Santiago de Compostela

El paracetamol en la sangre de Asunta, un enigma por resolver

El jurado ha quedado conformado: son cinco hombres y cuatro mujeres. Cuatro personas fueron recusadas por las defensas y la Fiscalía; de ellas, dos por «mentir» y otra por no querer estar en el juicio

El letrado Ricardo Pérez, de la asociación Clara Campoamor, a su llegada al juzgado
El letrado Ricardo Pérez, de la asociación Clara Campoamor, a su llegada al juzgadolarazon

El jurado ha quedado conformado: son cinco hombres y cuatro mujeres. Cuatro personas fueron recusadas por las defensas y la Fiscalía; de ellas, dos por «mentir» y otra por no querer estar en el juicio

La primera jornada del juicio por el asesinato de Asunta fue larga, tediosa y sin sorpresas. Acusaciones y defensas eligieron a los nueve jurados populares entre más de veinte candidatos. Hubo un primer sorteo. Los nueve «agraciados» se sometieron a las preguntas de unos y otros. Cinco lograron el visto bueno, y cuatro fueron recusados. Tres por las defensas y uno por el fiscal. Aranguren y Hospido, letrados de Porto y Basterra respectivamente, rechazaron a dos ciudadanos porque en una encuesta previa, que habían rellenado por escrito, manifestaron no tener prejuicios contra los acusados. Sin embargo, cuando ayer se le volvió a preguntar lo mismo, arguyeron lo contrario. O mintieron antes o después, pero ante semejante confesión los eliminaron sin contemplaciones. Al tercero lo descartaron porque no quería ser jurado. Se trataba de un señor mayor que explicó que su mujer había tenido un accidente reciente en el hombro, a su hijo le había acaecido otra desgracia que le afectaba al ojo y además él era autónomo y no le venía bien ser elegido. El magistrado presidente, muy enfadado, le respondió que aquellas no eran excusas válidas para librarse de convertirse en jurado. Sin embargo, las defensas lo rechazaron porque si no quería estar allí, era mejor que se fuera. Por su parte, el fiscal rechazó a un candidato porque, cuando se le preguntó sobre si estaba intoxicado por lo que se había contado de los acusados en radios y televisiones, muy seguro de sí mismo, explicó que a él no le influían los comentarios de los medios de comunicación. «Escucharé, veré las pruebas y tomaré una decisión sin injerencias externas», cuentan que dijo. El fiscal, garante de la legalidad, se lo cargó de un plumazo.

Alfonso Basterra y Rosario Porto conocerán a los jurados esta misma mañana, durante la segunda sesión de la vista oral. Podrán mirarlos a la cara y especular internamente, si quieren, sobre qué les pasa por la cabeza. Escucharán los argumentos de unos y de otros, porque en eso consiste la segunda sesión del juicio oral. Las acusaciones explicarán a los nueve ciudadanos por qué están convencidos de que los padres de Asunta son los culpables del asesinato, les dirán a qué testigos llamarán para demostrarlo y qué pruebas son a las que deben prestar especial atención. Las defensas harán lo mismo, pero justo en sentido opuesto: no hay pruebas de que Rosario y Alfonso matasen a su hija.

Y esto nos lleva a la autopsia, el que será, sin duda, el eje central de la vista oral. ¿Fue asfixiada la niña con una almohada o cojín blando? Eso es lo que sostienen los forenses oficiales. Sin embargo, otros de reconocido prestigio a los que ha consultado LA RAZÓN, tras enseñarles todos los informes y fotografías, afirman que no hay ninguna evidencia de que sea así. ¿Por qué esta disparidad de criterios? Los forenses oficiales apuntan a una lesión en el interior de la boca «que posee un alto valor de evidencia de haber sido sofocada mediante un objeto blando o deformable». Esa herida está situada en el lateral interno de la cara y es compatible con haberse mordido sin querer, o incluso obligarla a abrir la boca, apuntan los otros.

El informe de autopsia que obra en el sumario también se dice: «Un dato importante lo constituye la presencia del sangrado nasal que presentaba Asunta. Este dato posee especial relevancia pues su frecuencia de presentación se estima en sólo el 39% de los casos y posee alto valor probatorio de la asfixia». Sin embargo, del estudio de las actuaciones se concluye que es falso que haya una hemorragia nasal. Los propios forenses oficiales no describen ninguna lesión en las cavidades de la nariz. En realidad se trata de líquido serohématico (mocos y un poco de sangre que pueden haber llegado ahí por una pequeña herida). Los forenses oficiales utilizan como justificación que este cuadro que ellos describen ocurre en el 39% de los casos con sofocación como causa de la muerte y se quedan tan anchos. En el 61% de los casos restantes no ocurre. Hay otro dato para la intranquilidad. Se estudiaron los niveles de loracepam que había en la sangre de Asunta. El Instituto de Toxicología de Galicia determinó 0,68 microgramos/ml. El de Madrid, 0,55 mg/l. ¿Por qué esa diferencia de 0,13 mg/l? Parece poco pero es muy relevante. Entre uno y otro hay una diferencia de 13 pastillas de Orfidal. Por último, un dato que aparece en los análisis, pero en el que no se ha reparado ni se ha dado explicación: en la sangre de Asunta también se encontró analgésico. ¿Para qué le dieron paracetamol? ¿Qué sentido tiene su presencia en el cuerpo de la menor? ¿Puede ser que alguien la engañase diciéndole que le disolvía la pastilla en un vaso de agua para que se la tomase sin que le molestase el sabor y previamente hubiese disuelto los orfidales? Pero lo peor es que ni el juez instructor ni los médicos adscritos a su juzgado han reparado en el dato ni han buscado una explicación.

Lo que no se oirá en el juicio

Al juez Vazquez Tahín se le ocurre que la pareja selló un «pacto de silencio» y ordena colocar micrófonos en los calabozos. La medida es ilegal. Éstas son sus partes más reveladoras:

- ALFONSO: No digas nada inconveniente. Nos graban.

- ROSARIO: Ya, bueno. ¿Y qué voy a decir inconveniente?.

- A: No, ya lo sé. Nada. Por supuesto que no, nada mi vida. Pero cualquier, cualquier cosa que digamos o hagamos, ya has visto, te lo toman como... eh.

- R:Vale.

- A: Yo lo digo por eso.

- R: Ya pero tu imaginación calenturienta nos va a generar muchos problemas.

- A: ¿Cómo?

- R: Tu imaginación calenturienta que nos va a generar problemas.

- A: Bueno, por eso.

- R: Muchos.

- A: Silencio.

- R: Y que si yo en casa mato a un insecto con un cojín, no quiere decir que yo vaya ahogando a la gente con cojines.

- A: Pues claro que no mi vida.

- R: Pero fíjate la que has montado.

- A: Pero como no tienen otra cosa dicen, sospechosos, los padres.

- R: Ya pero, yo fui tan tonta, que, que todas las cosas que tú me mandabas, quería que entrases en razón, hacerte ver el daño que me hacías.

- A: ¡Ya!

- R: Innecesariamente Alfonso.

- A: Ya lo sé, bueno, ya está.

- R: Y te repito, que yo maté arañas a cojinazos.

- A: Claro.

- R: No significa, que, que, y que tú lo hicieras también no significa que vayamos...

- A: Ya lo sé, ya lo sé. Bueno, ahora tranquilicémonos y dejemos que actúen y trabajen.

- R: Pero me entiendes, sabes, todas esas cosas pueden dar lugar a pensar, ¡sabe Dios qué!

- A: Claro, pero no pasa nada, no hay nada.

- R: Y lo otro Alfonso, y lo otro.

- A: No hay nada.

- R: Siento haberte hecho tanto daño.

- A: No pasa nada, el pasado, pasado está, nena. Ya está, olvídate de eso, olvídate de eso, se acabó y se acabó. Ahora hay que solucionar esto y lo van a solucionar y encontrarán al culpable, tú tranquila y saldremos de aquí enseguida. Ya verás.