Lucha contra la pandemia
Las propias farmacéuticas dudan de la eficacia de vacunar a los menores de cinco años
A finales de 2021 emitieron un informe en el que aseguraban que el régimen de 2 dosis en niños de entre 2 y 5 años no parecía tener efectos reseñables en el aumento de la inmunidad de los pacientes
A medida que crecen los porcentajes de la población vacunada en la mayor parte de los países desarrollados, que van aumentando las franjas de edad protegidas con alguna de las vacunas contra la covid-19, más evidentes se hacen las pocos grupos que han quedado fuera de la inmunización. Con la ampliación de la vacunación ARNm a mayores de 5 años (tercera dosis incluida a los mayores de 18) los últimos no vacunados, la última generación desprotegida es ya la de los niños menores de 5 años. Pero para ellos, pronto, las cosas también cambiarán.
Antes de lo que hasta ahora se tenía previsto la población infantil podrá entrar en los procesos de vacunación a nivel global.
La semana pasada, Pfizer y BioNTech anunciaron su intención de elevar a la Food and Drug Administration (FDA), el órgano regulador de medicamentos de Estados Unidos, la petición de autorización de emergencia de una nueva vacuna contra el coronavirus específica para niños de entre seis meses y un lustro de vida.
Si definitivamente la vacuna se autoriza, la noticia será una pequeña sorpresa. Y es que, hasta ahora, los intentos de demostrar que la vacuna es necesaria y eficaz a esas edades habían fracasado.
Sin ir más lejos, a finales de 2021 las mismas compañías emitieron un informe en el que aseguraban que el régimen de 2 dosis en menores de entre 2 y 5 años no parecía tener efectos reseñables en el aumento de la inmunidad de los pacientes. Al menos, no generaba una protección tan elevada como entre los niños y adolescentes de mayor edad. Sin embargo, la protección sí crece de manera significativa entre los más pequeños de todos (de 6 meses a dos años).
Con los datos en la mano, la ciencia se ha preguntado si la vacunación en la más tierna infancia es efectiva en todos los casos, si el problema es la cantidad de dosis y si un régimen de tres pinchazos ayudaría también a proteger de manera segura a los niños en sus primeros pasos por la vida.
El asunto es más peliagudo de lo que parece. La vacunación en menores de 18 años se ha extendido con muchos recelos entre las familias. El tramo de edad más corto se ha demostrado el más complicado de llevar a la práctica en casi todos los países. Con la sensibilidad a flor de piel, cualquier traspié en forma de vacunación poco efectiva o efectos secundarios inesperados puede poner en juego la credibilidad de todo el sistema de vacunación. Las autoridades sanitarias y las empresas farmacéuticas se la juegan en las distancias cortas de la infancia.
Pero, por otro, lado, es obvio que la vacunación de los niños más pequeños sería el tiro de gracia contra el virus, el paso definitivo para controlar le enfermedad en el entorno doméstico y escolar.
En España hay más de 2 millones de niños de menos de 5 años que, por ahora, no serán inmunizados. Son la única franja de edad expuesta al virus sin protección. Con la vuelta a la actividad escolar, esta parte de la población ha sido objeto de debate sanitario ante la posibilidad de que pudieran ser vectores de transmisión de la covid. En cualquier caso, sus familias sí han experimentado las consecuencias de los cierres de centros escolares, confinamientos y medidas preventivas que se han visto multiplicadas con Ómicron en la sexta ola. ¿Es necesario vacunarles ya a ellos y dar por zanjada la batalla por la inmunidad de grupo?
Los expertos están divididos al respecto. La posible aprobación de una vacuna infantil seguiría similares protocolos a las anteriores versiones. Es decir, se trataría de una aprobación de emergencia basada en estudios clínicos parciales. Muchos padres no se sentirían cómodos aplicando un medicamento así a sus retoños. De hecho, recientes encuestas realizadas en Estados Unidos han arrojado que solo un tercio de las familias admitiría la vacunación de su infante menor de un lustro.
De momento tenemos en la mano solo una evidencia científica parcial: los ensayos realizados por la compañía farmacéutica con 8.000 niños de entre seis meses y cinco años de edad. La disparidad de respuestas inmunitarias obtenidas en los diferentes tramos de esa franja impide certificar que todos los niños responderían de manera similar. Es como si hubiera múltiples universos dentro del pequeño universo infantil. Los que mejor respuesta a la vacuna demuestran son los menores de dos años. De hecho, en ello, la eficacia es similar a la de sus hermanos mayores de 16 años.
¿Por qué ocurre esto? ¿Por qué parece que la eficacia del producto decae entre los niños de 3 a 5 años? La ciencia aún no tiene respuesta a esta pregunta.
Ante la caída de inmunidad de esta franja, Pfizer propone estudiar la aplicación de una tercera dosis también a los más chiquitines pero de un modo algo extraño. En palabras de miembros de la empresa consultados por el diario «Washington Post», «sabemos que dos dosis no son suficientes, pero proponemos seguir adelante con la vacunación de menores de cinco años y comenzar la revisión por parte de la FDA». De ese modo, comenzaría a aplicarse la «kinder-vacuna» antes de saber si será necesaria la tercera administración.
¿Aceptarán las autoridades y, sobre todo, los padres y madres, esa pauta? De momento lo único evidente es que los niños más pequeños van a llegar los últimos a la inmunización artificial.
«Los niños no son adultos pequeños»
En medicina se sabe que «los niños no son adultos pequeños». Los productos que funcionan y son seguros en mayores no tienen por qué serlo en infantes sometidos a menores dosis. Las cosas no son tan sencillas. Las vacunas además están muy relacionadas con la madurez del sistema inmune del bebé. En cuestión de meses, los cambios en su organismo pueden modificar las reacciones de los fármacos. Por eso es necesario testarlos de manera muy cuidadosa en esas etapas de la vida. El dilema está servido. Los niños no padecen enfermedad grave, pero sí pueden transmitirla. Los ensayos clínicos con ellos son más delicados y complejos. Sin su inmunización es imposible dar por terminada la pandemia. Pero su inmunización prematura acarrea serios problemas de aceptación social. La vacuna de guardería llega cargada de incertidumbre.
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