Medicina

Descubiertos los genes que aumentan seis veces una posible obesidad

«Hemos identificado dos genes con variantes que tienen el impacto más profundo en el riesgo de obesidad a nivel poblacional que jamás

hayamos visto»

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Hasta comienzos del siglo XXI uno de los principales factores de muerte en la infancia ha sido el hambre. El problema es que este concepto a menudo se ha convertido en sinónimo de malnutrición, pero este también incluye a la obesidad. La Organización Mundial de la Salud señala que la mayor parte de la población mundial vive en países donde el sobrepeso y la obesidad matan a más personas que el hambre.

La obesidad es una enfermedad crónica compleja definida por depósitos excesivos de grasa que pueden perjudicar la salud provocando un mayor riesgo de diabetes tipo 2, enfermedades cardíacas, problemas de salud ósea y ciertos cánceres. Y a esto se suma que la obesidad se dispara en todo el planeta: una de cada ocho personas la tiene y ya supera a la desnutrición, no solamente en la infancia.

¿Cifras? Un megaestudio de la OMS publicado en «The Lancet» revela que las cifras de obesidad en adultos se han duplicado en los últimos 30 años y las de niños se han cuadruplicado. Detrás de esto podemos encontrar las costumbres alimenticias, las rutinas físicas y también los factores hereditarios. De hecho, éstos resultarían más importantes de lo que pensamos habitualmente.

Hasta ahora, por razones lógicas vinculadas a la prevención, las estrategias se han centrado en la obesidad infantil. Y es lógico: la Encuesta Europea de Salud en España confirma que el 28 % de menores entre 2 y 17 años padece obesidad o sobrepeso, más de 2 millones en total. Así se ha pensado, por obvias razones, que la obesidad infantil era una forma de prevención de la salud en adultos y para éstos se podía abordar desde el aspecto de nutrición o actividad física… Dejando de lado la parte genética que se suponía comenzaba a hacerse evidente ya en la infancia…

Sin embargo, las razones genéticas por las que algunas personas son más propensas a aumentar de peso no se comprenden completamente. Es cierto que numerosos estudios habían identificado diferentes variantes genéticas asociadas a la obesidad, genes que, desde la infancia, desempeñan un papel clave en la regulación del apetito en el cerebro. Pero no todo es tan sencillo y habría genes que actúan a partir de nuestra edad adulta.

Así lo demuestra un nuevo análisis que ha identificado variantes genéticas en dos genes que tienen algunos de los mayores impactos sobre el riesgo de obesidad descubiertos hasta la fecha. El descubrimiento de variantes raras en los genes BSN y APBA1 los identifica como algunos de los primeros genes relacionados con la obesidad en los que no se observa un mayor riesgo de obesidad, hasta que llega la edad adulta.

El estudio, publicado en «Nature Genetics», fue liderado por John Perry de la Universidad de Cambridge y los resultados se basaron en datos del Biobanco del Reino Unido –un banco de datos genéticos de medio millón de personas que está activo desde 2006– y otros informes para realizar la secuenciación completaa del exoma del índice de masa corporal (IMC) en más de 500.000 personas.

Gracias a ello descubrieron que las variantes genéticas en el gen BSN, también conocido como Bassoon, pueden aumentar el riesgo de obesidad hasta seis veces y también se asociaron con un mayor riesgo de enfermedad del hígado graso no alcohólico y de diabetes tipo 2. El equipo de Perry también descubrió que las variantes del gen Bassoon afectan a 1 de cada 6.500 adultos.

Sin embargo, si bien tanto BSN como APBA1 codifican proteínas que se encuentran en el cerebro, actualmente no se sabe que estén involucradas en la vía leptina-melanocortina (desempeña un papel fundamental en el control hipotalámico de la ingesta de alimentos). Además, a diferencia de los genes de la obesidad identificados previamente, las variantes en BSN y APBA1 no están asociadas con la obesidad infantil.

Esto ha llevado a los investigadores a creer que pueden haber descubierto un nuevo mecanismo biológico para la obesidad, diferente de los que ya conocemos. Lo que sugiere que la neurodegeneración relacionada con la edad podría estar afectando también el control del apetito.

«Estos hallazgos» –explica Perry– «representan otro ejemplo del poder de los estudios genéticos de poblaciones humanas a gran escala para mejorar nuestra comprensión de las bases biológicas de las enfermedades. Las variantes genéticas que identificamos en BSN confieren algunos de los mayores efectos sobre la obesidad, la diabetes tipo 2 y la enfermedad del hígado graso observados hasta la fecha y resaltan un nuevo mecanismo biológico que regula el control del apetito».

Para este estudio, los investigadores trabajaron con otros bancos de datos que permitieron reproducir sus hallazgos en grupos de Pakistán y México. Esto es importante ya que los investigadores ahora pueden aplicar sus hallazgos más allá de los individuos de ascendencia europea. De este modo, si es posible comprender mejor la biología neuronal de la obesidad podrían presentar más objetivos farmacológicos potenciales para tratar la obesidad en el futuro.

«Hemos identificado dos genes con variantes que tienen el impacto más profundo en el riesgo de obesidad a nivel poblacional que jamás hayamos visto» –concluye Giles Yeo, coautor del estudio–, «pero quizás lo más importante es que la variación en el gen Bassoon está relacionada con la obesidad de aparición en la edad adulta y no con la obesidad infantil. Por tanto, estos hallazgos nos dan una nueva apreciación de la relación entre la genética, el neurodesarrollo y la obesidad».