Religión
El duelo en silencio de Francisco por los niños no nacidos
El Papa conmemora el Día de Difuntos visitando un cementerio de Roma dedicado a los menores abortados
No quiso hablar. Le sobraban las palabras. El silencio como homilía. El Papa Francisco presidió ayer la eucaristía por el Día de los Fieles Difuntos, una jornada en la que la Iglesia reza por todos los fallecidos y, especialmente, por aquellos que aún después de su muerte necesitan ser purificados para el encuentro definitivo con Dios, esto es, lo que coloquialmente se conoce como el purgatorio. No es la primera vez que Jorge Mario Bergoglio apuesta por una eucaristía sin homilía, cuando considera que la quietud y el recogimiento son las propuestas orantes más adecuadas en el marco de la solemnidad que se celebra. El pontífice argentino se desplazó a primera hora de la mañana hasta el Cementerio Laurentino de Roma. Situado en la zona de Castel di Decima, con 21 hectáreas de extensión es el tercero más grande la capital italiana.
A las diez de la mañana arrancó la misa al aire libre que se celebró en un estrado delante de la capilla del camposanto. El Sucesor de Pedro estuvo acompañado por centenares de fieles, además del alcalde de Roma, Roberto Gualteri. Hace justo un año, Jorge Mario Bergoglio visitó el cementerio militar de Roma, en plena guerra de Ucrania y cuando se desataba la ofensiva israelí sobre Gaza. Entonces sí quiso lanzar un grito al cielo tras contemplar las tumbas de los jóvenes soldados ante las que rezó. «No podía no pensar en las guerras de hoy», expresó Francisco en una plegaria por la paz frente a tantas «vidas truncadas, sin futuro» ante tanto conflicto armado.
El duelo de Stefano
Esta vez, en el Cementerio Laurentino, Francisco enmudeció, con un rostro serio desde que se adentró en el lugar en torno a las diez menos cuarto de la mañana. ¿Su primer destino? El llamado Jardín de los Ángeles, una zona donde están enterrados bebés que no llegaron a nacer. Se trata de un área de 600 metros que se creó en 2012 y en la que han recibido sepultura los niños que fueron abortados de forma espontánea o terapéutica. La ley italiana no obliga a enterrar los fetos, pero el Ayuntamiento de Roma habilitó este lugar para dar respuesta a la petición de no pocas familias que quieren visibilizar el duelo por su hijo fallecido en el vientre materno.
Ante las lápidas con los nombres de María, Airana, Giuseppe o Mattia, el pontífice permaneció rezando durante unos minutos, como ya lo hiciera hace seis años. Solo fue interrumpido cuando el padre de una de esas niñas se acercó a él y quiso compartir su historia personal. Se trata de Stefano, que vio como su hija Sara fallecía en julio de 2021 cuando su mujer había cumplido once semanas de embarazo. Francisco le escucha, asiente con la cabeza, le aprieta la mano y recibe una carta de manos de este joven padre. Acto seguido, el Papa se desplazó a otra zona donde se encuentran enterrados otros niños fallecidos y deposita un ramo de rosas blancas.
Precisamente, este mes de noviembre, Francisco publicaba un videomensaje, dentro de las intenciones mensuales de oración que comparte con toda la Iglesia, dedicado precisamente a las familias que pierden a sus hijos siendo niños. «¿Qué se puede decir a unos padres que han perdido a un hijo?», se pregunta el Papa, que se da a sí mismo la respuesta: «No hay palabras».
Para el pontífice, «es tan grande el dolor que no hay una palabra, porque vivir más tiempo que un hijo no es natural». El propio Bergoglio reconoce en el vídeo que «las palabras de ánimo, a veces, son banales o sentimentales, no sirven». Es más, asegura que «dichas con la mejor intención, por supuesto, pueden acabar agrandando la herida». «Para ofrecer consuelo a estos padres que han perdido un hijo, hay que escucharlos, estar cerca de ellos con amor, cuidando con amor ese dolor que tienen con responsabilidad, imitando la forma en que Jesucristo consolaba a los que estaban afligidos», apuntaba.
En este clima de duelo, Francisco tomó el coche para dirigirse al escenario y tras intercambiar unas palabras con el primer edil de Roma, se detuvo para saludar a los enfermos en silla de ruedas que se encontraban en primera fila. Pocos minutos después comenzaba la misa. «En nuestra visita al cementerio, lugar de descanso de nuestros hermanos y hermanas fallecidos, renovamos nuestra fe en Cristo que murió, fue sepultado y resucitó para nuestra salvación», entonó el Papa en la oración previa a la bendición final. Ya añadió: «Consuela a los que están en el dolor de la separación, con la certeza de que los muertos viven en ti y de que también los cuerpos, confiados a la tierra, participarán un día de la victoria pascual de tu Hijo».
Terminada la misa, y antes de abandonar el cementerio, Francisco se topó de nuevo con el dolor de un grupo de madres que perdieron a sus hijos en la infancia y la adolescencia. Se trata de unas mujeres que fundaron la asociación «Chispas de Esperanza», que se constituyeron como entidad tras el Jubileo de la Misericordia que convocó el Papa argentino en 2016. Fue precisamente el párroco del cementerio, Giuseppe Luculano, quien las animó a reunirse para reconducir su duelo en confianza en Dios. Juntas le entregaron al Santo Padre una pañoleta blanca que las identifica como comunidad. «Es nuestro cálido abrazo para él, un abrazo simbólico también de parte de nuestros hijos», exponen, agradecidas al Papa por ese silencio «serio y respetuoso» en el Día de Difuntos.
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