Alcorcón
Condenado a 23 años por matar a su pareja a golpes con un radiador
La Audiencia Provincial de Madrid ha condenado a 23 años y medio de cárcel a Mario T.L. por asesinar en 2012 a la madre de su hijo a base de puñetazos, patadas y golpes con un radiador, con el que también la quemó, y una barra metálica, "sólida y contundente", procedente del triciclo del pequeño.
El tribunal le retira además la patria potestad de su hijo por un periodo de diez años y le condena también a pagarle 180.000 euros en concepto de responsabilidad civil por la muerte de su madre.
La sentencia le considera responsable de un delito de asesinato "por las circunstancias de alevosía y ensañamiento"con la agravante de parentesco y la atenuante de drogadicción, por lo que le condena a 23 años de cárcel, a los que se añaden otros seis meses por un delito de lesiones en el ámbito de la pareja, también con la atenuante de drogadicción.
Según el relato de hechos probados, el acusado y la fallecida, Malika A.J., mantenían desde hacía unos tres años "una relación sentimental estable análoga a la matrimonial", convivían en un domicilio en Parla y en 2011 había sido padres de un niño.
El 17 de noviembre de 2012, la pareja, cuyo hijo no se encontraba ese día en el domicilio, tuvo una discusión, y él le propinó un golpe en el ojo derecho que le produjo un hematoma, hechos por los que ahora se le ha condenado por un delito de lesiones.
Horas después, sobre las 23.00 horas, los dos se trasladaron a la casa de la hermana de Mario, en Alcorcón. De allí, Malika se marchó poco después y, tras ser asistida por la Policía y el Samur, fue trasladada al hospital de Alcorcón.
Tras pedir el alta voluntaria, llamó a su pareja, y éste le indicó que se encontraba en su domicilio de Parla.
"Una vez se encontraron ambos en dicho lugar, el acusado, con ánimo de acabar con la vida de Malika, la golpeó con una barra metálica y un radiador, propinándole puñetazos, patadas y pisotones, causándole lesiones por todo el cuerpo", que le produjeron la muerte en la madrugada del 18 de noviembre.
La agresión "se llevó a cabo asegurándose el resultado, aprovechándose conscientemente de su superioridad física y del uso de la barra metálica, sólida y contundente, que pertenecía al triciclo de su hijo", sostiene el tribunal.
La sentencia destaca la "absoluta crudeza"de la agresión, "con el único fin de hacer sufrir a la víctima y provocarle agonía", como demuestra el que, aún con vida, le pisara el rostro "con tanta fuerza"que le dejó impresa la huella de su zapatilla.
A esto se suma que "le colocó un radiador portátil eléctrico caliente que existía en la vivienda", causándole quemaduras, y le introdujo la colilla de un cigarro en la vagina.
La Audiencia de Madrid aprecia, no obstante, que el acusado en ese momento tenía "afectada parcialmente su voluntad debido a los rasgos impulsivos que forman parte de su personalidad y al consumo de sustancias, manteniendo intactas sus capacidades cognoscitivas".
En el juicio, según recoge la sentencia, el acusado admitió haber agredido a Malika "en un estado de ofuscación por el consumo de drogas y alcohol y por los celos que sintió al decirle que podría haber mantenido relaciones con otros hombres".
Sin embargo, negó que buscara asesinarla y se remitió a una acción "fuera de control y a hechos fortuitos como la caída del calefactor encima de Malika".
El tribunal entiende que hubo alevosía, porque, aunque la víctima ya había sufrido malos tratos, "esto no supone que la fallecida pudiera imaginarse que iba a sufrir una agresión tan violenta como la que condujo a su muerte", por lo que no pudo defenderse, a lo que se añade que el agresor buscó encontrarse solo en la vivienda para llevar a cabo el ataque.
En cuanto al ensañamiento, los magistrados recuerdan que la víctima recibió entre 50 y 60 golpes, uno de los cuales, "probablemente con el radiador", le fracturó la cadera, hueso que según dijeron los peritos "no se fractura con facilidad y menos en una persona joven", "lo que acredita la fuerza con que fue golpeada".
La mujer presentaba además "petequias en el pericardio", que, según los forenses, "sólo se producen cuando hay un sufrimiento o estrés tanto físico como psíquico, es decir, un gran dolor".
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