Redes sociales

Las amistades que conocí en mis redes

La Razón
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Tengo una serie de «amigos virtuales», que pretenden una amistad que yo no deseo. Verán, yo comencé en esto de las redes allá por 2010. Por entonces, ni siquiera sabía que existían los mensajes directos ni sospechaba qué me podían deparar. Poco tiempo más tarde, cuando empecé a seleccionar a quién quería seguir para enterarme de todo aquello que me interesaba e ir descubriendo asuntos y personas, fue cuando me di cuenta de que los seguimientos mutuos habilitaban un canal privado y, por tanto, otro tipo de relación. Me pareció bien. Si alguien decidía seguirme o yo a él/ella, sería porque encontrábamos puntos de conexión –o justo lo contrario– en nuestras publicaciones. Tuve gratísimas sorpresas al ir recibiendo seguidores entre los que se contaban amigos de antaño o admiradísimos personajes de siempre. Y recuperar el contacto con unos o iniciarlo con otros supuso un enorme enriquecimiento personal. Sin embargo, al cabo de un tiempo vinieron los famosos «sígueme, necesito contarte algo urgente» y similares, que yo fui atendiendo, pese a que casi siempre me derivaran hacia gente sola que pretendía una amistad y una atención que yo no les podía dar. Es cierto que hubo ciertas excepciones y tengo algunos amigos/as de red, que son verdaderos tesoros...; pero tras muchos equívocos, muchas proposiciones absolutamente deshonestas, alguna persecución que derivó en bloqueo y el consejo de expertos de no dar más información de la que ya proporcionamos –que es infinita–, dejé de seguir a quien no conocía físicamente o a través de terceros o de manera profesional. Seguro que me pierdo grandes amistades físicas, pero es que ni quiero ni puedo permitirme convertir todo lo virtual en real. ¿Y ustedes?