Entronización de León XIV
El desafío de suceder a Francisco
La sinodalidad, la austeridad y la llamada a la misión fueron algunas de las líneas sentadas por el argentino que continuarán ahora con León XIV
Hace poco más de una semana, el hoy Papa León XIV, el cardenal Robert F. Prevost, accedía a conceder una entrevista –algo no muy habitual en él– a los medios vaticanos para compartir algunos recuerdos con el recientemente fallecido Papa Francisco. Allí señalaba lo «difícil» que era responder a la pregunta sobre cómo recoger el legado del Pontífice argentino. En concreto, declaraba: «Personalmente, creo que este periodo de pérdida, de tristeza, debe ser vivido, en primer lugar, en silencio, con una profunda reflexión, con gratitud. Yo, al menos, necesitaré mucho tiempo para apreciar, para comprender verdaderamente lo que el Papa me ha dejado a mí, a la Iglesia y al mundo». Para prepararse al funeral de quien le había devuelto a Perú o le nombrara prefecto del importantísimo Dicasterio para los Obispos había que «vivir este momento, como el Sábado Santo, aunque ya hayamos celebrado la Resurrección de Cristo».
Y ha sido en esa Pascua en la que el nuevo Papa ha comenzado su pontificado y lo ha hecho reivindicando de forma explícita el legado de Francisco en sintonía con el camino abierto por el Vaticano II. Un concilio que, señalaba León XIV en su primer encuentro de trabajo con los cardenales, «el Papa Francisco ha recordado y actualizado magistralmente su contenido en la Exhortación apostólica Evangelii gaudium». Un documento al que Prevost recurrió para subrayar el anuncio de Cristo, la conversión misionera de la Iglesia, la participación y sinodalidad, el cuidado de las «formas más propias e inclusivas» de vivir la fe –tanto para los sencillos como para los más racionales–, la atención a los descartados o el diálogo con el mundo.En esta magistral síntesis coinciden los teólogos con el nuevo Papa.
Precisamente en el análisis que hizo de manera exhaustiva de la biografía intelectual de Jorge Mario Bergoglio el profesor Massimo Borghesi, catedrático de Filosofía Moral de la Universidad de Perugia (Italia), lo presentaba como alguien formado en la escuela jesuítica en diálogo con pensadores franceses de la congregación como el filósofo del siglo XX Gaston Fessard, quién ofreció una lectura de las intuiciones de san Ignacio de Loyola desde la tensión entre la dialéctica y la mística.
A esto se unirían otras influencias de pensadores católicos como Romano Guardini o Alberto Methol Ferré, el teólogo uruguayo que desarrollará la llamada «teología del pueblo» y que, dice Borghesi, es «quizá el intelectual católico más importante de la segunda mitad del siglo XX en América Latina». Precisamente, el autor de esta biografía intelectual es el mismo que en 2022 publicó «El desafío Francisco. Del neoconservadurismo al ‘hospital de campaña’» (Encuentro), en el que analiza el enfrentamiento al llamado modelo «americano» de los conservadores (liberales) estadounidenses para combatir la secularización.
Ahora, de Estados Unidos viene, al menos por lo que a su partida de nacimiento refleja, León XIV. Y sobre la mesa están las opciones que sustentan el legado de Francisco. Para el profesor Jesús Rojano, especialista en Teología Pastora, y profesor en el Instituto Superior de Pastoral y en el Instituto Teológico de Vida Religiosa de Madrid, «la principal aportación de Francisco es lo que él mismo denominaba ‘abrir procesos’, que el tiempo es superior al espacio». Por ello, a partir del primer saludo a los fieles reunidos en la Plaza de San Pedro del Papa León XIV, el estudioso salesiano constata que «la sinodalidad ha llegado para quedarse, y eso lo ha traído Francisco». Para él, además, el legado de Francisco se compone, «junto a la sinodalidad de elementos como la llamada a la revitalización de la dimensión misionera y evangelizadora de la Iglesia o la importancia de abrirse a todos con misericordia». Más allá del discurso que ha comenzado a trasladar el nuevo Pontífice, también destaca, añade Rojano, «en cuanto a las formas, su estilo atrevido y novedoso, que ha llamado positivamente la atención a la mayoría de personas –de dentro y fuera de la Iglesia–». Pero eso no es todo. Para el profesor, este renovado estilo «ha escandalizado a los sectores más conservadores de la Iglesia». Algo, apunta, «por lo que será recordado históricamente». Ahora bien, más allá de estos elementos que pueden llenar titulares o ser más visuales, para el experto el legado «más importante» del Papa argentino siempre será esencialmente «la sinodalidad, la misericordia, la apertura a todos, la invitación a una evangelización más misionera».
Desarrollar procesos
Estos días señalaba uno de los agustinos que acompañó al padre Robert Prevost a lo largo de sus doce años como prior general de la orden –el que fuera secretario general, Miguel Ángel Martín Juárez– que «si Francisco decía enseguida lo que pensaba, él se para un momento para pensarlo bien». Frente a la caricatura de la improvisación que algunos, dentro de las filas eclesiales mayormente, han atribuido a Francisco, son muchos los teólogos que van más allá e intuyen las grandes intuiciones que movieron a Bergoglio y sus grandes opciones a lo largo de su pontificado, que ha durado más de una década. Así, el teólogo gallego Francisco Xabier Blanco destaca que «Francisco deja para el futuro varios legados en los que hay que seguir profundizando». Y estas herencias a desarrollar por el nuevo Papa –y los que vengan– van, para el pensador, desde el hecho de «acabar con la ‘mentalidad cortesana’ en el Vaticano, como han sido los privilegios o atacar de forma clara y visible actitudes como el carrerismo o el clericalismo»; hasta el dejar por desarrollar la necesidad de seguir profundizando «en todas las consecuencias de la reflexión que el Concilio Vaticano II hace en su constitución sobre la Iglesia, la Lumen Gentium, sobre el hecho de que todos los cristianos somos iguales en virtud del bautismo». Un elemento básico para desarrollar al máximo una auténtica propuesta de sinodalidad en todas las comunidades cristianas.
En sintonía con este último aspecto, Blanco añade que «desde esta identidad cristiana que aporta la consagración bautismal, al nuevo Papa le toca continuar con la manera de repensar también cómo debe ser la ministerialidad de la Iglesia hoy en día». Algo que no es nuevo, ya que Francisco instituyó el ministerio de los catequistas y no solo abrió la reflexión sino que dio pasos sobre la inclusión de la mujer en servicios como el lectorado y el acolitado, funciones que ahora son presentadas como tareas en beneficio de la asamblea que celebra la eucaristía y no solo como pasos para los seminaristas (varones) que se preparan para recibir el sacerdocio.
Más allá de los temas internos de la Iglesia, el teólogo incluye en el legado de Francisco algo que el Pontífice trae de América Latina, una realidad que conoce bien el nuevo Papa. Para Blanco, le toca a León XIV «seguir acompañando a los movimientos populares y sociales que trabajan a favor de la triple ‘T’ de la tierra, el techo y el trabajo». Temas sociales que están sobre el tejado de quien ha elegido el nombre del impulsor de la Doctrina Social de la Iglesia, el Papa León XIII. A estos aspectos, el teólogo añade otras tareas pendientes como la necesidad de «sacar todas las consecuencias eclesiológicas a la exhortación apostólica Evangelii Gaudium» o «profundizar en todas las propuestas de cuidado de la Casa Común partiendo de lo dicho y escrito en Laudato Si». Tarea no falta para empezar.