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¿El cambio de hora nos hace más injustos?
De domingo a lunes arrastraremos un déficit de sueño de 40 minutos, lo que afecta a nuestros juicios
De domingo a lunes arrastraremos un déficit de sueño de 40 minutos, lo que afecta a nuestros juicios.
Hasta el momento sabíamos que el cambio al horario de verano tenía una incidencia en el aumento de ataques al corazón: un 25%. También se ha documentado un incremento del número de accidentes de tráfico: un 8%. Sin embargo, hay otro perjuicio derivado de adelantar los relojes esta pasada madrugada y pasar de las dos a las tres: nuestra capacidad de ser justos o injustos. Sin embargo, por muy dispares que parezcan, todas estas consecuencias tienen un vínculo: la falta de sueño. Sí, de sábado a domingo dormimos una hora menos; pero además, el lunes inmediatamente posterior al cambio de hora, el primer día laborable, arrastramos ese pequeño «jet lag» y dormimos también 40 minutos menos. En un artículo reciente, David Wagner, profesor de Gestión de la Universidad de Oregón, asegura que este momento «influye en nuestra capacidad de percibir las características morales de una situación determinada». Y es que Wagner y su equipo sostienen que «la falta de sueño conduce a una baja conciencia moral», una vía de estudio que «está empezando a explorarse».
Y así se está haciendo. En un estudio, Christoper M. Barnes, profesor asociado de la Escuela Foster de Negocios de la Universidad de Washington, accedió a los datos de la Comisión de Sentencias de EE UU, que categoriza las condenas de prisión según los meses de duración. Su equipo pudo rastrear los datos que abarcaban de 1992 a 2003. Se centraron en aquellas condenas dictadas en el «sleepy monday», o «lunes soñoliento», el primero tras el cambio de hora del sábado al domingo, y las compararon con los lunes precedentes y posteriores. Incluyeron otras variables: los antecedentes penales de los condenados, el tipo de delito, el sexo, la raza, su nivel de educación... todos ellos factores que pueden influir en una sentencia. ¿Resultado? Las condenas dictadas en el «sleepy monday» fueron en torno a un 5% más largas con respecto a las de los otros dos lunes. «Así, una cantidad relativamente pequeña de sueño perdido por un juez se asocia con un castigado notablemente más severo», escribía Barnes.
¿Por qué sucede esto? Según Barnes, «las personas privadas de sueño son más propensas a interpretar los estímulos de forma negativa». Así, la falta de descanso «hace que sea más difícil regular las emociones negativas», lo que conduce a enfadarse o a indignarse con extremada facilidad. Y, por supuesto, un juez, encargado de impartir justicia, no es ajeno a este fenómeno. «Presumimos que las personas privadas de sueño son más propensas a otorgar castigos más duros».
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