Un extenso magisterio pontificio

¡Santo súbito!

Deja tras de sí un legado de doctrina firme y clara

Bendiciendo a los peregrinos en una Audiencia General en febrero de 2013
Bendiciendo a los peregrinos en una Audiencia General en febrero de 2013MICHAEL KAPPELERAgencia EFE

La Iglesia católica universal y con ella millones de católicos de todo el mundo, así como cristianos no católicos, creyentes de otras religiones, e incluso no creyentes, conforman una multitud de personas de buena voluntad que viven con particular emoción y cercanía el fallecimiento del Papa emérito Benedicto XVI. Su estado de salud, unido a su prolongada edad, presagiaban que teóricamente esta noticia no representara una especial sorpresa cuando se produjera, pero lo cierto es que su pérdida ha provocado un intenso sentimiento de orfandad espiritual. Camino de los 96 años, que cumpliría el próximo 16 de abril en la fiesta litúrgica de la vidente de Lourdes santa Bernadette Soubirous, nos deja un hombre sabio, humilde, sencillo y bueno, que ha dedicado su vida al servicio de la Iglesia y, desde ella, a toda la humanidad.

El 265º sucesor de Pedro como cabeza de la Iglesia deja tras de sí un legado de doctrina firme y clara en su densa obra doctrinal y literaria y en su labor pastoral. Como Papa, su pontificado sin duda será también recordado por su renuncia al ministerio petrino escrita y leída por él en latín, que dio a conocer a un conmocionado y sorprendido consistorio cardenalicio convocado con carácter ordinario el 11 de febrero de 2013, precisamente en la fiesta de la Virgen de Lourdes. Con esa decisión, como ha reconocido el propio Papa Francisco, la institución pontificia abre una nueva etapa, como ya la abrió la Iglesia con los obispos diocesanos tras el Concilio, al establecer la presentación obligatoria de su renuncia al Papa al cumplir los 75 años de edad. El Santo Padre, como obispo de Roma, no tiene más autoridad por encima de él que la del mismo Jesucristo, y a Éste sometió durante meses la decisión adoptada, entendiendo que su conciencia le daba una clara respuesta. Ese día amaneció nublado en Roma y, al declinar la tarde, una tormenta dejó su impronta con el rayo que impactó en la cúpula de la Basílica de San Pedro, inmortalizado en una fotografía que, por su espectacularidad, ha dado lugar a muy diversas interpretaciones.

Es imposible pretender recoger, siquiera someramente, la ingente labor desarrollada por Joseph Ratzinger junto a san Juan Pablo II al frente de la importante Congregación para la Doctrina de la Fe durante la casi totalidad de su largo pontificado, que enderezó el rumbo doctrinal de una Iglesia todavía bajo los efectos de un presunto «espíritu conciliar». Uno de los heréticos frutos que este alumbró fue la Teología de la Liberación, que se expandía como mancha de aceite por el continente iberoamericano, en una versión neomarxista del Evangelio, y que fue sólidamente rechazada por esa pareja de gigantes teólogos y santos. El biógrafo oficioso y oficial de Benedicto, Peter Seewald, ha resumido en su magna obra «Benedicto XVI: Una vida» gran parte de su denso y extenso magisterio pontificio, acompañada de entrevistas mantenidas con él, entre las que merece recordar «Luz del mundo», sobre «El Papa, la Iglesia y los signos de los tiempos», de aconsejable lectura para conocer su pensamiento.

De su magisterio pontificio destacan las encíclicas dedicadas a las tres virtudes teologales, siendo la primera sobre el amor, «Deus Caritas est», presentada el día de Navidad del mismo año de su elección, 2005. Su obra literaria también cuenta con la trilogía dedicada a Jesús de Nazaret culminada en 2012 e inseparable de su legado.

Años atrás escribió que en un futuro veía una Iglesia pobre e incapaz de llenar los numerosos y majestuosos templos construidos en épocas en las que era poderosa e influyente en el mundo; templos que si bien se perderían, la harían más auténtica y fiel al mensaje de su fundador. Habló de una Iglesia no de masas, sino de «minorías creativas», en lo que se conoce como la «opción benedictina». Sin duda, palabras proféticas para este tiempo de apostasía ya no solo silenciosa sino pública y de intensa descristianización. A ello se refirió en una importante entrevista recogida por su biógrafo en la que resume la situación actual, definiéndola como dominada por la dictadura del «credo del anticristo»: «Hace apenas un siglo a nadie se le hubiera ocurrido pensar en el matrimonio entre personas del mismo sexo, y hoy quien expone su oposición a tal idea queda sometido a la absoluta exclusión social». Lo mismo podemos decir del aborto, concebido como un derecho, o la manipulación genética…». Son palabras duras, pero reflejan una realidad incontestable hoy en el Occidente otrora cristiano.

El pasado 8 de febrero, sintiendo próximo su fin en esta vida, escribió unas breves palabras confiando en un juicio benigno del Supremo Juez, «amigo y hermano que en sí mismo ya padeció mis deficiencias y por eso, como juez, es también mi abogado (Paráclito)».

¡Santo súbito!, Benedicto XVI.