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La pisada del hombre en la Luna puede desaparecer

Los expertos temen que la sonda espacial israelí Beresheet ponga en peligro las huellas, las banderas, las fotografías, los soldaditos de juguete o las dos pelotas de golf que hay en el satélite natural de la Tierra.

Fotografía cedida por la NASA de la huella de pisada del astronauta Buzz Aldrin sobre la superficie lunar / Efe
Fotografía cedida por la NASA de la huella de pisada del astronauta Buzz Aldrin sobre la superficie lunar / Efelarazon

Los expertos temen que la sonda espacial israelí Beresheet ponga en peligro las huellas, las banderas, las fotografías, los soldaditos de juguete o las dos pelotas de golf que hay en el satélite natural de la Tierra.

Amediados del mes de abril la nave Beresheet, que partió de la Tierra la semana pasada, tocará suelo lunar y convertirá a Israel en el cuarto país en la historia capaz de enviar un artefacto a la Luna, tras los consabidos Estados Unidos, Unión Soviética y China. Mandar un aparato a la superficie de nuestro satélite es una proeza tecnológica. Hacerlo desde un pequeño país bañado por el Mediterráneo, no lo es menos. De ahí la expectación que ha levantado en todo el mundo la misión espacial israelí. Bueno, de ahí y de que la aventura podría tener un efecto secundario realmente inesperado. La sonda espacial Beresheet (que significa Génesis en hebreo) está preparada para alunizar en Mare Tranquillitatis (Mar de la Tranquilidad), la extensa planicie lunar donde posaron sus pies por primera vez los astronautas de la nave Apollo 11 hace 50 años. Es decir, el lugar donde desde hace medio siglo se conserva la mítica huella de la bota del astronauta Buzz Aldrin que él mismo fotografió para convertirla en todo un icono de nuestro tiempo. Junto a ella hay docenas de huellas más que son la memoria indeleble del sueño espacial humano. Las condiciones ambientales de la Luna y la falta de erosión del terreno hacen que esas pisadas impresas en el paisaje de regolito permanezcan casi inalteradas desde entonces.

Pero ¿qué ocurriría si una nave espacial sobrevolara exactamente el mismo palmo de terreno? ¿Y si se posara justo encima de ella? La llegada de la sonda lunar privada israelí Beresheet a las proximidades de la huella de Buzz Aldrin ha activado ciertamente algunas alarmas.

Mare Tranquillitatis es una vasta extensión de 1.000 kilómetros de diámetro por lo que hay espacio suficiente para posarse sin perturbar en absoluto el área de estacionamiento de la mítica misión espacial Apollo 11. Pero algunos expertos han querido recordar que caer en la misma zona de impacto no sería precisamente imposible.

Cuando los astronautas de la segunda misión tripulada (Apollo 12) llegaron a la Luna en noviembre del año 1969, alunizaron mucho más cerca de lo esperado de la nave Surveyor III, un aparato no tripulado que llevaba en el satélite desde 1967.

La sonda Surveyor (la primera en cavar un agujero en la superficie lunar con un pequeño taladro), recibió el impacto de la grava expulsada por los cohetes retropropulsores de la misión Apollo 12 y parte de su fuselaje quedó dañado por ello.

La cercanía del alunizaje no solo pudo poner en peligro a los tripulantes de la misión Apollo, sino que demostró que las carambolas cósmicas son posibles: que dos naves enviadas desde la Tierra terminen colisionando en suelo lunar.

No parece sencillo: como no lo sería que un conductor que aparca en un parking acabe chocando con el único vehículo que había aparcado previamente en él... Pero puede pasar, doy fe de ello.

Abraham «Avi» Loeb es un astrónomo israelí afincado en la Universidad de Harvard famoso por sus provocadoras predicciones sobre la existencia de vida inteligente fuera de la Tierra. Esta semana Loeb ha querido entrar también al trapo del alunizaje de la sonda Beresheet el próximo mes de abril: «A medida que mandamos más y más naves a la Luna los seres humanos estamos dejando más cicatrices en el límpido paisaje lunar. Sería necesario establecer medidas internacionales de protección del entorno selenita». En otras palabras: considera que hay que declarar el suelo de la Luna zona protegida.

Y no solo el suelo, sino todo lo que hay en él. Es decir, las toneladas de instrumentos, las huellas, las banderas, los recuerdos depositados por los astronautas (que van desde fotografías de la familia a soldaditos de juguete, pasando por dos pelotas de golf que lanzó Alan Shephard, el ser humano que más alto ha jugado al golf, durante la misión Apollo 14).

Todo ese material podría estar en peligro por las próximas misiones espaciales. La cercanía de los motores que se utilizan para descender genera daños irreparables en los objetos que encuentran a su paso. Posar una sonda encima de la huella del astronauta Aldrin sería como usar un soplete en los morros de la Mona Lisa.

¿Importa?

En la actualidad, no existe ningún marco legal que regule la conservación del patrimonio cultural en la Luna.

En la Tierra, si a un turista se le ocurre extraer un trozo de una inscripción en una pirámide de Egipto o pintar «Manolo estuvo aquí» en las paredes de las cuevas de Altamira, se enfrenta a serios problemas con la justicia. Pero un futuro turista espacial podría ir a la Luna, podría traerse el trozo de suelo donde yace la huella de Buzz Aldrin y venderla en una casa de subastas por un buen pico.

Ninguna ley impide que alguien o algo borre las huellas del hombre en la Luna, se traiga de recuerdo un trozo del módulo Eagle o robe la fotografía de familia que dejó allí el astronauta «Charlie» Duke (Apollo 16).

Por eso, muchos expertos en legislación espacial han pedido que las cosas cambien. Una organización internacional (quizás la Unesco) debería declarar también el regolito lunar Patrimonio de la Humanidad. Pero, pase lo que pase, ocurrirá inevitablemente después de que la nave israelí Beresheet alunice en Mare Tranquillitatis. Esperemos que lo haga con tino, a suficiente distancia de las primeras huellas humanas fuera de la Tierra.

¿Eternas?

Aunque tenemos la idea de la huella del astronauta Aldrin en la Luna es imperecedera (salvo por lo citado con anterioridad), recientes estudios publicados en la revista científica «Nature» han advertido que quizás no lo sea tanto.

Es cierto que la ausencia de erosión y de vientos en el único satélite natural de la Tierra hacen que cualquier signo de actividad humana permanezca durante décadas, quizás siglos, incorrupto. Pero hay un factor que podría deteriorar, muy lentamente, las históricas pisadas de los astronautas.

La Luna está cubierta por nubes de partículas de polvo lunar y espacial y cada partícula u objeto que entre en contacto con la gravedad del satélite tiene garantizado caer a su superficie. Desde meteoritos o fragmentos de asteroides hasta polvo lunar.

Al parecer el lado de la Luna en el que se encuentran las míticas pisadas, así como la bandera de Estados Unidos, es más propenso a ser alcanzado por cometas y fragmentos de meteoritos y a recibir la lluvia fina de polvo en suspensión. ¿Será ése el final definitivo de las históricas pisadas o serán las próximas misiones espaciales como la israelí?