Opinión
El machismo contra las mayores
El edadismo que nos rodea hace que estas damas que han trabajado una vida cuidando la supervivencia de todos vivan en una situación de discriminación totalmente injusta
Un inspirador artículo de Mar Muñoz en este diario sobre la exclusión de las mujeres mayores que sufren violencia de género me lleva a una reflexión desolada. Porque, ¡cuánto han tenido y tienen que sufrir esas mujeres en la sociedad de hoy! Mujeres educadas en un contexto patriarcal en el que no se amonestaba, y menos aún se actuaba, para ayudarlas o defenderlas ante el maltrato de sus maridos. Ellas mismas, enseñadas por padres que repetían el modelo de sus padres contra sus esposas, apenas tenían conciencia de que eran víctimas de esos con los que compartían colchón y días. Muchas hay aún, nos dice la trabajadora social Verónica Gallego, que han enfrentado en silencio esas violencias, aceptando el rol tradicional, por miedo a ser rechazadas por familia y sociedad. El miedo a quedarse solas las ha callado. ¿Qué era una mujer sola hasta hace nada? Nada. Mi propia madre, sin ir más lejos, hubiera querido separarse de mi padre, pero de qué viviría ella sin formación y con cuatro hijos. Era irrealizable esa posibilidad. Así que aguantaban con el enemigo en casa la tragedia de sus vidas. Pero, además, con la vejez todo se complica. La fragilidad física, el deterioro cognitivo, la digitalización, la falta de recursos para defenderse del mal… El edadismo –rechazo a los mayores– que nos rodea hace que estas damas que han trabajado una vida cuidando la supervivencia de todos, estas mujeres que han sostenido el mundo con sus manos pacíficas, vivan en una situación de discriminación totalmente injusta. ¿Qué corazón tiene una sociedad que no ama y respeta a las que les han parido y criado? ¿A dónde vamos? Las más ancianas, muchas viudas, están en soledad. Las mayores más jóvenes, que no hemos soportado al varón machista en nuestro lecho, vamos hacia ella. Nosotras, ya mayoritariamente trabajadoras en casa y fuera, nos hemos rodeado de amigas. Y todas esas, con la resiliencia a tope, llenan teatros, cines, terrazas… ¡Grandes, señoras!
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