Animales

Esta Inteligencia Artificial permitiría saber las emociones de nuestras mascotas

El dolor o la frustración son algunas de las características que este laboratorio ha identificado en perros y gatos, aunque ya está trabajando con otros animales

El laboratorio Anna Zamansky ha comenzado a explorar en un campo que hasta ahora era sujeto a interrogantes: la interpretación de las emociones de nuestras mascotas
El laboratorio Anna Zamansky ha comenzado a explorar en un campo que hasta ahora era sujeto a interrogantes: la interpretación de las emociones de nuestras mascotasDreamstime

En el norte de Israel, en la ciudad de Haifa, hay un laboratorio que analiza información de trabajos académicos e investigaciones en curso y recopila imágenes de académicos que estudian el comportamiento animal en todo el mundo. Lo que no hace, y esto es lo más sorprendente, es estudios en animales y nunca utiliza información obtenida de experimentos que infligen dolor a los animales. Y eso hace una gran diferencia.

«Solo queremos hacer lo que es bueno para los animales, porque hay muchos otros investigadores que hacen cosas que son buenas para las personas –señala la directora del laboratorio Anna Zamansky –. Hemos tenido casos en los que los investigadores acudieron a nosotros con datos realmente fascinantes de experimentos realizados en animales para desarrollar curas para el cáncer. Pero solo nos involucramos con datos que pueden promover el bienestar animal, donde ningún animal es dañado durante la preparación de esos datos».

Gracias a los últimos avances en inteligencia artificial, este laboratorio ha comenzado a explorar en un campo que hasta ahora era sujeto a interrogantes: la interpretación de las emociones de nuestras mascotas. Liderados por Zamansky, el equipo de Tech4Animals está entrenando su algoritmo utilizando miles de fotos y videos de gatos, perros e incluso animales salvajes. La tecnología podría ayudar a los veterinarios a comprender cuándo los animales sienten dolor y permitir a los dueños de mascotas conocer el estado emocional de sus animales.

«A diferencia de los seres humanos, los animales no pueden expresarnos lo que piensan o incluso sienten –continúa Zamansky, quien fundó el laboratorio hace 10 años–. La idea del laboratorio es hacer cualquier cosa relacionada con la IA y la tecnología para promover el bienestar animal y desarrollar herramientas para estudiar el comportamiento y los estados internos, como el dolor y las emociones».

La IA que utilizan en este laboratorio está aprendiendo a determinar las emociones de los animales utilizando puntos de referencia faciales.

«Creemos que la IA finalmente está lista para hacerlo mejor que los humanos. Así que solo queremos hacer una suerte de Dr. Dolittle digital (refiriéndose al personaje de historias infantiles creado por Hugh John Lofting a principios del s. XX) y entender lo que los animales están pensando y sintiendo».

Y los avances en este sentido son muy interesantes. El primero de ellos está vinculado a los gatos. Todos aquellos que tienen un gato en casa saben que estos animales… «van a su bola»: no mueven la cola para expresar felicidad, no saltan y nos buscan cuando llegamos… al menos no la mayoría de las veces. Esta ignorancia humana respecto a nuestros amigos felinos es tan obvia que en un estudio en el que participaron más de 6.000 voluntarios, 2 de cada 3 humanos fueron incapaces de identificar con precisión el estado de ánimo de distintos felinos. Lo más sorprendente es que la mayoría tenían un gato en casa.

Pese a estos resultados hay que romper una lanza por los humanos: los gatos están diseñados evolutivamente para ocultar sus emociones al vivir en un entorno muy competitivo en el que cualquier debilidad se paga cara. Sobre todo teniendo en cuenta que los felinos, en su mayoría, no suelen vivir en grupos. Por ello no es extraño que los gatos domésticos pueden sufrir, por ejemplo, dolor crónico sin que sus dueños lo sepan.

Para intentar resolver esto, el equipo de Zamansky entrenó a la IA con imágenes de 29 gatas de la raza británica de pelo corto, cuyas caras fueron fotografiadas antes y después de la esterilización: mientras aún estaban bajo la influencia de los analgésicos y cuando su efecto ya habían desaparecido. Comparando ambos grupos y analizando puntos particulares de la cara, en total unos 50, específicamente las ligeras contracciones musculares alrededor de los ojos, los bigotes y las orejas, la IA pudo reconocer cuándo los gatos sentían dolor.

«Esto es en realidad universal para todas las especies. Cuando sentimos dolor, nuestros músculos se contraen, pero se ve diferente en cada animal – confirma Zamansky –. Con los gatos, los ojos se cierran un poco y las orejas y los bigotes bajan».

De acuerdo con los resultados publicados en Nature, la tasa de acierto fue del 72%. Un porcentaje que aumentará cuando la IA sea entrenada con más gatos y con una mayor variedad de razas.

Con los perros se usó un algoritmo muy similar, solo que en diferentes circunstancias y con otro propósito. En primera instancia los objetos de estudio fueron labradores, aunque el número fue idéntico: 29.

La IA, en este caso, analizó la conducta de los perros mediante vídeos. Los labradores habían sido entrenados para recibir comida o juguetes en determinado momento. Cuando esto no ocurría la frustración hacía su aparición. Los algoritmos analizaron las diferencias entre los rostros de aquellos perros que recibían su recompensa en tiempo y forma, y los que no recibían la atención prevista.

La IA detectó que ciertos rasgos eran más comunes cuando los perros se sentían frustrados: lamerse la nariz, separar los labios, dejar caer la mandíbula y parpadear, pero el rasgo más común, al menos en esta raza, fue que levantan las orejas.

«Normalmente, podemos saber lo que siente un perro mirando su lenguaje corporal, pero si solo tienes acceso a las expresiones faciales, es más difícil, porque estos movimientos son muy delicados –concluye Zamansky–. En algunas razas es prácticamente imposible de ver, como en los pugs o carlinos y en los bulldogs franceses, cuyas expresiones solo pueden determinarse por la forma en que se forman sus arrugas».

Al igual que ocurre con los gatos, será preciso realizar más estudios y principalmente con muchas más razas para tener una comprensión más amplia, pero las claves ya están sentadas. Tanto es así que los responsables del laboratorio ya se encuentran investigando en otros animales, como tigres o cerdos con el objetivo de mejorar la vida de los primeros en zoológicos y la de los segundos en granjas.