San Valentín
Mis cuatro “valentines”
Un buen amor es aquel que te hace ver lo que antes no veías
Cuenta la leyenda que San Valentín casaba a soldados con sus prometidas en las mazmorras de las cárceles en los tiempos en que el cristianismo fue prohibido por Claudio II. Al enterarse éste mandó capturarlo y traerlo frente a él para que se excusara. Finalmente ordenó decapitar a Valentín. Los días que estuvo esperando en el calabozo para su ejecución vio que la hija del juez de la prisión era ciega y rezó pidiendo a Dios que la joven tuviera la dicha de poder ver. Cuando le llevaban a la plaza pública para su ejecución San Valentín entregó un papelito a la joven. Ella, sin comprender, abrió el papel y, por primera vez, logró ver. Leyó: «Tu Valentín».
Algunos historiadores aseguran que se llegó a enamorar de la chica, por lo que su simbolismo como santo del amor fue mayor. Simbolismo sí, porque un buen amor es aquel que te hace ver lo que antes no veías. Cuatro de mis santos valentinos han muerto en el termino de un año. Primero fue Pedro de Casso, el más mayor y, por tanto, aunque dolorosa menos inesperada su muerte. Pedro, un sabio de la psicología y la espiritualidad, me abrió los ojos a ese mundo, el del alma activa.
Una vida que merece vivirla
Este verano se fue mi primer amor, el escritor Nacho Moreno. Muerte inopinada, brutal. Él me despertó a la vida misma, a los quince nos enamoramos y descubrí que merecía la pena vivirla.
Hace apenas un mes murió, también de improviso, Pancho García, actor y director cubano. Unas horas antes había grabado un vídeo enseñándonos las planticas de su patio. Mi Panchito me abrió los ojos al arte del amor entre artistas. Nuestra admiración mutua nos llevaba a viajar lejos. Me dejo sin La Habana. Y hace unos días murió Fernando Marías, mi última fascinación. Él me enseño cómo la generosidad entre colegas se transformaba en prodigiosa luz. La que permanecerá en mi de los cuatro.
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