Entrevista
Natalia Velilla: «Somos adictos a la autoridad, necesitamos que nos marquen el camino»
Esta experta jurista analiza en su nuevo libro las secuelas sociales de los actuales referentes de dudosa calidad moral
El concepto de autoridad ha cambiado mucho en los últimos años y ha traído una serie de consecuencias que resultan, cuanto menos, preocupantes. Este fue el motivo que llevó a la magistrada Natalia Velilla a reflexionar cómo y por qué se ha producido esta mutación en diferentes aspectos de la vida: la educación formal, la familia, la crisis sanitaria, la política... Ahora, en su libro «La crisis de autoridad» (Arpa) esculpe sus razonamientos socio-jurídicos con los que nos ayuda a entender cómo la figura de la autoridad tradicional se ha diluido en el esponjoso espacio digital al tiempo que los «influencers» han cogido el testigo de unas referencias autoritarias que juegan más en contra que a favor de los menores al perder referentes morales de peso.
¿A qué se refiere con el fin de la autoridad tradicional?
A que la que ejercían tradicionalmente los padres en el ámbito doméstico, los profesores, el entrenador de fútbol... ese tipo de autoridad, que, aunque sigue existiendo, está muy debilitada, se ha degradado y empeorado. El aprendizaje de los niños ya no depende tanto del entorno educativo o de sus padres sino de los «influencers» o celebridades que llegan a través de los dispositivos móviles. Ha habido un cambio de manos de esta autoridad.
¿Qué secuelas sociales puede traer la pérdida de autoridades formales?
Ya no existen unos comportamientos sociales generalizados o una manera de actuar que podríamos considerar común. Hay más corrientes individualistas. Esto trae como consecuencia la pérdida de referentes morales, lo cual lleva a tener confusión a la hora de actuar o saber lo que es o no bueno. Muchas veces, todas estas nuevas influencias no tienen ninguna formación y se empiezan a hacer cosas influidas por estas personas que realmente acaban perjudicando a los que son influidos por ellos.
¿Los padres han decidido libremente reducir su autoridad o ha sido algo impuesto por un nuevo orden social?
Las generaciones recientes de padres hemos abandonado el rol tradicional del padre que educa, que instruye, alecciona, que enseña. Ahora está el padre que se considera como un igual a su hijo y delega en terceros la autoridad. Se ha pasado de los padres a los que queríamos parecernos a los que quieren que sus hijos estén tan orgullosos de ellos. Se busca el cariño de los hijos a través de la delegación total de la autoridad, sin entender que muchas veces la felicidad se alcanza también a través de las privaciones y de las regañinas.
¿Qué consecuencias tiene esta actitud de cara al futuro de los menores?
Pues que se crea la falsa sensación de que los hijos tienen absolutamente todos los derechos como si fuesen adultos. Es cierto que los menores tienen todos los derechos, pero también es verdad que no poseen la madurez como para ejercitarlos y que la patria potestad está ahí, precisamente, para guiarles. Hemos pasado de un extremo al contrario. Meternos en la vida de los menores no solamente es posible, sino que es un deber. Cómo vas a velar por ellos y protegerles si ni siquiera eres consciente de con quién se están relacionando o qué están viendo en las redes sociales. Se ha sobredimensionado el derecho a la intimidad de los menores.
¿Es necesaria la autoridad independientemente de la forma en que se manifieste?
Cualquier cambio o avance social es consecuencia de una revolución contra la autoridad. Pero una cosa es eso y otra el rechazo a cualquier tipo de esta. La autoridad legítima, democrática y sometida al control social y legal es positiva y necesaria para ordenar la vida de las personas. La jerarquía y la organización por estamentos resulta imprescindible.
¿Somos adictos a la autoridad?
Sí, la inmensa mayoría de las personas necesitamos que nos marquen el camino. Nos cuesta mucho tener espíritu crítico y tomar decisiones por nuestra propia responsabilidad. En el fondo, la autoridad te permite, después de haberla depositado en una tercera persona, eludir responsabilidades. Siempre es mucho más gratificante culpar a otros de las cosas que nos pasan que asumir que también somos dueños de nuestro destino y que la sociedad la hacemos entre todos.
¿La pérdida de respeto y obediencia hacia los decentes proviene de esta mutación autoritaria degradada?
Ser profesor hoy en día es una heroicidad. Una enseñanza sin autoridad es muy difícil, porque esta es necesaria para mantener el orden y la calidad de la enseñanza. Con que haya un alumno o dos en el aula que no se sometan a la autoridad del profesor y que una vez han sido sancionados, por ejemplo, con la retirada del móvil o la expulsión, no se reciba el apoyo de los padres, la autoridad desaparece. Como consecuencia se está creando un tipo de individuo totalmente asocial. Esta persona no tiene ningún referente, no tiene miedo a nada. Es una persona que crece sin referentes y lo que es peor, sus compañeros pensarán que para qué van a estar sometidos a una autoridad si no pasa nada si se la desafía.
Habla también de cómo fue ejercida la autoridad durante la crisis sanitaria de la covid. ¿Hubo quién se aprovechó de las circunstancias para ejercerla con mayor dureza de la debida?
Creo que la crisis se gestionó bien, cuestión distinta es que, al socaire de la covid, en determinado momento, esa autoridad le cogió gusto. Si todos entendimos que el confinamiento era la mejor de las cosas malas que se podía hacer para evitar contagiarse, al final se perjudicó a la gente más vulnerable. No se supo rectificar en determinados asuntos. Aun así, en una crisis de estas características veo imprescindible que se ejerza la autoridad de manera concentrada porque no puede someterse a procedimientos muy largos de debate. Si las medidas no se hubieran tomado de manera inmediata podría haber sido muy negativo.
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