Ciencias naturales
El ataque de la superbacteria
La muerte de una mujer norteamericana infectada en la India revela la existencia de organismos inmunes a los antibióticos
La muerte de una mujer norteamericana infectada en la India revela la existencia de organismos inmunes a los antibióticos
El 25 de agosto de 2016, las autoridades sanitarias del condado de Washoe, en Reno, Nevada, fueron informadas del ingreso hospitalario de una mujer con una infección aguda provocada por una enterobacteria muy resistente a los antibióticos. Demasiado resistente. De hecho, su infección no podría haber sido curada por ningún antibiótico conocido. A primeros de septiembre, la paciente, que tenía algo más de 70 años, murió tras sufrir un «shock» séptico. Ahora, su caso ha salido a la luz al publicarse su historia clínica en una nota hecha pública por el Centro de Control de Enfermedades de Estados Unidos, dentro de su tradicional informe semanal sobre mortalidad y morbilidad en el país.
La mujer había contraído una infección por Klebsiella pneumoniae, en concreto una modalidad de este microorganismo que contiene la enzima NDM-1 (metalo-beta-lactamasa de Nueva Delhi), una peculiaridad que la convierte en prácticamente indestructible. En cuanto se descubrió la procedencia de la infección, la enferma fue aislada. No consta que contagiara a más personas.
La noticia se ha dado a conocer para poner, una vez más, sobre la mesa la creciente preocupación médica por la proliferación de resistencias antibióticas. Hay muchos casos de resistencia, muchos tipos de microorganismos que son capaces de sobrevivir tras el ataque de una medicación. Pero en este episodio se ha cruzado una barrera que nunca antes habíamos traspasado. Tal como ha relatado Randall Todd, director del distrito médico de Washoe, «es la primera vez que tenemos que enfrentarnos a un caso de panresistencia, lo que quiere decir que no tienes nada en la farmacia de tu ciudad que pueda serte útil».
En realidad, no hubieran encontrado nada útil en las estanterías de ninguna ciudad del mundo.
Las resistencias bacterianas a todo tipo de antibióticos no son muy comunes, por suerte. Pero son una posibilidad que preocupa a los expertos. De entre todos los tipos de estrategia que las bacterias pueden usar para protegerse de los antibióticos, la producción de enzimas carbapenemasas, sustancias que inactivan a los fármacos capapenémicos, es una de las más graves. Estas enzimas permiten a los agentes patógenos protegerse contra los antibióticos más extendidos en la última línea de combate, los medicamentos de último recurso que se utilizan cuando los demás ya han fallado.
Se han encontrado más de 250 bacterias de este tipo aunque, afortunadamente, el 80 por 100 todavía sucumben al tratamiento con medicamentos aminoglucósidos y el 90 por 100 lo hace cuando se aplica tigeciclina.
Pero existe una pequeña probabilidad de que algunas de estas patologías, si no se tratan correctamente desde el primer momento de la infección, se hagan inmunes a todo antibiótico conocido, como ha ocurrido en este caso de Reno. El problema es que algunos de estos patógenos pueden estar dentro del cuerpo mucho tiempo antes de manifestar su virulencia. La paciente de Reno, de hecho, llevaba un largo historial de ingresos hospitalarios relacionados con infecciones y nadie había reparado en que se estaba construyendo en su organismo una resistencia brutal.
Una revisión sobre resistencias antimicrobianas publicada por el gobierno de David Cameron en Reino Unido ya avisaba hace años del cariz que estaban tomando los acontecimientos. En aquel texto se alertaba de que, si no ponemos remedio, en el año 2050 morirán cada año en el mundo entre 700.000 y 10 millones de personas por enfermedades como esta de Reno. Hoy, en Europa ya hay 50.000 fallecimientos al año por problemas derivados de la resistencia a los antibióticos.
Las catastrofistas proyecciones del informe de Cameron estaban basadas en dos escenarios. El peor de todos: que todas las bacterias se volvieran panresistentes como la de la mujer de Nevada. El otro escenario, algo menos grave, que el número de resistencias totales aumentara un 40 por 100. En cualquiera de los casos, el efecto sobre los sistemas sanitarios sería tan elevado que podríamos volver a estados del desarrollo anteriores a la invención del antibiótico.
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