
Opinión
El cáncer de Borja Sémper
Uno que es capaz de manifestar amor en medio de una batalla, con los soldados al lado, naturalmente es capaz de subirse a un atril y contar que está gravemente enfermo

Conocí a Borja Sémper como tiernísimo concejal del ayuntamiento de Irún, con apenas veinte años. Besaba a la novia en el rellano de su casa, con los escoltas al lado, pudorosamente vueltos de espaldas. Un trago de madurez, desenvoltura y recato que forjan un hombre. Amenazadísimo desde pequeño (porque pequeño es para mí un joven de 17 años que ingresó en las Nuevas Generaciones del PP a raíz del asesinato bárbaro de Miguel Ángel Blanco) acudía con los policías a la universidad, que era un nido de serpientes y delatores, y ha contado que se salvó de un atentado porque faltó a clase el día que estaba planeado matarlo.
Todavía no ha cumplido 49 años y tiene cáncer, supongo que uno que ha hecho todo con antelación también ha de afrontar esto madrugadoramente. Si llegó a parlamentario vasco con 27 años y a presidente del PP en Guipúzcoa con 33, los años de plomo han tenido que lastrar su organismo. Gabi Cisneros murió joven por el lacerado cuerpo que le dejó Otegui y Rupérez siempre cuenta que su primera esposa enfermó de cáncer después del tremendo sufrimiento por el secuestro cruel del marido. Jamás sabremos cuánta gente ha herido y matado ETA realmente. La alerta constante, los sobresaltos, sinsabores, noches desveladas y lágrimas también asesinan.
Uno que es capaz de manifestar amor en medio de una batalla, con los soldados al lado, naturalmente es capaz de subirse a un atril y contar que está gravemente enfermo e incluso bromear sobre ello, diciéndole a Pedro Sánchez que no convoque elecciones hasta que él regrese curado. Se llama valor y desata admiración y silencio.
Me duele mucho que el temario educativo sobre ETA sea tan mondo y que tres autonomías (País Vasco, Cataluña y Valencia) no incluyan estudios preceptivos de la banda terrorista. Creo que hombres como Borja Sémper debían recorrer las aulas y contar a los chicos cómo llevaban el noviazgo en la época del horror y cómo se desarrollaban las clases en aquel tiempo que nos marcó a todos.
Quiero darle las gracias por seguir siendo valiente y hacer de portavoz de tantos al contar que tiene cáncer. La gente que reconoce públicamente este mal y llama cáncer al cáncer y tumor al tumor no es consciente de lo que contribuye a exorcizar, aliviar, animar. La palabra sigue siendo estremecedora y su sola mención caldea el terror. Hablarla y decirla nos recuerda que en todas las familias hay casos y que a menudo aún se silencia. Afortunadamente se cura o se hace crónico con frecuencia y como todo, tiene también una dimensión social que puede ser muy positiva. Si Borja puede, podemos todos. Gracias por tantas cosas, chaval.
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