Salud

La plaga que no se detiene

El pasado 1 de abril, el Gobierno chino cedió a la presión de Washington e incluyó en la lista de drogas controladas los opioides sintéticos, como el fentanilo, que en 2017 provocaron la muerte de más de 43.000 norteamericanos

La plaga que no se detiene
La plaga que no se detienelarazon

El pasado 1 de abril, el Gobierno chino cedió a la presión de Washington e incluyó en la lista de drogas controladas los opioides sintéticos, como el fentanilo, que en 2017 provocaron la muerte de más de 43.000 norteamericanos.

A tenor de los últimos datos oficiales, referidos a 2017, pues las estadísticas norteamericanas suelen elaborarse con retraso, la epidemia de muertes por abuso de opiáceos en Estados Unidos no sólo no se detiene, sino que está evolucionando en una dirección inesperada: ante las crecientes dificultades administrativas para adquirir fármacos analgésicos derivados sintéticos del opio, los adictos recurren a la heroína de toda la vida, cortada, a veces, con cocaína o con uno de esos opioides de laboratorio, normalmente el fentanilo, que es cincuenta veces más potente que el «caballo».

El resultado es tremendo: si en 2007 las muertes por sobredosis de heroína en Estados Unidos apenas superaron los dos mil casos, diez años después rozaban los 16.000 fallecimientos. Si a esta cifra se le añaden las personas que han muerto por sobredosis de analgésicos sintetizados de los opiáceos, la tragedia alcanza a 43.000 adictos más. El presidente del país, Donald Trump, con su sutileza habitual, he decidido culpar a China y México de estas muertes, soslayando que fue en un error del sistema sanitario norteamericano, muy laxo a la hora de controlar la dispensación con receta médica de estos potentes analgésicos, donde se encuentra la causa originaria.

De hecho, es sobre la industria farmacéutica estadounidense donde llueven actualmente las demandas judiciales de víctimas y asociaciones sociales. Aún así, Trump, como parte de su guerra comercial, ha conseguido que Pekín arbitre medidas de control a su producción de fentanilo y otros derivados y, sobre todo, que establezca medidas de supervisión del sistema de Correos, puesto que la mayor parte del tráfico hacia Estados Unidos se hacía por medio de paquetes postales. Con México, salvo la intensificación de las actuaciones policiales conjuntas, poco se puede hacer.

Los cárteles locales han reactivado la producción de heroína y, además, importan el fentanilo para mezclarlo. Cada vez más estados están adoptando medidas de emergencia para hacer frente a un problema que, pese a la opinión extendida, no sólo afecta a la clase trabajadora blanca –la que votó mayoritariamente a Trump– sino a las comunidades negra e hispana. El resto de las drogas, como la cocaína o las anfetaminas, mantienen los consumos de siempre.