Novela
Echando humo
De Guatemala a Guatepeor. Así vamos en materia de humos, cigarrillos y vapores varios. Cuesta entender la necesidad de algunos de echarse algo a la boca que produzca humo, vapor y, por descontado, una desmedida adicción tan incontrolable como absurda. Y ya roza el surrealismo cuando uno es consciente de que lo que se lleva a la boca es una máquina de sustancias malignas, cancerígenas y una bomba química para el organismo. Pero como suelen decir algunos para explicar ciertos comportamientos humanos, cada uno se suicida como quiere. En este tema de los malos humos se obvia con un descaro indignante aquel axioma de que tu libertad termina donde empieza la del otro. Y la verdad es que el humo o el vapor que desprenden el cigarrillo normal y el electrónico respectivamente, molesta al que está al lado, que continúa viéndose en la obligación de tragarse algo que no quiere, le guste o no. No soy partidaria de prohibirle a una persona que fume, lo haga en el soporte que decida hacerlo. Pero soy aún menos partidaria de que te obliguen a ser consumidor pasivo del vicio ajeno elegido bajo un concepto de libertad que a ti te niegan. El sentido común debería ser la frontera, pero es un sentido poco dado a aparecer. Sólo espero que el vapor de estos cigarrillos electrónicos no sirva para tapar o esconder la nueva tarifa eléctrica en esta Ley General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios. Con eso sí echamos humo.
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