COP28
Crece el escepticismo sobre la utilidad de las cumbres globales contra el cambio climático
A pesar de los incontables empeños de consenso político, las cumbres, los viajes y las bellísimas palabras, el objetivo de llegar al Cero neto antes de 2050 parece una utopía
El escenario ha sido preparado una y otra vez para recibir a los actores. Vamos por la 28. Y en cada ocasión el guion apenas cambia: "los gases de efecto invernadero antropogénicos, tales como el dióxido de carbono o el metano, son los responsables de buena parte del exceso de calentamiento registrado en la atmósfera desde hace 150 años. Si no se detiene la tendencia, en menos de un siglo las consecuencias pueden ser catastróficas. El objetivo de que el aumento de temperaturas no sea superior a 1,5 grados respecto a la era preindustrial requiere una acción global sin precedentes en la historia para reducir las emisiones a cero. O al menos para lograr el llamado Cero neto (el equilibrio perfecto entre los gases emitidos y los gases absorbidos)".
Hasta aquí la teoría, la base científica sobre la que una vez más mandatarios de todo el mundo se van a reunir, esta vez en Dubái. Alguien podría decir que, una vez, van a pisotearla.
Porque lo cierto es que, a pesar de los incontables empeños de consenso político, las numerosas cumbres, los costosísimos viajes y encuentros y las bellísimas palabras de aliento emitidas desde los estrados, el objetivo de llegar al Cero neto antes de 2050 (quizás incluso el de reducir las emisiones globales de manera realmente significativa) parece una utopía.
Lo que comenzó siendo un foro de encuentro entre ciencia y política para abordar un problema globalmente reconocido, empieza a ser una decepcionante sucesión de intentos fallidos. De hecho, cada vez más eminentes científicos se sienten alejados de la toma de decisiones y decepcionados por el modo en el que su trabajo de acumulación de evidencias durante décadas solo sirve para mantener la cita de una Cumbre del Clima más.
El gasto en combustibles fósiles es el doble que en Educación
En recientes declaraciones a The Guardian, Christiana Figueres, antropóloga y economista que estuvo al mando de la nave durante las negociaciones del Protocolo de París, confiesa que "los científicos estamos indignados con la levedad de las medidas que se siguen adoptando". La experta pone el dedo en la llaga: mientras nos empeñamos a vender al mundo que la solución pasa por la reducción masiva de combustibles fósiles, el petróleo, el gas y el carbón han recibido mundialmente subvenciones de estados (sí, los mismos estados firmantes de los protocolos contra el Cambio Climático) por valor de 7 billones de dólares en 2022.
Los datos procedentes del Fondo Monetario Internacional, revelan que el gasto en subvencionar combustibles fósiles es equivalente al 7% del PIB global, y el doble de la inversión mundial en Educación. España, que tras la pandemia puso en marcha su política de limitación del precio de los combustibles, ha regado con más de 11.000 millones de euros en ayudas públicas a la industria del petróleo, el gas y el carbón. Cada minuto, se beneficia la extracción de combustibles generadores de carbono con 12,2 millones de dólares de dinero público.
Los mismos mandatarios que han firmado esas subvenciones, están dispuestos a sentarse ahora, por vigesimoctava vez, para gritar al mundo que hay que acabar con los combustibles de efecto invernadero.
Si descontamos esas subvenciones, algunos análisis, como un estudio publicado en la revista Environmental Research por el investigador Sinichiro Fujimori, advierten que alcanzar la meta del Cero neto para 2050 requiere de una inversión global de cerca de 5 billones de dólares al año. Es factible, pero costoso.
Según la Agencia Internacional de la Energía (IEA), la mayor parte de las reducciones de emisiones que nos quedan por cumplir de aquí a 2030 podrían lograrse aplicando tecnologías que ya existen.
Tecnologías que aún no existen
Pero para llegar al Cero neto en 2050 la mitad de las reducciones dependerían de tecnologías que no existen o que están en fase de desarrollo aún. Esto exige que se replantee de manera dramática el escenario. Ya no sirve con imponer medidas para le reducción de emisiones o generar políticas timoratas de transición energética. Hay que invertir ingentes cantidades de dinero en la puesta en marcha rápida de esas tecnologías latentes como baterías de nueva generación, avanzados sistemas electrolíticos para generar hidrógeno o métodos de captura directa de Co2.
Es costoso, pero factible. Si queremos afrontar el problema, debemos aceptar sacrificios. La IEA ha puesto cara y ojos a alguno de ellos: en 2050 todos tendremos que vivir con menos energía. Aunque el mundo será más rico, los ciudadanos más potentados tendrán que acostumbrarse a consumir lo mismo que un ciudadano pobre hoy. La media de consumo energético mundial per cápita en 2050 debería ser similar a la media de Albania en 1980 (datos de la propia agencia).
Ya hemos empezado a observar la tendencia de algunos gobiernos e instituciones a proponer regulaciones en ese sentido: reducciones de velocidad en carretera, limitaciones de temperatura en los edificios en verano e invierno, propuestas de prohibición de vuelos domésticos… Al mundo rico detener el cambio climático le va a suponer sacrificios concretos y sostenidos. Y los sacrificios solo son bienvenidos si el beneficio obtenido compensa el sufrimiento.
Es ahí donde han venido a fallar sistemáticamente todas las cumbres del Clima. A pesar de la contundencia de los mensajes sobre el papel o desde el estrado, las políticas climáticas no parecen haber logrado el objetivo de transmitir a la población la idea de que el riesgo climático se está reduciendo. Más bien al contrario. Desde la firma de los acuerdos de París de 2015, la concentración en la atmósfera de gases de efecto invernadero no ha dejado de crecer.
En 2022 marcaron un nuevo récord. Ateniéndonos a los datos, las Cumbres del Clima provocan cambio climático en lugar de reducirlo. Si el objetivo inicial era mantener el aumento de temperaturas en un máximo de 1,5 grados por encima de los niveles preindustriales, a la velocidad actual no podremos evitar que superen los 2,8 grados.
El efecto de esta incoherencia (grandes protocolos versus políticas inútiles) es ya demoledor. Según el informe “Sostenibilidad y Cambio Climático en medios de comunicación” elaborado por Rebold, las noticias sobre cambio climático solo representan el 3% del total en los medios en España y generan un 76% menos de interés que el resto de la actualidad informativa.
El mensaje no está calando. ¿Será la 28, la Cumbre que cambie la tendencia?
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