Santo "millennial"
Carlo Acutis, el «influencer» de Dios en el altar del cine
La madre del joven beato italiano que falleció con 15 años respalda el estreno del primer documental sobre su vida
Los santos de estampita y peana no parecen cotizar al alza. Al menos, Carlo Acutis no se ajusta a este perfil. Lo suyo era el chándal y los vaqueros. Con el pelo algo despeinado. Loco de la informática y apasionado de la eucaristía. Es el modelo con el que la Iglesia quiere presentar a los jóvenes de hoy lo que antaño Teresa de Jesús definía como «camino de perfección».
Este italiano falleció con 15 años en 2006, víctima de una leucemia. En tiempo récord, Roma ha equiparado su testimonio vital situándolo a la altura de fundadoras de congregaciones o místicos de renombre. Tanto es así que Francisco dio vía libre a su beatificación en octubre de 2020 y no sería extraño que en breve se dieran pasos firmes para su canonización.
De momento, se ha convertido en un referente para los católicos «millennial». Este viernes se estrenó en los cines españoles «El cielo no puede esperar», un documental dirigido por José María Zavala que recoge en primera persona testimonios de personas que han visto cómo sus vidas cambiaban al sentirse tocadas por el beato. A la par, la editorial San Pablo ha publicado «El secreto de Carlo Acutis. Por qué mi hijo es considerado un santo», escrito por Antonia Salzano Acutis, de la mano del periodista Paolo Rodari. Salzano ha viajado a España esta semana precisamente para respaldar ambos proyectos.
Lo cierto que para cualquier madre, su hijo es una joya. La joya. Antonia no iba mal encaminada y siempre fue consciente de que Carlo era «un chico especial». «Su generosidad y su bondad estaban fuera de lo normal. Cuando era apenas un niño siempre me decía que "él prefería no brillar para que la luz del que tenía al lado pudiera tener su lugar protagonista", explica Antonia a LA RAZÓN, que destaca del joven su negativa a caer «en los juicios y en los chismorreos»: «O hablaba bien de alguien o prefería callar».
Liderazgo moral
Lejos de ser considerado el raro de la clase por sus convicciones religiosas o de contar con pocos amigos por su talante conciliador, precisamente la seguridad que le otorgaban sus creencias es lo que le convirtieron en un referente para sus compañeros. Es más, en el colegio León XIII de los jesuitas de Milán se erigió como aquel que rescataba a los que sufrían acoso escolar: «Salía al encuentro y en defensa de los que tenían problemas de integración porque eran introvertidos o se metían con ellos. Carlo los convertía a partir de ahí en sus mejores amigos y acababa con su discriminación».
Antonia no duda en subrayar que «su fuerte personalidad hacía que todos le quisieran, porque era tan inteligente como simpático y espontáneo»: «Fue el único capaz de manifestarse ante sus compañeros como contrario al aborto y, lejos de provocar rechazo, le dio autoridad porque sabía argumentarlo». Esta coherencia es lo que cree que le hizo «atractivo» tanto para quienes le conocieron en vida, como para los miles de «followers» que tiene ahora. «Cada día nos llegan noticias de posibles milagros que se habría producido por su intercesión», asevera Antonia, que está convencida de que su hijo «tiene hilo directo con Dios» y aclara que «cuando tenemos fe, todo es posible».
Al echar la vista atrás, también rememora cómo «estar con Carlo era como cuando tú entras en un santuario en el que te da la sensación de que hay un aura especial. Él tenía esa capacidad de ser una fuente de agua viva para todos los que estábamos con él». En un primer vistazo, hay quien podría pensar que el adolescente era un simple devoto ensimismado que iba a misa y rezaba el rosario todos los días y que creó un material audiovisual que difundió a través de internet que versaba sobre 136 milagros eucarísticos reconocidos por la Iglesia.
"No vivía en las nubes ni tenía una actitud clerical. No era un cristiano de boquilla», sentencia su madre, que reafirma que «era un chico de su tiempo con un sentido de la realidad enorme: visitaba ancianos, ahorraba dinero para los pobres, fue voluntario en comedores sociales…». Con este retrato, uno podría pensar que Carlo era prácticamente perfecto: «También tenía sus cosas, como tenemos todos. No era un trasto, pero era especialmente goloso y engordó bastante, pero fue capaz de plantarse y ponerse a dieta para quitar los aperitivos y los postres. Era muy exigente consigo mismo y sabía retarse. Por ejemplo, "su examen de conciencia lo hacía escribiendo en un cuaderno sus defectos y puntuándose diariamente sobre su comportamiento con la familia, con sus amigos…». Para su madre, «luchaba constantemente contra sí mismo, o mejor, contra su amor propio para que fuera el amor de Dios el que contagiara su día a día».
Aunque va vestida de negro, ni mucho menos es signo de luto o de un duelo no superado, a pesar de que Dios se lo llevó demasiado pronto. «En ningún momento le he pedido explicaciones o me he enfadado. Es cierto que juego con ventaja, porque me preparó para la muerte de mi hijo, porque todo se desencadenó cuando yo llevaba varios años estudiando teología, que me ayudo para profundizar en mi fe», señala Antonia. «Cuando estábamos en el hospital, comprendí que era la voluntad de Dios que tenía que aceptar ese sufrimiento por un bien mayor. Sentía que me hablaba a través de esos versículos de Job que dicen ‘El Señor me lo dio y el Señor me lo quitó: ¡bendito sea el nombre del Señor’».
Y es que, para esta «mamma», «no solo los grandes como San Francisco de Asís o el padre Pío pueden alcanzar la santidad. Para Dios, todos somos especiales y únicos, y todos tenemos una misión, no solo los curas y las monjas, como lo demuestra nuestra huella dactilar que nos hace irrepetibles».
¿El futuro patrón de la informática?
A la vista de su pasión por lo digital, a la madre de Carlo Acutis no le extrañaría que antes o después se le declarara «patrón de la informática». «El mundo virtual tiene una parte de luz, pero también aspectos oscuros, como catalizar la mente o la pornografía. Mi hijo puede ser un buen referente para iluminar a quienes se mueven en internet, porque él supo descubrir que era un instrumento poderosísimo que podemos utilizar sin contaminarnos», defiende Antonia.
Es más, recuerda cómo a los ocho años le regalaron la PlayStation y no hizo falta que se le castigara por no soltar el mando en todo el día. «Él mismo se marcó el uso máximo de consola de una hora a la semana, porque sabía que la vida no se podía reducir a la pantalla y que un consumo abusivo era peligroso hasta convertirse en una adicción, en una droga». Antonia sabe que «Carlo representa lo que el Papa Francisco llama ‘los santos de la puerta de al lado’», un modelo vital que, ni mucho menos, considera inalcanzable.
✕
Accede a tu cuenta para comentar