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Consecuencias

Nunca lo hagas: el error común al cocinar que sí o sí hay que evitar para no sufrir sus consecuencias

Verter aceite usado por este sitio puede parece inofensivo, pero su repercusión para el medioambiente es mucho más grave de lo que imaginas

Nunca lo hagas: el error común al cocinar que sí o sí hay que evitar para no sufrir sus consecuencias La Razón

Pocas acciones cotidianas están tan normalizadas como tirar aceite por el fregadero. Después de cocinar, cuando ya se han servido los platos y la sartén aún conserva ese resto de aceite usado, muchas personas optan por deshacerse de él inclinando el recipiente hacia el desagüe. Un gesto rápido, cómodo y aparentemente inofensivo.

Pero esta práctica común es en realidad una de las más perjudiciales para el medioambiente y para las infraestructuras de saneamiento. Cada vez que el aceite usado fluye por las cañerías, se activa un proceso de contaminación silencioso que termina afectando a ríos, mares, redes de alcantarillado y, en última instancia, a la economía doméstica y a la salud pública.

El impacto invisible: un litro de aceite puede contaminar un millón de litros de agua

El aceite de cocina, una vez utilizado, se convierte en un residuo altamente contaminante. Su composición le impide disolverse en el agua, lo que provoca la formación de una película superficial que impide la oxigenación de los ecosistemas acuáticos. De acuerdo con la Fundación Aquae, un solo litro de aceite usado tiene la capacidad de contaminar hasta un millón de litros de agua limpia.

Pero su efecto nocivo no se detiene en lo ambiental. En términos de saneamiento, este residuo es una amenaza para las infraestructuras públicas. El aceite que se vierte por el desagüe se adhiere a las paredes internas de las tuberías y se solidifica, creando obstrucciones que pueden derivar en atascos, malos olores, filtraciones y roturas. En cifras, el coste de retirar este tipo de residuos de los sistemas de alcantarillado puede ser hasta 700 veces superior al impuesto que cada ciudadano paga por el tratamiento de aguas residuales.

El caso Whitechapel

Por el año 2017, el distrito londinense de Whitechapel fue escenario de un fenómeno extremo que evidenció el alcance de esta problemática. Una enorme masa de grasa solidificada, compuesta principalmente por aceite usado, toallitas húmedas, pañales y otros residuos, bloqueó por completo un tramo de 250 metros de la red de cloacas. El atasco generó daños estructurales, cortes de servicio y una intervención de emergencia sin precedentes.

El llamado "fatberg" (iceberg de grasa) de Whitechapel se convirtió en un símbolo del problema y obligó a las autoridades británicas a lanzar una campaña de concienciación para alertar a la población sobre la necesidad de desechar correctamente los residuos grasos.

España: toneladas de aceite sin gestionar

El caso de España no es ajeno a esta situación. Según datos del gobierno, en el país se consumen anualmente 850.000 toneladas de aceite, de las cuales se generan aproximadamente 150 millones de litros de aceite usado. A pesar de algunas campañas locales de concienciación, una parte significativa de este residuo doméstico sigue terminando en las cañerías, agravando un problema que no es visible hasta que ya es demasiado tarde.

Qué hacer con el aceite usado: opciones para una gestión responsable

La buena noticia es que existen alternativas sencillas y accesibles para evitar estos efectos. La clave está en no ver el aceite usado como un desecho más, sino como un residuo con potencial de aprovechamiento.

  • Dejar enfriar y solidificar: tras cocinar, es recomendable dejar que el aceite repose y se enfríe en la sartén. Una vez solidificado, puede retirarse con papel absorbente o mezclarse con materiales como arena, harina o aserrín para luego ser desechado en una bolsa cerrada en la basura orgánica.
  • Almacenamiento en botellas: si se prefiere conservarlo en forma líquida, puede verterse en botellas de plástico vacías, bien cerradas, y llevarse posteriormente a los puntos limpios o centros de recogida de aceite habilitados por los ayuntamientos.
  • Reutilización doméstica: siempre que no esté demasiado quemado o sucio, el aceite puede ser filtrado y reutilizado en futuras preparaciones. Además, existen proyectos y tutoriales que explican cómo convertir el aceite usado en jabón casero, detergente líquido o incluso velas aromáticas.
  • Transformación en biocombustible: el aceite reciclado puede aprovecharse industrialmente para la producción de biodiésel. Por cada kilo de aceite recuperado, se obtienen entre 0,93 y 0,98 kilos de este biocombustible, lo que reduce la dependencia de fuentes fósiles.

Un pequeño cambio que tiene un gran impacto

Tirar el aceite por el fregadero puede parecer un detalle insignificante. Sin embargo, el acumulado de ese gesto en miles de hogares produce un daño descomunal. El problema no es solo ambiental, también es económico, estructural y, sobre todo, evitable.

Adoptar una actitud responsable frente al aceite usado es una forma concreta y efectiva de contribuir al cuidado del entorno. No se trata de un esfuerzo enorme ni de una transformación radical. Se trata, simplemente, de entender que los residuos no desaparecen por arte de magia y que gestionarlos correctamente es parte de nuestra responsabilidad como ciudadanos.