Ciencias naturales
El dinosaurio español que vino del levante
Se llama Morelladon beltrani y vivió hace 125 millones de años. La nueva especie de iguanodontoideo acaba de ser definida por un equipo de palenontólogos de la UNED.
A lgo bueno debía de tener el «boom» inmobiliario. Los trabajos de remoción de tierras, la minería y la construcción ofrecen gratas sorpresas. Quizás no todo el mundo lo sepa, porque su tarea suele ser silente y en muchas ocasiones poco agradecida, pero las grandes obras que requieren la explotación de los suelos que pisamos cuentan por ley con expertos arqueólogos y paleontólogos que controlan todo aquello que la tierra arroja al ser removida y garantizan que no se echa a perder el patrimonio científico e histórico de nuestro país. Y eso es así porque, antes de que nosotros los pisáramos, esos mismos suelos hoy heridos por el trazado de un tren, por la excavación de una mina o la extracción de áridos para cemento fueron pisados por antecesores de nuestra cultura, por animales prehistóricos, por una rica fauna y flora de la que hoy sólo queda un puñado de fósiles enterrados. ¡Por dinosaurios!
Por animales como el Morelladon beltrani, la nueva especie de iguanodontoideo de unos seis metros de longitud que acaba de ser definida por un equipo de paleontólogos españoles del grupo de Biología Evolutiva de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED)-Universidad Autónoma de Madrid a partir de restos fósiles encontrados entre las arcillas de Morella (Castellón). Si pudiéramos verlo caminar hoy en día por nuestros lares, probablemente lo que más llamaría nuestra atención sería la enorme estructura en forma de vela alzándose sobre su lomo de unos 2,5 metros de altura. No está absolutamente definido para qué servía esa protuberancia, montada sobre altas espinas neurales en las vértebras dorsales, una suerte de andamiaje óseo para dar soporte a la vela.
Según nos explica uno de los autores del hallazgo, el paleontólogo Fernando Escaso, «se contemplan tres posibles funcionalidades de esta parte tan característica de la fisonomía del animal». Es muy probable que actuara como aparato termorregulador del cuerpo. Haría así un trabajo similar al que cumplen las gigantescas orejas de los elefantes. Aunque parezca que no tiene nada que ver, los animales comparten con las esferas (las naranjas) una curiosidad: si se dobla su tamaño, su superficie se multiplica por cuatro y su volumen por ocho. Es lo que se conoce como relación superficie-volumen. Una naranja pequeña tiene más cantidad de «cáscara» en relación a su «zumo» que una grande. Un ratón tiene más cantidad de «piel» expuesta al aire en relación al resto de su cuerpo que un elefante. Eso quiere decir que el elefante tiene menos lugares por donde disipar el ingente calor interior que genera su organismo. Las orejas actúan como grandes radiadores naturales irrigados con sangre caliente del interior que se refresca al atravesar la superficie auricular. La presencia de estas protuberancias en otros dinosaurios similares parece indicar que sí. Aunque no se descarta que tuvieran otras funciones. Seguramente se tratase de un animal gregario que requería algún signo de distinción o comunicación con sus pares. Otras teorías apuntan a que estas velas podrían suponer una especie de joroba que acumulara grasa durante los tiempos de bonanza alimenticia para reutilizarla en periodos de escasez. Sea como fuere, ese elemento tan visual y espectacular del Morelladon beltrani no es, precisamente, lo que más llama la atención de los científicos. Lo verdaderamente notable del hallazgo es la presencia misma de un animal así en esta área del mundo en el Cretácico inferior. Hasta ahora, el registro fósil de la Península Ibérica, en lo que se refiere a grandes herbívoros de la época, no distaba sustancialmente del que se ha encontrado en otros países de Europa. Existía cierta homogeneidad en la fauna hallada. Pero este animal ahora definido rompe en cierta manera los esquemas, lo que sugiere que la diversidad faunística de la zona era mayor de lo que suponíamos. Quizás eso indique que, en realidad, la diversidad en toda Europa también era mayor y aún quede por descubrir toda una riqueza de variedades de dinosaurios que todavía son desconocidos. Especies que siguen esperando a ser descubiertas y que arrojarán información sobre el mundo cálido y subtropical, húmedo en ciertas estaciones y muy seco en otras, cercano al mar y de vegetación exuberante que era el Levante de España hace 125 millones de años.
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