Inseguridad ciudadana

El síndrome Angrois

Los vecinos observan cómo retiran el convoy siniestrado
Los vecinos observan cómo retiran el convoy siniestradolarazon

-El barrio de Angrois trata de recuperarse de la tragedia. Quieren volver a la normalidad, «cuanto antes», pero por sus caminos continúa el peregrinar de periodistas, vecinos y curiosos que se acercan hasta el huerto de Antonio, desde donde se ve lo que queda del tren: la locomotora ya retirada de la vía. «Nunca hubo tanta gente por el pueblo», destaca José, que se asoma a la puerta de su casa. La tiene entreabierta. Afuera los medios siguen grabando sus directos. «Así es la vida. Yo no pude bajar porque a mis 81 años tengo la pierna mal... Pero mi hijo estaba allí el primero». Él no vio cómo descarriló, pero asegura que «normalmente el tren no va tan rápido. Todo ocurrió en un día muy señalado, el del Apóstol, esto no lo vamos a olvidar nunca».

«Me puse a llorar»

La cafetería del barrio, la única que hay, está pegada a las vías del tren... Desde que los vagones salieron de las vías no ha echado el cierre. Se ha convertido en el centro neurálgico del barrio. Algunos vecinos tratan de pasar página y ya no quieren hablar de lo ocurrido el pasado 24 de julio. Pilar Ramos, dueña del bar, apenas ha podido dormir estos días, le vienen a la cabeza las imágenes de la tragedia sin cesar: «Me puse a llorar cuando lo vi, mira cómo tengo los ojos...». Están rojos y mantiene la mirada triste. Lamentablemente, no le cuesta recordar los minutos de la tragedia: «No me entendían por teléfono cuando llamé al 112. Me decían que era imposible lo que les estaba diciendo. Les dije: vengan y lo ven. Y llegaron aquí al instante. Lloraba mientras se lo decía».

Recuerda una y otra vez la dantesca escena que contempló: «Ese día no cerré el bar... Cogí todo lo necesario para ayudar y al día siguiente seguía aquí, tratando de trabajar... Ha sido muy duro. Es muy duro». Todo el pueblo pasa por su local y todos hablan de lo mismo. «No podemos evitarlo», comenta la dueña. «Lo peor es que muchos de ellos piensan que podrían haber hecho más, aunque los llamen héroes».

Mientras la dueña del único bar de la zona estaba el sábado por la noche en la terraza, a las 00:00 llegó una joven de 18 años con un ramo de flores que anudó en las verjas que dan a la curva del accidentado tren. «Vengo a darles las gracias por lo que hicieron. Mis padres fallecieron, pero ustedes los ayudaron mucho y quiero agradecérselo, pero vengo a estas horas porque no quiero que me vea nadie», le dijo la joven a la dueña del bar.

En el barrio de Angrois los niños quieren ser policías. Después de ver la valentía de sus padres, hermanos y vecinos que no dudaron en arrojarse a las vías para salvar vidas y tras la masiva allegada de los agentes al barrio, los pequeños juegan por la calle a ser agentes de la autoridad. Hasta sus padres les han tenido que comprar placas de juguete o hacerlas a mano. «Alto, policía!», repite Antia, de tres años cuando ve pasar a alguien. «Abuela, no grites, que vas detenida», le dice Celtia, de siete años, a la encargada del bar. Ella pregunta mucho por lo que sucedió la noche del miércoles. Las imágenes se le han quedado grabadas.

Ejemplo de solidaridad

Cuando consigan superar el mal trago ocasionado por el accidente, los vecinos de Angrois quieren organizar una misa en la explanada donde cayó uno de los vagones. Ya han hablado con el párroco «y nos ha dicho que sí». Aún así, hoy irán muchos al funeral oficial. Tras la valentía y el ejemplo de solidaridad de todo un barrio que se lanzó a las vías para rescatar a los pasajeros del tren accidentado, los vecinos tienen claro que volverían a hacerlo. «No lo dudamos un instante», añade Pilar.