Investigación científica
Curar con drogas
A un paso de lograr LSD no alucinógeno que sirva para tratar la depresión
Pastilla roja o pastilla azul. Cara o cruz. Ángel o demonio. Droga o fármaco. Un reciente estudio científico en el que han participado investigadores españoles muestra la doble cara desconocida de algunas sustancias químicas psicotrópicas, como el LSD. Expertos del Instituto de Biomedicina de Valencia, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, forman parte del equipo que acaba de demostrar, en ratones de laboratorio, que los efectos positivos de las drogas psicodélicas siguen un camino diferente al de los efectos más nocivos. La investigación abre la puerta a desarrollar nuevos fármacos antidepresivos basados en drogas de este tipo sin efectos negativos.
Desde hace tiempo se sabe que los productos químicos psicodélicos producen efectos antidepresivos muy rápidos y potentes e inducen a la llamada neuroplasticidad (la capacidad de activar nuevas conexiones neuronales). Precisamente, esta inducción a la neuroplasticidad es una función común de algunos fármacos aprobados para combatir la depresión.
El gran problema de las drogas tipo LSD es que, obviamente, presentan efectos perniciosos en combinación con esos posibles beneficios antidepresivos. Según la Organización Mundial de la Salud, una droga psicodélica es aquella sustancia que tiene capacidad de producir distorsiones en las sensaciones y alterar marcadamente el estado de ánimo y los procesos de pensamiento. Entre ellas se encuentra una gran variedad de sustancias, tanto naturales como generadas en laboratorio. Una de las más conocidas es la psilocibina, presente en más de 200 especies de hongos, y que sirvió como base para la invención del LSD (dietilamida del ácido lisérgico) en 1943.
La investigación, publicada en la revista «Nature Neuroscience», pretendía conocer mejor cómo actúan estas drogas sobre los receptores neuronales relacionados con la depresión. El objetivo: averiguar si es posible disociar los efectos antidepresivos de estas sustancias de sus efectos alucinógenos.
Básicamente, todos los medicamentos antidepresivos legales son activadores de la neuroplasticidad. Es conocida la función que ejercen en esta activación proteínas como el BDNF (factor neurotrófico derivado del cerebro). Esta es la neurotrofina más abundante en el cerebro de los mamíferos y tiene un papel fundamental en su desarrollo. Su interacción con un receptor específico llamado TrkB es clave para entender patologías relacionadas con el estado de ánimo. De hecho, se ha comprobado que los fármacos contra la depresión más convencionales, como la fluoxetina y la Imipramina, se acoplan a ese receptor modificando su función.
Este trabajo demuestra ahora que drogas como el LSD también se acoplan al receptor TrkB y es precisamente a través de esta unión como logran su efecto euforizante o antidepresivo.
En trabajos de laboratorio con animales, los investigadores han podido demostrar que estas drogas se unen al receptor neuronal con una eficacia 1.000 veces mayor que los medicamentos encontrados en farmacia. El LSD y los fármacos se unen al receptor por sitios diferentes pero parcialmente superpuestos en el llamado segmento transmembrana de ese receptor.
Paralelamente, las drogas de diseño tienen otro efecto en el cerebro humano: causan alucinaciones. ¿Sería posible separar el camino neuronal que siguen ambos fenómenos, la capacidad antidepresiva y la capacidad alucinógena?
El estudio ha demostrado que una dosis de LSD produce en los ratones la activación de los mecanismos antidepresivos relacionados con el receptor TrkB, y que este proceso es independiente de los canales de activación de la serotonina relacionados con las alucinaciones. En otras palabras, la función antidepresiva sigue una vía diferente a la alucinógena.
Los científicos han podido medir el grado de excitación del estado de ánimo de los animales y saben que están sufriendo alucinaciones por el estudio de los movimientos erráticos de su cabeza y ojos.
Según han asegurado los autores de este estudio, los resultados son prometedores para encontrar estrategias novedosas de lucha contra la depresión y otras patologías mentales. Efectivamente, se ha demostrado que drogas del tipo del LSD son mucho más eficaces a la hora de unirse a receptores neuronales de interés que los medicamentos ahora utilizados. Si pudiéramos imitar su acción, estaríamos a las puertas de lograr remedios antidepresivos más veloces, que requieren menos dosis o un uso menos continuado y con menores efectos secundarios.
Otra alternativa podría ser utilizar las propias drogas sintéticas pero modificadas. Ahora que conocemos los dos caminos que siguen la cara «buena» y la cara «mala» del LSD, es decir, el efecto antidepresivo por un lado y el efecto alucinógeno por otro, será más fácil diseñar versiones del ácido lisérgico que carezcan de los mecanismos de acción más perniciosos. Un LSD no alucinógeno podría ser autorizado para su uso médico en un futuro quizás no muy lejano.
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