Falsa acusación

El mosso «narco» que no lo era: «Me volví loco para probar mi inocencia»

La Audiencia de Barcelona absuelve a un policía tras 12 años acusado de colaboración

Dos agentes de los Mossos
Dos agentes de los MossosLa Razón

Su dilatada trayectoria, acostumbrado a bregar con tipos de todo pelaje y meterse en diversos «fregaos», le había convertido en uno de los investigadores de Mossos d’Esquadra más respetados en el Cuerpo y quizás por eso recuerda a la perfección cómo fue la conversación que dio al traste con esa brillante carrera que comenzó en 1992. El pasado 15 de octubre hace doce años que se produjo.

El día anterior, el subinspector José Ranea –protagonista de nuestra historia– y su equipo habían explotado una operación con varios registros simultáneos y aquella mañana se encontraba fuera del despacho perfilando los últimos flecos de las diligencias. Serían sobre las 11:00 horas cuando sonó el teléfono. Era un superior, que le llamaba desde la comisaría:

-Vente para aquí cuando puedas, tenemos que hablar.

-¿Qué pasa?

-Tú vente.

Al llegar, la conversación fue aún más surrealista:

-Tengo una orden judicial del Juzgado de Instrucción número 1 de Barcelona.

-Estás de coña.

-No.

-Pues es un malentendido.

-Salud pública y colaboración con organización criminal. Esto es lo que hay y tengo que entregarte a los de Asuntos Internos.

Ranea, según cuenta ahora en conversación con LA RAZÓN, estaba alucinando y más aún cuando se pasó los siguientes tres días, el máximo de detención policial –aunque él juraría que fue más tiempo–, incomunicado en dependencias policiales. Y así, casi sin darse cuenta, es cómo se vio envuelto en la «operación Macedonia», un supuesto entramado criminal dedicado al narcotráfico y liderado por un tal Manuel Gutiérrez Carbajo, un confidente policial que, a su vez, había destapado una trama de cobro de comisiones en prostíbulos por parte de policías a cambio de alertarles de las redadas.

Gutiérrez siempre pensó que el «caso Macedonia» se trataba de un montaje para castigarle por «colaborar con la fiscalía» en el caso de los prostíbulos. Y lo cierto es que el trabajo de la instrucción realizada por el grupo de Asuntos Internos que llevó este caso (y que fueron relevados de su puesto más tarde) no fue refrendado por la Audiencia Provincial de Barcelona, que absolvió tanto al supuesto cabecilla como a este subinspector, que se enfrentaba a ocho años y medio de prisión. De hecho, la sentencia –notificada hace unas semanas– absuelve a la mayoría de los 17 procesados, acusados de organización criminal y cohecho, menos a quienes alcanzaron un pacto con la Fiscalía.

“Hacerle el traje”

Pero en el caso de la absolución de Ranea no es solo que no pudieran demostrar su relación con el grupo de narcos –de quienes supuestamente cobraba 1.000 euros al mes y recibía todo tipo de prebendas– sino que la sentencia dice expresamente que no cobró ni un euro y que simplemente simulaba echar una mano a confidentes (como hacen todos los agentes que trabajan con ellos) pero finalmente no lo hacía.

Para «hacerle el traje», como dice el propio Ranea, el grupo de Asuntos Internos que estaba en 2010 se encargó de transcribir solo parte de las conversaciones entre el subinspector y gente del hampa que tenía el teléfono intervenido. Curiosamente, las que le exculpaban, no fueron remitidas al juez y se limitaron a ponerles el epígrafe de «no relevante». «¡Cómo no van a ser relevantes si son las que prueban mi inocencia!», se queja ahora el subinspector. Con los confidentes que él se reunía (y que los investigadores se encargaron de aportar fotografías en seguimientos) siempre informaba a su superior.

Cuando vio las llamadas que había de él, sacadas de contexto, entendió todo. «Yo decía pero si de esto informé a mi jefe. Joder, de esto otro también, qué raro. Entonces supe que me tocaba ponerme manos a la obra». Tras salir de prisión provisional el subinspector se dedicó en cuerpo y alma al caso. «Mi abogado pidió todas las llamadas intervenidas y yo me tiraba de 12 a 16 horas al día escuchando. Era una obsesión», reconoce.

«Cuando oía conversaciones que me beneficiaban me iba al sumario y no estaba transcrita, solo ponía «irrelevante». Eso se llama prevaricar y todos los que nos dedicamos a esto lo sabemos muy bien», añade. «Me miraron en todos los bancos de España a ver si tenía activos, empresas...No encontraron nada porque no lo hay. Lo que no puedes hacer entonces es inventar u omitir, que es lo que han hecho», zanja.

Perdió 30 kg por el estrés

Había 80 líneas intervenidas, unas 30.000 comunicaciones, y las revisó absolutamente todas. El objetivo era encontrar las que él daba cuenta a su superior de todas las gestiones que hacía con los confidentes para demostrar que de colaboración ahí no había nada. Las encontró y logró llevarle al juez las pruebas de su inocencia, sí, pero por el camino quizás se dejó demasiadas cosas.

Para empezar los 30 kilos que perdió por el estrés y el sufrimiento que vio en su familia, algo complicado de reparar. También porque tuvo que esperar 11 años a que se celebrara el juicio.

Eso sí, ahora que se han aclarado las cosas quiere agradecer a su abogado, Fuster Fabra, y al Sindicato de Policías de Cataluña, que estuvo ahí desde el principio, apoyándole. José Ranea volvió a su destino en Vilanova, pero de momento no quiere saber nada de volver a la investigación. «Al final hemos perdido a uno de los mejores y eso quien lo paga es el ciudadano», resume David Miquel, portavoz del sindicato.