Opinión

Amor eterno

La inteligencia artificial puede convertirse en una poderosa herramienta para mejorar la comunicación, la comprensión y la empatía dentro de las parejas

Marina Castaño
Marina CastañolarazonLa Razón

El amor, ese sentimiento complejo que combina emoción, biología y cultura, ha sido objeto de estudio durante siglos, pero está en crisis. No hay más que ver las consultas de terapeutas de pareja para darnos cuenta de que esto es así. Sin embargo, la irrupción de la inteligencia artificial plantea una nueva pregunta: ¿podrá esta tecnología ayudar a que las parejas mantengan la misma pasión y conexión emocional que sintieron al inicio de su relación? Hoy en día, la IA ya influye en las relaciones humanas. Existen aplicaciones capaces de analizar patrones de comunicación entre parejas y ofrecer consejos personalizados para mejorar la convivencia. Algunas detectan tonos de voz, frecuencia de mensajes o expresiones emocionales y sugieren cuándo es el momento ideal para conversar, pedir disculpas o incluso planificar una cita. Los asistentes virtuales también pueden recordar fechas importantes, proponer actividades románticas o ayudar a gestionar conflictos con técnicas de comunicación empática. En teoría, todo esto podría reforzar el vínculo amoroso. Al reducir los malentendidos y fomentar la empatía, la IA actúa como un mediador silencioso que ayuda a las personas a mantener viva la conexión. Además, los algoritmos pueden aprender las preferencias de cada individuo y adaptar las recomendaciones a lo largo del tiempo, simulando una especie de “terapeuta de pareja digital”. Sin embargo, también surgen dudas éticas y emocionales. ¿Hasta qué punto puede el amor depender de un sistema algorítmico? Si una pareja se mantiene unida gracias a la intervención constante de la IA, ¿sigue siendo auténtico ese sentimiento? Existe el riesgo de que las relaciones se vuelvan dependientes de la tecnología y pierdan espontaneidad, uno de los ingredientes esenciales del amor humano. En definitiva, la inteligencia artificial puede convertirse en una poderosa herramienta para mejorar la comunicación, la comprensión y la empatía dentro de las parejas. Pero el amor, con su misterio y su imprevisibilidad, sigue siendo un terreno donde las máquinas solo pueden acompañar, no sustituir. Quizás la IA logre que las parejas recuerden por qué se enamoraron, pero mantener viva esa llama seguirá siendo, en última instancia, una tarea profundamente humana, porque el amor es humano y, mírese por donde se mire, si esa sensación única ya no se produce, algo grave sucede.