Historia de superación
El hombre que pasó más tiempo encerrado en un pulmón de hierro
Paul Alexander ha muerto tras pasar 72 años conectado a un cilindro que le permitía respirar tras sufrir la polio
Paul Alexander, el estadounidense conocido como «El hombre del pulmón de hierro», ha muerto a los 78 años. Su sobrenombre no es casual, durante gran parte de su vida un artefacto metálico amarillo le permitió seguir viviendo tras contraer la polio en 1952, una enfermedad vírica que afecta al sistema nervioso central debilitando y paralizando los músculos.
Alexander tenía 6 años cuando se contagió y quedó paralizado de cuello para abajo. La poliomielitis, que estaba en pleno apogeo en Estados Unidos en ese momento, le impedía respirar de manera independiente y los médicos del Hospital Parkland, en Dallas (Texas), colocaron su cuerpo, a excepción de la cabeza, dentro de un cilindro del que, en principio, nunca volvería a salir.
A pesar de sus estrictas limitaciones, Alexander luchó contra viento y marea para seguir viviendo. De hecho, el Libro Guinness le acaba de nombrar el paciente con pulmones de hierro más longevo de la historia. Gracias a su constancia y trabajo tuvo una vida profesional exitosa. En 1978 se graduó en Economía en la Universidad de Texas y 6 años después consiguió terminar los estudios de Derecho. «Sabía que, si iba a hacer algo con mi vida, tendría que ser algo mental», dijo en una entrevista con «The Guardian» en 2020 haciendo referencia a su parálisis corporal.
Alexander abrió su propio despacho de abogados y ejerció como jurista en los tribunales texanos durante más de 30 años. Así lo relató en el libro que él mismo escribió y que bautizó «Tres minutos para un perro. Mi vida en un pulmón de hierro». El título hacía referencia a la promesa hecha por un médico que le había asegurado que le compraría un perro si aprendía a respirar de forma independiente al menos durante 3 minutos. Dicho y hecho, lo logró, y con éxito. Más tarde fueron horas, a pesar de que siempre acababa volviendo a encerrarse en ese enorme pulmón amarillo. Así lo explica en su autobiografía escrita con un palo de plástico en la boca y gracias a la ayuda de un buen amigo a quien le dictaba su obra.
Tardó cerca de 8 años en terminar el primer libro y ahora estaba escribiendo una segunda obra. Seguramente en ella relataba muchas de las preguntas que le hacían en la cuenta de Tiktok que abrió en enero. En ella desvelaba curiosidades de los usuarios como, por ejemplo, «¿Cómo vas al baño?» o «¿Cómo puedes mantenerte tan positivo?». La cuenta tiene casi 400.000 seguidores y en ella también compartió miedos y reflexiones. «Es muy solitario vivir así, a veces es desesperante porque no puedo tocar a alguien, mis manos no se mueven y nadie me toca excepto en raras ocasiones, lo cual aprecio».
En su primer libro relataba cómo el enorme cilindro amarillo le permitía vivir gracias a que variaba la presión del aire motivando la inspiración y expiración de sus pulmones. Era como una ventosa pegada a la piel que le ayudaba a respirar. «Hubo ocasiones en las que falló la energía eléctrica y hubo que bombear el pulmón a mano», explica su madre en el texto. «Nuestros vecinos corrían y nos ayudaban a bombearlo».
Su familia asegura que de momento no se han conocido las causas directas de la muerte de Alexander, pero reconoce que no estaba del todo bien desde que el mes pasado contrajo la covid y tuvo que ingresar de urgencias en un hospital. Alexander era ya un milagro en sí mismo.
La mayoría de las personas con esta enfermedad que acaban respirando con un pulmón de acero no sobreviven mucho tiempo, pero él desafió las estadísticas. Mientras aprendía a vivir con sus circunstancias, la ciencia avanzaba rápido y en la década de 1960 estos pulmones de hierro fueron sustituidos por respiradores.
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