad.
No se pueden hacer fotos por los constantes rebotes en la cabina y la velocidad a la que nos lleva el chófer.M (sin cambios con respecto a viajes previos, salvo por la velocidad de crucero que alcanzamos en esta ocasión; Jean Paul siempre tiene menos prisa). Pero es cierto que la carretera está mejor. Por lo visto arreglaron un buen tramo antes de las ultimas elecciones. Poco después, el presidente electo (en esta ocasión y los últimos 30 años) moría en combate en el norte del país.
Solo 9 horas tardamos en recorrer los 547 kilómetros que nos separan de Saint Joseph.
Es de noche cuando llegamos, pero nos da tiempo (aunque le echamos casi dos horas en el tedioso proceso) a comprar las tarjetas de teléfono chadianas y mandar las primeras señales de vida.
Cenamos a oscuras la tortilla de patata de Jeannette (que cada vez le sale mejor) antes de meternos en nuestras guaridas tejidas, agotados, doloridos y felices.
Imágenes de la localidad de Bébédjia, donde trabaja Paula Peña con la fundación El Compromiso
Imágenes de la localidad de Bébédjia, donde trabaja Paula Peña con la fundación El CompromisoLa Razón

16 enero de 2021

Tengo tantas cosas en la cabeza -un melange en toda regla- que no sé muy bien por dónde empezar ni cómo hacerlo. Así que empezaré por el principio de este Bébédjia 2022.
Madrid- Ndjamena
Queda media hora para aterrizar.
Media hora para pasar los primeros controles de policía con el macuto que parece que pesa 20 kilos más que hace unas horas, para entregar los pasaportes y, por fin, volver a pisar tierra Chadiana dos años después de nuestra última misión.
La semana que ha precedido a este viaje ha sido diferente a otros años.
La pandemia nos añadió otra mochila (la del miedo al contagio y los enemil tests navideños) y me despojó de mi papel de “hija de Marino”, porque, aunque cuerpo presente, el COVID se llevó la independencia y cordura de mi padre.
El jueves le dije que me iba. Y él habló de jefes del banco, de líneas rojas y de darle la vuelta a las bellotas. Palabras en modo “jeroglífico” que intenté interpretar para dar sentido a lo que me quería decir.En cualquier caso, creo que lo entendió, porque, a pesar de la amimia, me miraba triste.
Ayer fuimos toda la tropa a verlos para despedirme. Me senté en el suelo mientras él estaba en su sillón y apoyé mi cabeza sobre sus delgadas piernas. Entonces, se convirtió en mi padre otra vez, y me acarició el pelo una, otra, otra vez. ¡Que no se acabe nunca este momento!
La palma de su mano me decía “tranquila, te quiero, escríbenos desde allí…aunque no me gusta que te vayas”.
Pero la realidad es que no he estado tranquila hasta comprobar que toooooodo el equipaje estaba facturado.
Bueno. No. Más bien hasta comprobar que tooooodo el equipaje había llegado a destino.
La felicidad empezó cuando compartimos la primera Castel fría sentados sobre las maletas en Kabalay
Del resto de los estreses hablaremos otro día.
Tobanúa! Nous sommes arrivés!