Religión

La cruzada quijotesca del Vaticano por los obispos en China

Buscan resolver la división entre los 12 millones de católicos del gigante asiático

El cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, durante el funeral de Benedicto XVI
El cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, durante el funeral de Benedicto XVIBen CurtisAgencia AP

A pesar de que China y el Vaticano comparten una profunda huella histórica y una riqueza cultural intacta, la esperada resolución de una pugna de poder entre Xi Jinping y el Papa Francisco sobre quién tiene derecho a elegir a los obispos católicos, marca una inmensa divergencia entre los Estados.

Ambos han negociado durante años con el objetivo de establecer relaciones diplomáticas plenas y resolver la profunda división entre los aproximadamente 12 millones de católicos de China. Esta fractura es el resultado del debate entre los obispos nombrados por el Estado chino, pero no reconocidos por el Vaticano y los prelados «clandestinos», que se consideran responsables únicamente ante Roma.

Prueba de ello fue la presencia del arzobispo emérito de Hong Kong y de un asesor de la líder de Taiwán en el funeral del Papa emérito Benedicto XVI, un hecho reseñable que puso de manifiesto la tensa relación de los imperios. Asimismo, el Gobierno comunista, que no mantiene relaciones diplomáticas formales con la Santa Sede, ha omitido comentario alguno sobre el fallecimiento del que fuera Sumo Pontífice, Benedicto XVI.

El Papa Francisco, que sucedió a Benedicto en 2013, ha tratado de limar asperezas con Pekín alejándose del enfoque de línea más dura de su predecesor. Pero la esperanza de Bergoglio de acercarse a la dictadura para fomentar la conversión de miles de millones de chinos no habría dado el fruto deseado, ya que para Xi la religión sigue representando un asunto a «regularizar», hasta el punto de que el mandatario siempre ha rechazado los encuentros con el Pontífice. Al mismo tiempo, la Santa Sede ha mantenido relaciones diplomáticas con Taiwán en lugar de con China, uno de los únicos 14 gobiernos que aún lo hacen.

Entre los clérigos más prominentes que asistieron al sepelio de Ratzinger, se encontraba el cardenal hongkonés, Joseph Zen. Apodado «el león de Hong Kong», se ha convertido en una figura internacional de la resistencia al totalitarismo comunista y que, como Don Quijote contra los molinos de viento, defiende la democracia y la libertad religiosa. Condenado a pagar una multa en un proceso en el que se invocó la draconiana Ley de Seguridad Nacional, logró que en esta histórica ocasión el juez le devolviera el pasaporte para poder viajar a las exequias en Roma.

Cabe destacar que, hasta la fecha, la respuesta oficial de la Iglesia a la detención y los procesos pendientes de Zen, por los que podría ser condenado a cadena perpetua, ha sido tenue. Nada inesperado, dadas las frágiles relaciones sino-vaticanas, así como el incierto futuro del catolicismo hongkonés en medio de la actual tensión política. El centro financiero ha sido fundamental en la estrategia del «esfuerzo puente», principal vía de acceso de Roma a los católicos de China sin pasar por los canales de Pekín.

Nombrado cardenal por el propio Benedicto XVI en 2006, el nonagenario ha recordado su figura expresando gratitud por «defender la verdad contra la dictadura del relativismo» y por su Carta a los católicos chinos de 2007, en la que en la que se les invitaba a la reconciliación y la unidad y les pedía que salieran de la clandestinidad, así como sus esfuerzos por mejorar la situación de la Iglesia en el territorio asiático.

Antes de su partida, Zen fue recibido en audiencia privada por el Papa en la casa Santa Marta del Vaticano, un encuentro confidencial. El cardenal le habló de su ministerio pastoral entre los reclusos de las cárceles hongkonesas, una labor que ejerce desde hace más de 10 años. En la ex colonia británica hay actualmente más de 1.300 personas en prisión o en instituciones correccionales, por delitos políticos relacionados con las manifestaciones prodemocráticas de 2019.

Iglesias clandestinas

El Partido Comunista controla estrechamente la religión como amenaza potencial a su monopolio del poder. La gente puede practicar su culto en instituciones que acatan las normas del gobierno. Por ello, una parte de los cristianos ha creado iglesias clandestinas, consideradas ilegales y acosadas por las autoridades.

Por su parte, Roma anunció el pasado 22 de octubre la prórroga del acuerdo provisional, firmado en 2018, hasta 2024. Esta decisión permite a la Santa Sede seguir reconociendo a los obispos nombrados unilateralmente por la Asociación Patriótica Católica China, resolviendo así parte del conflicto histórico entre ambos Estados. Pero un mes después estalló una disputa sobre la instalación de un obispo auxiliar en la provincia de Jiangxi, que el Vaticano no reconoce como diócesis.

Para este, Jiangxi sigue siendo una provincia dividida en cinco diócesis y prefecturas apostólicas, fusionadas en una sola entidad por las autoridades comunistas en 1985, sin la aprobación del Papa. La decisión de nombrar a un mitrado legítimo a los ojos de Roma, para una diócesis no reconocida por ésta, constituye para Pekín una hábil manera de aclarar y endurecer el acuerdo alcanzado con el Vaticano, fijando límites estrictos.