Ciencia

Donde residen los recuerdos

Una nueva investigación demuestra cómo se almacenan las memorias desagradables y sugiere que se podrían «borrar»

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Una nueva investigación demuestra cómo se almacenan las memorias desagradables y sugiere que se podrían «borrar»

¿Qué es la memoria? ¿Es un sistema de almacenamiento de recuerdos en un lugar determinado del cerebro al que acudimos cuando queremos rememorar algo, como acudimos al cajón de los calcetines en busca de uno limpio? ¿Es, más bien, un mecanismo de codificación de la información que no se halla en un lugar concreto y que recupera las imágenes, los sonidos y las sensaciones codificadas cuando las necesitamos, como si fuera el disco duro de un ordenador?

Esa es una de las dudas más peliagudas de la ciencia contemporánea: decidir si la memoria humana es un cajón de calcetines o un disco duro.

Lo que sabemos es que, al recordar, se activan y conectan entre sí neuronas depositadas en el hipocampo y en otras regiones del cerebro. Pareciera que cada una de esas neuronas tuviera «un pedacito de la memoria» y que, al trabajar conjuntamente, aparece el recuerdo completo. Unas neuronas trabajan en recordar el lugar donde sucedió un acontecimiento, otras los sonidos, los olores, la temperatura... A veces, todas ellas nos trasladan una imagen completa de lo vivido. En otras ocasiones algunas partes del recuerdo se desvanecen y no acertamos a rememorar dónde ocurrió tal cosa o con quién íbamos aquel día.

Los neurocientíficos que estudian la memoria han creído durante mucho tiempo que cuando recordamos siempre utilizamos los mismos circuitos neuronales. En concreto se usan las mismas neuronas que fueron activadas al guardar la memoria. Es como una suerte de especialización: la neurona que graba un dato nos lo devuelve al cabo del tiempo. Pero ahora, nuevas investigaciones parecen contradecir esta creencia. En concreto, un trabajo publicado ayer por neurocientíficos del Massachusetts Institute of Technology parece indicar por primera vez que el recuerdo requiere de la activación de otros circuitos diferentes, ajenos a los que intervinieron en el registro de los acontecimientos.

Nunca antes se había detectado en animales vertebrados la existencia de estos circuitos neuronales. Ahora, al menos, sabemos que existen en ratones.

¿Qué sabíamos hasta ayer de la memoria? La ciencia había demostrado que el hipocampo se divide en varias regiones que cumplen distintas funciones relacionadas con el acto de recordar. Una de esas regiones, llamada subículo, la parte más baja de la formación hipocampo, es en cierta manera una gran desconocida. Para conocerla mejor, el equipo del MIT ha desarrollado ratones transgénicos en los que las neuronas de esa zona del cerebro se pueden activar o desactivar usando estímulos de luz. A esos ratones se les sometió a experiencias de ansiedad y miedo (por ejemplo, creando una pequeña descarga eléctrica cada vez que pasaban por una caja). Anteriormente se había demostrado que ese recuerdo de una experiencia pavorosa requiere la activación de células en un lugar del hipocampo llamado CA1 y en la región del córtex entorrinal.

Los ratones a los que se desactivaron las neuronas del subículo tuvieron un comportamiento extraño. Si se desactivaban antes de experimentar el miedo, serán capaces de recordarlo sin problemas. Pero si, una vez guardada la memoria pavorosa, se desactivaban las mismas neuronas, los ratones parecían haber olvidado la experiencia. Es decir, a la hora de guardar una memoria, un grupo de neuronas puede hacer las veces de disco duro. Pero es otro grupo diferente el que se encarga de recuperar esa misma memoria. Entendámonos: es como si acudiéramos a nuestra madre para que nos recuerde en qué cajón habíamos guardado los calcetines: ¿quién no lo ha hecho alguna vez?. Las neuronas del subículo son esas progenitoras prodigiosas que rescatan los recuerdos de su cajón oculto en el cerebro.

Los circuitos

¿Por qué el cerebro necesita dos circuitos distintos para recordar? Quizás porque la interacción entre ambos circuitos es mucho más eficaz. O quizás solo ocurra con algunos tipos de recuerdos, en este caso los desagradables. De hecho, las neuronas del subículo se han relacionado también con la emisión de algunas hormonas llamadas corticoesteroides que activan la función del estrés... es decir que nos ponen en alerta.

El nuevo hallazgo parece de gran importancia. Primero, porque permite conocer mejor cómo recordamos y cómo reacciona el cuerpo a experiencias negativas. Segundo, porque ayuda a entender mejor qué mecanismos pueden fallar en los casos patológicos de pérdida de memoria y, por lo tanto, abre nuevas vías a posibles tratamientos. Pero tercero, y quizás lo más estremecedor, porque demuestra que los recuerdos se pueden manipular. En este caso, en ratones, se ha podido borrar de su memoria una experiencia traumática. ¿Se podrá hacer también en humanos?