Opinión

Hablemos de sexo

Otro peligro, bien presente en nuestras sociedades, es la pornografía

Antonio Pelayo
Antonio PelayoLa RazónLa Razón

Me temo que algunos de mis queridos lectores piense que siempre que la Iglesia o los eclesiásticos se refieren al sexo lo hagan para condenarlo o considerarlo algo pecaminoso. Y no es así. Acaba de demostrarlo nuestro Papa Francisco en la catequesis que pronunció el miércoles cuya lectura les recomiendo muy vivamente.

En sus palabras, afirmó que «en el cristianismo no se condena el instinto sexual» y aún más claramente que «el instinto sexual es un don de Dios». Pero a Bergoglio no se le escapa que «esta hermosa dimensión de nuestra humanidad, la dimensión del amor, no está exenta de peligros».

Y basándose en la experiencia secular, alerta del «demonio de la lujuria»: «Este vicio devasta las relaciones entre las personas que se convierten en relaciones tóxicas, de posesión del otro, carentes de respeto y de sentido de los límites». «Son amores», dice, «en los que ha faltado la castidad; una virtud –fíjense bien– que no hay que confundir con la abstinencia sexual; la castidad es más que la abstinencia sexual, es la voluntad de no poseer nunca al otro».

c, Esta es, según el Papa, una satisfacción sin relación que puede generar formas de adicción»; así lo constatan estudios recientes que señalan que incluso muchos menores de edad acaban siendo esclavos del consumo pornográfico a través de las redes sociales.

La lujuria, no el sexo, es una especie de «voracidad hacia otra persona, un vínculo envenenado que los seres humanos mantienen entre sí, especialmente en el ámbito de la sexualidad». Y como advertencia final nos dice que «ganar la batalla contra la lujuria, contra la ‘cosificación’ del otro, puede ser un esfuerzo que dura toda la vida».